Los funestos acontecimientos recientes en el estado de Guerrero, sobre todo en Acapulco como centro turístico y fuente de empleo, han ocupado mucho espacio en medios, tanto corporativos como independientes. Las cadenas de televisión privadas, otrora fábricas de opinión pública, volvieron a echar la casa por la ventana al enviar a sus lectores de noticias más laureados a la zona de desastre. Esto era toda una tradición en tiempos de bonanza, cuando los niveles de audiencia y el flujo constante de patrocinios hacían posible cualquier proeza, al tiempo que Televisa se autonombraba como “fábrica de sueños”, mientras que Azteca se ufanaba de ser una “señal con valor”.
Las coberturas sobre este tipo de hechos funestos se hacían de una forma muy concreta en el pasado. El despliegue de recursos y la preeminencia de la televisión como prácticamente el único medio posible para enterarse de cualquier suceso garantizaban despertar en las audiencias un sentimiento de solidaridad que motivaba grandes movilizaciones de ayuda humanitaria para así paliar la genuina inoperancia de los gobiernos en turno, los cuales, con el manejo adecuado de ciertas imágenes puntuales, se erigía como el verdadero héroe de la historia. Nadie preguntaba por las cifras que el gobierno invertiría ni tampoco se aseguraba de que los bienes donados llegasen a buen destino. Aplicaba en ese entonces la máxima de que, si algo proviene de un aparato electrónico y ahí lo dijo una persona blanca, de traje y con un lenguaje muy bien articulado; entonces no hay manera de que sea mentira.
Cuando esto último se lo empezaron a cuestionar las audiencias, el paradigma de los medios masivos comenzó a cambiar. En lo que va de este año, y como consecuencia del abandono por parte de audiencias y patrocinadores, las acciones de Televisa en la bolsa mexicana de valores han caído un 50%, mientras que las de TV Azteca cayeron un 37.5%, lo cual, al ser una empresa de menores dimensiones derivó en su salida de la bolsa, por lo que a día de hoy, esa parte del emporio de Ricardo Salinas Pliego ya no cotiza más en la mencionada entidad financiera. Es por eso que los relatores de partidos de fútbol ya no asisten a todos y cada uno de los partidos que transmiten ambas empresas, sino que abaratan costos con transmisiones desde estudio y solo envían a equipos de camarógrafos y audio ambiente. Esto se nota más cuando se trata de partidos internacionales; mucho más aún si no juega la selección nacional, que poco a poco está dejando de ser un activo de cohesión social y nacionalismo.
Ante este panorama podríamos pensar que la estrategia más lógica por parte de estas cadenas era seguir sobre el mismo modus operandi para abaratar costos. Sin embargo, y pensando mal, pareciera que en las lóbregas catacumbas en que se reúnen los líderes de la oligarquía mexicana, se llegó a un consenso muy claro: capitalizar la tragedia con fines político-electorales. El primer paso lo dieron los intelectuales y no tan intelectuales en las columnas de diversos periódicos y portales, sobre todo basándose en una muy oportuna fake news, ahora desmentida, acerca de que entidades estadounidenses alertaron con un día de antelación que el huracán Otis se volvería de categoría 5. Dicha noticia falsa fue desmentida incluso por el Washington Post. Sin embargo, y como suele suceder, pareciera que menos de la mitad de quienes recibieron el bombardeo inicial se enteraron del desmentido, por lo que en ciertos ámbitos la idea de que no se actuó a tiempo sigue presente gracias a la acción coordinada de comunicadores y opinadores al servicio de la oligarquía.
La estrategia de desprestigio fue maquiavélica y cargada de una mezquindad que raya en la misantropía; es decir, en el franco odio por el género humano. Era previsible que se criticara y cuestionara todo lo que hiciera el presidente, incluso que se generaran memes al respecto, pues los sectores de la población que no pueden verlo ni en pintura siempre estarán ahí y su presencia en redes sociales siempre será factor para ponerle sabor al caldo de la discusión política a nivel nacional. Sin embargo, tanto en redes sociales como en medios corporativos se comenzaron a difundir supuestos testimonios acerca de que el ejército y la guardia nacional estaban bloqueando la entrega de ayuda en especie a través de las carreteras, incluso llegando al grado de agredir a ciudadanos en retenes. Otros hablaban de que, a víveres entregados por parte de iniciativas ciudadanas o particulares se les estaba colocando el rótulo del partido Morena para hacer pensar a las personas que, ya no el gobierno federal encabezado por AMLO, sino el partido que postula a Claudia Sheinbaum para la elección presidencial del próximo año.
Todas estas estrambóticas historias y otras más han sido difundidas por medios corporativos y odiadores consagrados de la 4T de las redes sociales. Debido a que durante mucho tiempo estos medios jugaron ese juego cómplice de la disidencia controlada y la indignación por problemas sociales, queda es pequeño punto de verosimilitud que a los, tal vez no convencidos del odio a AMLO, pero sí más desinformados; la información les cuadre como cierta. Si bien el espectro de desinformados que sigue por instinto las tendencias y que mantiene esa idea nebulosa de que el gobierno es una figura antagónica porque “todos son iguales”, con eso les basta a la oligarquía y a sus voceros para sacarle raja satisfactoriamente al asunto. Yo mismo he sido testigo de una reunión improvisada en que trabajadores del IMSS sumamente desinformados daban por ciertos todos los bulos a través de los cuales he descrito este nuevo brote de infodemia.
«No donen» ha sido el transparente y escalofriantemente cínico reclamo de ciertos cibernautas, que, en la mayoría de los casos, no muestran ni su rostro ni su nombre real, y por lo mismo no tienen reparo alguno en verbalizar las verdaderas intenciones de todo este conglomerado de entes políticos y empresariales a los que no les importa ver el mundo arder mientras al final resulte que AMLO tuvo la culpa de todo. Los ataques, la manufactura del concepto del gobernante pasivo, rebasado y fuera de la realidad ha funcionado antes, incluso a nivel histórico, pues recordemos que durante mucho tiempo esa ha sido la descripción del proceder de Moctezuma Xocoyotzin durante sus últimos días de reinado.
Pero esto no tiene por qué quedarse así. La sociedad que somos ahora, más politizada, humanista, empática e interconectada a partir de medios cibernéticos –aquellos que tienen a los corporativos en la lona-, al igual que quienes nos dedicamos al periodismo independiente a través de las redes; estamos ejerciendo las facultades que tenemos para desmentir toda esta información falsa y hacer notar a quienes estén a nuestro alcance que todo se trata de una campaña politiquera y sumamente misantrópica para golpear al presidente, a Claudia Sheinbaum como candidata y al mismo tiempo propiciar un repunte en las encuestas por parte de Xóchitl Gálvez, el cual se ve sumamente lejano y solamente por culpa de ella misma. Eso en este momento, pero para el periodo electoral guardaremos todos sus twits, columnas y videos más cínicos y nocivos y se los haremos llegar a los candidatos de izquierda para que los muestren en los debates y así, ese espectro del electorado que aún conserva el antiguo paradigma de la comunicación de masas, se dé cuenta de quiénes realmente son y cómo piensan cuando no están frente a las cámaras aquellos que dicen “amar a México”. Sigamos apoyando a Guerrero en conjunto con el gobierno de AMLO y combatiendo la infodemia. No es tarea fácil, pero lo estamos logrando.
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