Bueno, quizá podría parecer viable si se toma en consideración la debacle de la oposición en su conjunto, la estruendosa crisis y sobre todo falta de legitimidad tanto del PRI como del PAN al interior y al exterior. En ese contexto, la pregunta obligada sería: ¿Cómo logrará el Frente Cívico Nacional dar cumplimiento a la Ley General de Partidos Políticos cuando los requisitos indispensables obligan a la celebración de asambleas donde participen 3 mil afiliados por entidad? Es decir, o se celebran asambleas al menos en 20 entidades, o cuando menos en 200 distritos electorales, además de que se prohibe la participación de organizaciones gremiales.
Para empezar hay algo que los organizadores no contemplan: la escasa respuesta a la convocatoria a su primer asamblea es precisamente el reflejo de lo que se niegan a reconocer, es decir, que la ciudadanía no se siente identificada ni con los organizadores ni con su causa (cualquiera que esta sea), pues los intereses de los convocantes son más vistos como la defensa de privilegios de una vieja clase política, que como una vía de participación democrática. Y, aunque los principales orquestadores de esta iniciativa señalen lo contrario en el discurso, en el fondo se trata de una estrategia que les permita mantenerse en el escenario político, al menos mientras se configura la legislatura entrante donde su presencia será meramente testimonial.
Pero el problema de pretender conformar un nuevo partido político en enero próximo como marca la Ley, puede convertirse en un fracaso si se toma en consideración que los liderazgos principales apenas inciden en las cúpulas y carecen de influencia en amplios sectores de la sociedad. Digamos entonces que sería hasta ingenuo pensar que habrá ciudadanos dispuestos a impulsar las asambleas convocadas por integrantes del desastroso frente opositor, cuando se han manifestado más a favor de la Cuarta Transformación en las urnas, con todo y la serie de calumnias, primero anti López Obrador y hoy anti Sheinbaum. Por esa razón, y si en el cálculo político está el de incorporar a desertores y expulsados de otros institutos políticos, incluido el hoy desaparecido PRD, lo cierto es que habrá quiénes opten por generar sus propias iniciativas y no someterse a otro liderazgo bajo la lógica de que más vale cabeza de ratón que cola de león.
La pluralidad política debiera privilegiarse en cualquier democracia, siempre y cuando ésta represente realmente los intereses colectivos y no de unos cuántos como sucede ahora en Movimiento Ciudadano y como sucedió en el PRD desde hace varios años. Sin embargo, con la realidad a cuestas y con la evidencia que hasta el momento ha dejado su actuar, ¿Cómo demostrará una nueva fuerza política que responderá a los ciudadanos y no a los grupos de poder? Pues no, no hay elementos que hagan suponer que una fuerza emergente en esta coyuntura y con estos pésimos antecedentes, conquiste las aspiraciones (cuando menos) de un innegable sector de la sociedad que no se ve representado ni de un lado ni del otro. Así que esa intención quedará en eso: una intención.
Lo que les queda a los convocantes, si realmente quisieran generar nuevos canales de participación, sería ajustarse a la realidad que los acompaña, regresar (en algunos casos) a sus orígenes, renovarse y optar por impulsar nuevos liderazgos que vayan más acorde con lo que hoy el país necesita pues apostar nuevamente por la calumnia, culminará en un nuevo palmo en las narices y, a cómo están las cosas, con el fenómeno político en el que se está convirtiendo Claudia Sheinbaum, poco habrá por hacer, más que vivir del recuerdo.
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