Agraviosa y maltrecha, monstruosa y contrahecha, a la derecha estrecha de este gran país ya no le queda más margen de acción que festejar tragedias. Los conservadores mexicanos quieren que a la mayoría de la gente le vaya mal, nos vaya mal. Su flamante Proyecto de Nación puede expresarse con nueve palabras: que todo se vaya al carajo para poder celebrarlo. Eso es lo único que le queda de sustancia a su ideología: el goce por el fiasco ajeno, el rechazo al bienestar colectivo, la esperanza de que la desilusión cunda, la negación sistemática del cambio… ¿Cómo llamar a este raquítico ideario?
- Si la intención es enfatizar la falta de proyecto y su descarriada pulsión de muerte: conservadurismo nihilista. Aunque, ojo, bien podría decirse que es un oxímoron: se venden como defensores del orden, pero su práctica es el sabotaje. Así, más que desventaja tendría la prerrogativa de resaltar la hipocresía esencial de la derecha gacha. Ahora que si preferimos esquivar la aparente contradicción podemos usar conservadurismo tanático —el filósofo español Miguel Morey ya usó tanatopolítica para hablar de los regímenes que administran la muerte, como los fascistas—. El término subraya el hecho incuestionable de que, en lugar de proponer, su obsesión es destruir, negar o paralizar…
- Si quisiéramos aludir esa actitud que no propone, sino que castiga: reaccionarismo punitivo, etiqueta que, aceptémoslo, podría ser tachada de pleonasmo, porque, efectivamente, toda postura reaccionaria es esencialmente punitiva y todo castigo, cualquier venganza es, necesariamente, reaccionaria.
- Rencorismo: destaca que se trata de una ideología que se alimenta del enojo hacia los avances ajenos y captura la esencia de una posición política basada en el resentimiento, la nostalgia agria y la celebración del fracaso comunitario. Tiene algunas ventajas: precisión emocional, porque evoca el odio como motor ideológico —no sólo desacuerdo, sino gozo malintencionado—; resonancia histórica: resuena al ressentiment de Nietzsche —el rencor como política de los débiles que idealizan el pasado para negar el presente—; y evidencia la condición de una élite que, al sentirse desplazada, abandona cualquier proyecto y se dedica a sabotear el ajeno.
- Derecha entrópica o ya de plano entropismo prianista: proyecta que solo se intenta generar desorden, caos o regresión. Combina Física —entropía, caos irreversible— con Política para describir una corriente que no sólo intenta oponerse al cambio, sino que se esfuerza por impulsar el desánimo y la degradación social.
- Considerando que la oposición y sus esbirros atacan cualquier programa social de la 4T no porque lo consideren ineficaz, sino porque destruye su relato de que México debe seguir siendo el país del eterno sacrificio: miserabilismo hostil. Recalca la agresividad activa contra el bienestar ajeno, sobre todo el de los estratos sociales más desprotegidos.
Llamémosla como la llamemos, la insatisfecha derecha mexicana ansía desdichas: que míster Trumpetas imponga aranceles, que se devalúe el peso, que el PIB se estanque, que nos pegue feo otro huracán, que se pare el metro, que los gringos impongan un impuesto a las remesas, que mañana maten a más gente, que haya recesión… Extasiados, celebraron el accidente que sufrió el Buque Escuela Cuauhtémoc en Nueva York y, claro, echaron culpas: antes nunca había pasado, luego entonces es culpa de la 4T o de Morena o de la presidenta… Insaciable de ruinas, la derecha facha desea con toda el alma que ocurran infortunios para poder parar el dedo y señalar culpables. Accidentes, fenómenos naturales, efectos dominó, pero sobre todo la enorme cauda de saldos que seguimos pagando como inercia de los pésimos gobiernos neoliberales, de todo hay que pasarle la factura a los morenacos y sus gobiernos de quinta… Así que también cabría tildar su ideología como catastrofismo inculposo, frase que destaca su adicción al apocalipsismo crónico discursivo y su compulsión por culpar al adversario. Así que, bien pensado, no estaría mal diagnosticarlos: la oposición de este país sufre de Trastorno de Catastrofización Inculposa (TCI):
- Delirio de atribución omnidireccional
- creencia patológica de que todo evento adverso (desde la inflación hasta los huracanes) es culpa exclusiva del gobierno en turno.
- incapacidad para reconocer variables estructurales o herencias históricas.
- Sesgo de confirmación catastrófica
- sólo tienen capacidad de registro para las noticias negativas que validen su narrativa.
- desarrollan una capacidad alquímica de transformar las buenas en pésimas noticias.
- amnesia selectiva institucional: borrado de memoria histórica.
- Neurogoce patriófobo crónico o Placer del Patriota Invertido: placer neuroquímico al presenciar fracasos ajenos, sobre todo cuando perjudican al país y pueden dar pie a acusar de causante al “mexicano típico”.
- Examen de laboratorio (retórico): prueba de proyección: “Lo que usted llama ‘fracaso de la 4T’, ¿no será en realidad la metástasis de sus propias políticas fallidas o quizá la proyección delirante de sus deseos?”
Coda
En un aquelarre convocado por Latinus, rodeado de otros odiadores exintegrados y ahora apocalípticos a rabiar, Héctor Aguilar Camín, refiriéndose al asesinato de los funcionarios del gobierno de la CDMX, se aventó esta alhaja: “… esta ciudad ya no es más una excepción, por más que la hayamos imaginado. Es algo que sucede todos los días en otras ciudades de México. O sea, nos estamos mexicanizando en la Ciudad de México”. ¡Sopas aztecas! No es posible escatimar el logro: al chetumaleño novelista se le salió una de las expresiones más extremas del malinchismo conservador. Si alguna ONG financiada por el gobierno norteamericano otorgara la Medalla Cum Laude al Malinchismo, ya la estarían presumiendo en la portada de Nexos.
- @gcastroibarra

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