El vaticinio círico

Trastornos

No se trata de echar a nadie de cabeza, así que no entraré en detalles. El caso es que, a principios de semana, digamos el lunes o tal vez el martes, por determinadas obligaciones académicas, sucedió que Y. Homero se encontraba en un aula en la que unos veinte adultos atendían con interés y trataban de entender los pormenores relacionados con los trastornos de la personalidad —un patrón permanente de experiencia interna y de comportamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto—. En particular, en aquel momento tenían la atención puesta en el grupo B, el cual, como quizá el lector sepa, incluye cuatro de los diez trastornos: de personalidad límite, histriónica, antisocial y narcisista. Todas las personas de este cluster se caracterizan por ser exageradamente dramáticas, emocionales o erráticas. Cuando de manera específica el grupo revisaba el trastorno de personalidad narcisista…

— Tiene sentimientos de grandeza y prepotencia…

— ¡Como el Peje!

            — Sí, pero ya se va…, y a ver ahora quién le hace caso -secundó otro amlofóbico.

            — Pues nadamás los animalitos que tenga en su rancho…

            — Y eso quién sabe: yo creo que se va a tener que ir exiliado a Cuba.

            Y. Homero no intervino: imposible lidiar con tamaña ceguera. Eso sí, como otras ocasiones, quedó un rato maravillado ante la endemoniada capacidad que tenemos los seres humanos de no ver nada más allá de nuestras burbujitas. ¿En qué país viven? ¿De plano no saben o no creen que la enorme mayoría de la ciudadanía no sólo respalda, sino que aprecia al presidente de la República? Por lo demás, ¿exiliado en Cuba? ¡Qué ocurrencia!

Comanda

Si Y. Homero se enteró de la diatriba que vomitó el jueves a través de las ondas radiofónicas el señor Ciro Gómez Leyva, sabría que no, que lo del exilio del presidente a Cuba no fue una ocurrencia de su compañero: únicamente estaba acompasándose con el nuevo nado sincronizado de la oposición prianista y sus jilguerillos mediáticos. Traen nueva comanda: ¡aseguren que AMLO se va exiliado a Cuba! Yo sí que me enteré del feo vituperio círico. A través de X, Radio Fórmula posteó un extracto del baldón de su empleado, que transcribo literal enseguida:

— Una vez que se vaya de la Presidencia de la República no va a tener a donde ir, más allá de su rancho -comenzó el señor Ciro en papel de pitoniso.

Pues no -susurró solicito su fiel patiño.

No va a poder recorrer el país Andrés Manuel López Obrador… Quizá me equivoque. Pero yo no lo veo en un restaurante, en un cine, en un estadio de bésibol…

¡Menos en uno de béisbol! -intervino otra vez su patiño, muy creativo él.

Ahí está también lo que cosechó -dijo, y nótese el truco: dice que ya, ahora, está aquí lo que él pronostica que ocurrirá en el futuro-. ¿Por qué? Porque aunque en las encuestas tenga un 55% de popularidad, que es muy bueno, ¡es un 45% que lo reprueba y que lo repudia! Esas personas van a estar en la calle. Y un tipo que ha hecho tanto por…, por…

¡Por el culto a su personalidad! -salió al quite el compinche.

Exactamente. Entonces ¿cuál es el futuro del presidente López Obrador? Si bien le va, si le va muy bien, vivir razonablemente tranquilo en su finca en Chiapas. Y si no le va muy bien, ¡la Habana, Cuba! Su exilio en la Habana, Cuba, es el futuro del presidente de López Obrador.

Pues no, señores. No, aunque eso ustedes sueñen. El vaticinio círico parte de un par de mentiras y una rotunda estupidez.

Primera mentira: la popularidad de AMLO es mayor, no del 55%; más bien entre siete y ocho de cada diez lo apoyamos. Segunda mentira: no todos los que no aprueban la gestión del presidente lo detestan, no todos los que no lo apoyan son gente incivilizada y rabiosa. Ahora la estupidez: ¿no se dan cuenta de que, así como “van a estar en la calle” los pejefóbicos, sea cual sea el número exacto de esa minoría, también lo estaremos la gente que respetamos y apreciamos a Andrés Manuel? O dicho más clarito para que no quede duda: si alguien, algunos, tuvieran el atrevimiento de agredirlo, habría un montón dispuestos a defenderlo. Así que, como siempre, la nueva argucia de la oposición y su prensa sicaria —en realidad una incitación al acoso, como bien señaló Pedro Miguel— demuestra un profundo desprecio a la gente. Por lo demás, el próximo 2 de junio quedará electoralmente claro el tamañito de la minoría.

            Lo expuesto hasta aquí rebasa con mucho los 240 caracteres con que X permite contestar, así que en su momento y a botepronto yo opté por responder lo siguiente a Gómez Leyva:

Pues, @CiroGomezL , hay tantísimas personas a quienes nos gustaría que @lopezobrador_ nos aceptara una invitación a comer a nuestra casa que sí, no lo veo en un restaurante. Todo lo demás que usted afirma es sólo rabia espetada a lo tonto.

            Y, tal y como lo hice en X, reitero con mucho respeto, admiración y aprecio la invitación:

Señor presidente @lopezobrador_ , lo invito a comer o cenar o desayunar o tomarnos un café el día que usted quiera. Sería un honor y un placer conversar con usted. Un abrazo.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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