Últimamente, se ha mostrado una tendencia de intolerancia en la vida política del país y ésta no se reduce a la recientes exigencias de expulsar del partido Morena a Ricardo Monreal, tras votar en contra del «Plan B» del presidente López Obrador en materia electoral.
Si se recuerda, lo mismo ha pasado en otros partidos, como PRI o PAN, los cuales han calificado de traidores a sus diputados que han votado a favor de algún proyecto de la «4T».
Todo eso es fruto de la intolerancia. Además, también es el origen de otro mal, pues se fomenta el pensamiento único ¿Quiere decir que si yo no pienso lo mismo que los demás, soy un traidor?
Pues bien, según el marco político actual, parece que esto es así. Y no es algo que sea exclusivo de los políticos partidistas, sino también de los ciudadanos afines a ciertos movImientos o causas, a quienes se les tilda de traidores cuando van contra marea; que no están de acuerdo con ciertas propuestas.
Si así son las cosas ¿Quiere decir que la intolerancia es dominante? Quizá sí, aunque las cosas no acaban ahí y no solo entre los calificados como «malos», sino también entre los «buenos».
Pero eso no es todo, pues ser intolerante a las opiniones disidentes, también es renunciar, de cierta manera, a la autocrítica, la cual es indispensable en muchos sentidos.
Si recuerdan, el presidente López Obrador ha mencionado varias veces cómo fueron algunos encuentros entre Juárez y su gabinete. Ciertamente, no fueron miel sobre hojuelas, pero eran tolerantes.
Por lo mismo, ser tolerante significa, en gran medida, no solo ser autocrítico, sino también ser democrático ¿O qué pasará la próxima vez que algún diputado o senador vote en contra de un proyecto presentado por el partido donde milita o la coalición que lo propuso? ¿Se le llamará traidor? ¿Otra vez?
Ahora bien, es indispensable no olvidar que, por supuesto, cuando alguien no está de acuerdo con lo que se propone, se deben presentar los argumentos racionales que fundamenten y justifiquen su decisión. No hacerlo así, es señal de mero capricho o seguir órdenes de un tercero.
Por estas razones, Perelman, Aarnio y Alexy contemplaban que las mayorías no debían aplastar a las minorías solo por ser más, sino que lo decidido fuera de tal forma que no comprometieran a los menos.
Sin embargo, tal situación, parece ser, que solo es una situación ideal. Difícilmente, puede lograrse cierta tolerancia que permita escuchar las razones del otro, las cuales bien pueden escapar a mi observación.
Aunque no es imposible. Popper, por ejemplo, enfatiza enérgicamente en el pluralismo crítico. Por tanto, quizá sea momento de ser un poco más tolerantes.
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