El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a declararlo en sus redes: “¡El alto al fuego ya está en vigor! ¡Por favor, no lo violen!”. Lo hizo con su característico tono autorreferencial, como si el conflicto entre Irán e Israel girara en torno a su figura.
La declaración llega tras días de tensiones que estallaron luego de que Estados Unidos, bajo órdenes de Trump, participara en bombardeos contra instalaciones nucleares iraníes. Lo que vino después fue una serie de respuestas por parte de Teherán y, finalmente, un aparente cese al fuego que en Israel e Irán ya confirman como iniciado.
Pero no todo fue tan claro como lo pintó el mandatario. Mientras Trump hablaba de una tregua acordada “plenamente” entre las partes, en principio, el ministro de Exteriores de Irán, Seyed Abbas Araghchi, negó que existiera un acuerdo formal. Aclaró que, si Israel detenía sus ataques antes de las 04:00 del 24 de junio, Irán no respondería más. Un alto al fuego condicionado, no firmado.
En sus publicaciones, Trump incluso calificó de “irónico” que los bombardeos que él ordenó fueran los que “unieron a todos” para llegar al acuerdo. Lo que para él fue un “golpe perfecto”, para miles en su propio país fue un acto temerario. Las protestas en ciudades estadounidenses no tardaron en aparecer, acusándolo de arrastrar a la nación a una guerra innecesaria, motivada más por ego que por diplomacia.
Lo cierto es que, aunque la violencia ha bajado de intensidad y ambas naciones ya reconocen que la tregua está en marcha, la tensión no ha desaparecido. La comunidad internacional sigue alerta, consciente de que cualquier provocación, especialmente si viene de Washington, puede reiniciar la espiral de fuego.
Trump pide que no se rompa la tregua. Lo paradójico es que fue él quien la puso en riesgo desde el inicio.

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