“Extraño dictador ese Hugo Chávez, que sacó a millones de sus compatriotas de la pobreza y el analfabetismo”, ironizó el enorme Eduardo Galeano.
En América Latina las fuerzas conservadoras se siguen aglutinando en torno a una restauración neoliberal tal como ahora está sucediendo en la Argentina de Javier Milei. Resulta ingenuo pensar que las viejas y nuevas elites abandonarían por convicción democrática, un sistema económico que los hizo beneficiarios de las enormes ganancias que representa el saqueo de los recursos públicos y de los recursos naturales.
Después de verse contundentemente derrotados en las elecciones presidenciales en México, hoy presenciamos como los personajes más defenestrados del Directorio de la derecha internacional, asumiendo hipócritamente el discurso de la “defensa de la democracia”, se vuelven a articular para intentar desestabilizar el orden constitucional de un estado soberano.
Acabar con la Revolución Bolivariana que existe en Venezuela -desde tiempos del comandante Hugo Chávez Frías-, ha sido el objetivo de todas las fuerzas de derecha en América Latina y Europa quienes no tienen reparos en justificar el bloqueo y la asfixia económica que sigue implantado los Estados Unidos.
Porque la importancia de Venezuela no es solamente económica y geopolítica en un mundo que se sigue moviendo con el petróleo; sino que, en el contexto de la lucha de los pueblos en contra de la dominación imperial norteamericana, la República Bolivariana de Venezuela es el símbolo que se implantó desde la primera revuelta popular conocida como “el Caracazo” en 1989 y primera derrota en las urnas del modelo neoliberal continental en 1999.
A Venezuela, tal como sucedió con Cuba, no se le perdona haber sido en el cambio de siglo el primer núcleo de resistencia que logró demostrar cómo es posible ejercer la soberanía de un pueblo bajo un modelo de desarrollo propio. Desde el primer triunfo electoral de Hugo Chavez hemos presenciado una sostenida campaña de desprestigio contra la revolución bolivariana que lanza el grito histérico que llama dictadores a los gobernantes que se ponen del lado de sus pueblos.
En América Latina el proceso político en Venezuela, todos los días ha sido demonizado en los medios de comunicación hegemónicos, siendo el parámetro preferido de la derecha para denigrar los procesos populares y nacionalistas. A cualquier proyecto de izquierda se le pretende estigmatizar con “el ejemplo de Venezuela” que se dibuja como “el infierno en la tierra” al que se cae por “la irresponsabilidad de los pueblos que votan por sus representantes”.
La demonización de Venezuela alcanza incluso a muchos analistas supuestamente “progresistas” quienes se adjudican la atribución de calificar el gobierno de un país independiente, para justificar su intervencionismo en la actual crisis provocada por los resultados de la reciente elección presidencial donde se reeligió al presidente Nicolás Maduro. Con el pretexto de la supuesta defensa de la democracia, cunde la enésima campaña de abierta desestabilización.
Ahora vemos el auge de quienes justifican un golpe de Estado, tan solo porque no les ha gustado el gobierno que los venezolanos eligieron en 29 de las ultimas 31 elecciones, en este caso por cierto en un proceso automatizado que evita cualquier sospecha. Estamos presenciando como la derecha no duda en llamar (o justificar) la sublevación a las fuerzas armadas venezolanas.
En esta última semana hemos sido testigos como los medios de comunicación convencionales trasmitían en vivo las movilizaciones que aspiraban a escalar -proclamando muertos que nadie pudo comprobar-, más allá de los actos de las guarimbas o barricadas inducidas por la líder de la derecha desestabilizadora María Corina Machado, quienes cantaban fraude desde días antes de la jornada electoral.
El último paso en la estrategia de desestabilización es la intromisión del gobierno de los Estados Unidos reconociendo sin pruebas el triunfo del candidato de la derecha, reeditando la pifia de nombrar a un tal Juan Guaido que solo sirvió para legitimar el despojo de los activos internacionales venezolanos en los países “libres”, quienes sí expropiaron los bienes del pueblo de Venezuela.
Hoy presenciamos la intervención golpista de viejos actores como la OEA, secundado por gobiernos de derecha latinoamericana tan impresentables como lo son Perú, Ecuador o Argentina; sumamos a la campaña de oligarcas como Elon Musk quienes difunden fake news o promueven llamados en las redes sociales a la violencia y hasta azuzando a la ejecución extrajudicial del presidente Maduro tal como sucedió en Libia con el patrocinio de los Estados Unidos.
Solo es asunto del pueblo de Venezuela ratificar un proyecto o cambiar en las urnas el rumbo que han tomado. La migración inducida de miles de venezolanos pobres es más responsabilidad de quienes han impuesto cientos de sanciones económicas criminales que pegan a la población de a pie, y de quienes justificaron los abiertos saqueos sobre los recursos como la expropiación de fondos y empresas venezolanas.
Los tristes representantes de la reacción mexicana como Marko Cortes y Vicente Fox han encontrado una nueva causa que apoyar después de la humillación que aquí recibieron el pasado 2 de junio; pero, así como nuestros conservadores hacen causa común con los sectores más retrogradas, promoviendo derrocar al chavismo después de 25 años de resistencia popular, nosotros, quienes militamos en la causa de la justicia social y la liberación de la humanidad, no podemos nunca renunciar al principio de la auto determinación de los pueblos.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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