Esta opinión, originalmente, estaba pensada para relatar lo complicado que pueden llegar a ser los procesos jurídicos y cómo, lejos de esclarecer las cosas, para determinar qué ocurrió, lo que suele acontecer es todo lo contrario; los procesos se alargan tanto que terminan en el olvido.
Definitivamente, lo que puede llegar a interesar, en la mayoría de estos procesos, es llegar a saber qué ha ocurrido. Por lo mismo, quien aquí suscribe, está interesado, como muchos otros seguramente, en saber si la ministra Yazmín Esquivel ha plagiado o no su tesis de licenciatura.
Aunque el interés puede ser muy distinto. Particularmente, revelar casos de deshonestidad intelectual, qué tan frecuentes son, qué papel tienen las instituciones educativas en estos casos, etc., son algunas razones para interesarse en el caso.
No es cosa menor la corrupción que existe en las universidades y el negocio, en general, que representa la educación. Recientemente, se ha revelado que en Nuevo León es posible hacerse de títulos universitarios, de especialización, maestría o doctorado, con todas las validaciones en SEP y su registro de cédulas. Basta consultar la red social para encontrarse este tipo de ofertas.
Ahora bien, para este caso particular de la ministra, por supuesto que es de interés determinar si hubo plagio o no. Sin embargo, parece que aún se está muy lejos de revelarse qué ha pasado y en qué concluirá esta situación.
Se han pasado fronteras y ocasionado un ciclón político. Se ha dicho, además, que la UNAM carece de facultades jurídicas para tomar alguna acción. Pero también ¿cuántas veces se ha dicho que algo puede ser legal, pero no ético? ¿Cabría decir que aunque no haya fundamentos jurídicos, sería ético abandonar el fondo del asunto con tal argumento?
No obstante, fuera de los debates jurídicos, parece ser que Yazmín Esquivel ya ha sido declarada culpable por gran parte de la sociedad. Algunos medios se encargaron en sembrar en el consciente colectivo su culpabilidad, con lo cual se violó toda presunción de inocencia.
Y esto fue lo que, al final, motivó el cambio en esta opinión de hoy. En este momento sigue siendo importante saber si hubo o no plagio, pero no hay que olvidar que, en caso de no haberlo, ya se ha hecho daño a la ministra.
Finalmente, da igual qué se resuelva por la UNAM, la etiqueta de «ministra plagiaria» ya ha pasado a la historia y la misma sociedad se encargará de avivar o calmar el fuego de la crítica.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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