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Inicio » ¿Y para qué?

¿Y para qué?

junio 24, 2025
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“Las guerras mienten. Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar ‘yo mato para robar’. Las guerras siempre invocan nobles motivos: matan en nombre de la paz, en nombre de Dios, en nombre de la civilización, en nombre del progreso, en nombre de la democracia. Y si por las dudas, si tanta mentira no alcanzara, ahí están los grandes medios de comunicación dispuestos a inventar enemigos imaginarios para justificar la conversión del mundo en un gran manicomio y un inmenso matadero”.

Eduardo Galeano

La guerra es una muerte que arrebata y persigue otra guerra y otra más, y es un estigma de la humanidad, esa “rebelión de esclavos”, decía Fernando Pessoa, el poeta que vivía en guerra consigo mismo: “Sea como sea, mejor sería no haber nacido, porque, de tan interesante que es en todos los momentos, la vida llega a doler, a marear, a cortar, a rozar, a crujir”.

Venimos de una guerra y entramos en otra. Eso. Ayudemos a la muerte a hacer su tarea, que al fin y al cabo a veces ni trabajo le cuesta. La guerra no viene llegando: no se ha ido. Nunca. Y nos da cátedra del fracaso que somos; por culpa de los pecadores mueren los justos. Es la antiespecie, la anticivilización, la guerra. Todo lo mata, todo lo rompe y lo corrompe, todo lo destruye y solo deja un vacío insuperable y columnas rotas en antiguas ciudades. No se ha ido, siempre está con nosotros, por culpa del dinero, del poder, del fascismo, del supremacismo. 

“Con nosotros no hay guerra”, pero sí… y es de baja intensidad: guerra del presidente-rey con los migrantes, del racismo y clasismo que a diario enfrentamos, que no podemos arrancarnos del alma, o la de los energúmenos que montan satélites, explotan cohetes y personas y sueltan mentiras en la televisión comercial, en la radio.

La guerra con un pueblo o con un país, la guerra con una nación del Medio Oriente, la guerra de Estados Unidos y el sionismo israelí, la maldita guerra ahora ha matado la poesía.

Tumbaron un edificio para liquidar a un científico nuclear y asesinaron a Parnia Abassi, la poeta veinteañera; mataron a su hermanito, a sus jóvenes padres y a un mundo de gente.

Lapidaron la poesía.

“Lloré por ambos
por ti 
y por mí

soplas
a las estrellas mis lágrimas

en tu mundo 
la libertad de la luz
en el mío
la persecución de las sombras 

tú y yo llegaremos al fin
en algún lugar 
el poema más hermoso del mundo 
enmudece”.

Parnia, la poeta más hermosa del mundo, ha enmudecido y no lo soporto…

La mataron el salvaje y el inmundo, esos gobiernos viles. Y ahora queda el polvo y el dolor y sus fotografías en las redes: Parnia enormes lentes redondos y sonrisa enigmática, Parnia sonriente frente a una lap y delante de los costales de café, Parnia pensativa y oyendo música, Parnia llena de flores, Parnia cabellos, Parnia sangre, Parnia en su cama y sus sábanas rosas, Parnia debajo de las duras rocas, Parnia estrella extinta. Parnia…

Y apenas empieza la guerra.

Una corona de flores para la poesía. Bien dice Pepe, el enorme uruguayo: somos animales tan inteligentes y tan estúpidos. No lo decía así, pero eso decía.

La guerra, la mentirosa, la rabiosa, la raposa, la que no regresa porque nunca se fue, pero que siempre vuelve… ¡Y dale con que vuelve la guerra que no se ha ido!

Una corona de flores por el genocidio en Gaza, con sus 55 mil muertos, la mayoría civiles, un fuerte aplauso para los gobiernos de Europa, de Canadá y Estados Unidos, y por la muerte de sus pueblos originarios.

Estados Unidos tiene grabado en sus barras y estrellas el signo de la muerte. ¿Cuántos grupos indígenas quedan en Australia, en Sudáfrica, en Tasmania, en Gringolandia

Con la bendición de la guerra, Estados Unidos se robó medio México, se robó Hawái, se robó Alaska.

“El ser humano es más grande que la guerra” –dice Svetlana. Tal vez, pero esa joven poeta de sonrisa enigmática y lentes enormes y redondos, la de la laptop y los costales de café, la que no pudo ya “plañir el murmullo de la vida” y será “una estrella extinta en el cielo como humo”, ha muerto.

¿Y para qué? ¿Para qué?

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Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

Tags: columnaGuerraopiniónSergio Macías
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