La hipocresía, el cinismo y la desvergüenza han caracterizado al bloque de saqueadores del país -que hacen politiquería amparados bajo un discurso racista y una abierta ideología conservadora-, está claramente representado en el dedazo de Claudio X. González que en sí mismo expresa la subordinación de los cascarones partidistas del neoliberalismo a los poderes fácticos, en una nula apuesta por la democracia, significa una estrategia para la construcción política de una nueva y gran farsa como supuesta opción electoral: que sin duda personifica y representa la reacción en toda la extensión de la palabra: Xóchitl Gálvez.
Pero de ¿dónde proviene esta nueva apuesta de la derecha mexicana?
A fines del siglo XX las reivindicaciones por los derechos y cultura indígena eran prioridad en las discusiones públicas nacionales, y el foco de la atención internacional hacia México, estaba puesto en las iniciativas políticas del EZLN como organización indígena que, atendiendo el sentir popular deja de lado la lucha armada para abanderar el reconocimiento constitucional a la autonomía y la libre determinación de los pueblos indígenas y originarios.
Con la llegada del PAN a la presidencia de la República en el año 2000, se comienza a implementar una estrategia de simulación acorde con la retórica hueca del “cambio”, que Vicente Fox solo alcanzaba a repetir sosamente. Al mismo tiempo que las fuerzas de derecha en el Congreso de la Unión, se unían para desvirtuar los Acuerdos de San Andrés, desde el poder ejecutivo, se daba continuidad a la política indigenista que sigue considerando a los integrantes de los pueblos originarios como “menores” para ser tutelados y objetos de asistencialismo, no como plenos sujetos políticos.
La primera directora de la foxista Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas fue precisamente Xóchitl Gálvez, quien es elegida más por su perfil gerencial, -el gobierno de los empresarios para los empresarios dijo Fox que era el suyo- que, por tener alguna legitimidad entre los pueblos indígenas, de los que presumía provenir.
Pero su paso por la administración pública representó más la prosperidad para las empresas familiares, que alguna mejora real en las condiciones de vida de los pueblos y comunidades indígenas a quienes pretendía representar; luego de un sexenio de decepción para quienes se ilusionaron con Fox y el repliegue zapatista, las demandas de los pueblos indígenas fueron pasando a segundo plano, y para la política Gálvez dejo de ver redituable el discurso de seguir ostentándose como indígena para promocionar su carrera dentro de Acción Nacional, y así seguir haciendo negocios al amparo del poder público.
Es hasta que, en su desesperación por no tener opciones reales para disputar la presidencia en 2024, que los intelectuales del viejo régimen vuelven a reparar en la identidad de la senadora como “parte del pueblo”, que les vuelve a ser redituable recurrir a la historia de “esfuerzo y superación personal”, con una narración lastimera y tramposa de puro esfuerzo individual que según llevó a la senadora “a triunfar en la vida a pesar de su humilde origen”.
Quizá, los mercadólogos de este nuevo producto, que han lanzado con videos en campañas pagadas en redes sociales para interpelar al presidente de México como estrategia para llamar la atención; olvidan que Xóchitl Gálvez se ha caracterizado por todo menos por actuar como representante del pueblo, así lo demuestran diversos episodios de su ominoso pasado político.
Porque no podemos confundirnos, después de décadas de lucha y movilización, en México está reconocido el derecho al auto reconocimiento en el artículo 2 de la Constitución, como “la conciencia de su identidad indígena”; lo que se crítica en el caso de la nueva candidata de la derecha política y empresarial, es su actitud taimada que bien puede describirse como ladina, al renegar de su origen o usarlo a conveniencia de los intereses que representa.
Pero la muestra práctica de las incongruencias de Gálvez, como ha señalado la revista Polemón, son los millonarios negocios que ha hecho la supuesta indigenista al amparo del poder y del tráfico de influencias. Al grado que, aunque en lo público, Xóchitl Gálvez denostaba al PRI en lo personal manteníamillonarios acuerdos del gobierno de Enrique Peña Nieto.De acuerdo a Polemón: “Con el mandatario priista, High Tech Services realizó la instalación de aire acondicionado, introdujo cableado y otorgó mantenimiento a la fibra óptica en el edificio del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (…) En total, las empresas de Xóchitl Gálvez obtuvieron contratos durante el sexenio de Peña Nieto por 16 millones 885 mil 141 pesos.”
No se crítica a Xóchitl Gálvez por la identidad que asuma a conveniencia a manera de nueva botarga, sino por sus actos alejados de toda ética o simpatía por el pueblo del cual terminará renegando para sostener el papel que la elite le vuelve a dictar.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios