Han transcurrido al momento cinco años de un sexenio en que las fuerzas reaccionarias estuvieron en todo momento buscando la manera de entorpecer el ejercicio del gobierno por parte de Andrés Manuel López Obrador, quien jamás vio mermadas ni su legitimidad, ni tampoco su aprobación, que suele ser un rubro más volátil que ante la opinión pública y pasar factura de manera sensible ante la opinión pública. Los medios corporativos, otrora encumbrados como los portadores de la verdad por excelencia, gradualmente viraron su línea editorial hacia el franco golpismo con base en noticias falsas y comentarios sesgados. Así, de buscar a un público general, y en vista del éxodo de las audiencias hacia otros soportes y plataformas, las televisoras, la radio y los periódicos prefieren centrarse solo en las audiencias que están predispuestas a la crítica barata hacia el gobierno.
El proceso de politización que hemos experimentado como sociedad conlleva un rechazo sistemático a los medios corporativos, por lo que las audiencias emancipadas ya no volverán a éstos. De una manera absolutamente ridícula e irresponsable, estos medios, en contubernio con políticos reaccionarios que babean desde lejos por los puestos de elección popular; intentaron construir una narrativa que desconocía totalmente el trabajo del gobierno de AMLO, y no solo eso, sino que de manera alarmista hablaban de “la destrucción de México”, cuando la realidad en las calles, y sobre todo, a nivel del México profundo, hace que cualquier arenga seudo nacionalista de alguna legisladora panista histriónica pierda toda validez.
Muchos de los empresarios de quienes se pensaba estarían sistemáticamente en contra del gobierno de la Cuarta Transformación, paulatinamente han ido dejando la beligerancia, para luego asumir su verdadero rol, que es simplemente ser parte del engranaje productivo del país, el cual ahora es dirigido con una visión distinta que privilegia la conciencia social. Más allá del ruido que haga la oposición, la realidad es que ahora están mucho más solos que nunca, pues al principio del sexenio aún contaban con los indecisos, incrédulos o no politizados, pero ahora muchos se han definido y afortunadamente han descubierto que su realidad social los llama a darle el beneficio de la duda a la izquierda. Y esto no solo se da como parte del arrastre de AMLO como figura carismática, sino por los resultados de una administración que ha logrado sacar de la pobreza a más de cinco millones de mexicanos, ocupar en empleos y capacitación a tres millones de jóvenes antes desempleados, así como dar la posibilidad de estudiar carreras profesionales de manera gratuita y sin examen de admisión a más de 80 mil jóvenes a través de las Universidades Benito Juárez y del Instituto Rosario Castellanos.
Estos son solo algunos de los puntos que harían soltar una carcajada a cualquiera que escuchara el cuento de que “están destruyendo a México”. Y durante todos esos cinco años en que de una manera un tanto ingenua se persiguió en algunos momentos el objetivo de deponer del cargo a AMLO y en otros simplemente el de entorpecer su gestión para que la opinión pública lo sancionara en las urnas. Esto solo logró suceder de manera parcial en 2021, cuando la oposición capitalizó la tragedia de la línea 12, lo que, sobre todo en la Ciudad de México, dio como resultado el ascenso a cargos por parte de impresentables que se encargaron de hacer que sus votantes se arrepintieran con base en pifias, dislates y episodios dantescos. Dudo que alguien vuelva a votar por Lía Limón, Sandra Cuevas o Gabriel Quadri.
Pues bien, tan ocupados estaban los opositores en hacer el juego sucio, que cuando se les llegó el momento de construir una candidatura, se les olvidó todo lo que cacareaban. Siempre, para distinguirse de Morena y de las acusaciones de autoritarismo que le endilgaban a AMLO, hablaron de que presentarían una candidatura ciudadana, en consenso, bien meditada y en unidad, en el entendido de que, según ellos, el momento urgente demandaba que hicieran a un lado sus diferencias los partidos otrora antagónicos con tal de derrotar al malvado “López”, que es como algunos de los más cínicos se refieren al presidente para menospreciarlo por su raigambre, supongo que sin ponerse a pensar en la enorme cantidad de votantes registrados que comparten ese mismo apellido. Se llegaron los tiempos, de manera muy anticipada con respecto a otros sexenios, y ni todas las mesas de análisis, espacios en redes sociales con personas trajeadas y de muy articulado lenguaje ni el clamor de los analistas y editorialistas pudo obrar el milagro. Xóchitl Gálvez fue electa por el dedazo de un empresario golpista y sin autoridad moral. La derecha estaba tan desesperada y desprovista de liderazgos que simplemente se puso en manos del odiador de AMLO con más posibilidades económicas.
Claudio X. González obró el milagro para su facción y su triunfo personal ya está dado. Los políticos se pusieron a sus pies y él sin duda queda como el más inteligente de la historia, dado que Xóchitl Gálvez, pese a que los medios no han parado de inflarla, si por algo destaca es por su muy baja calidad humana, pues en el trato con las personas de a pie lo ha evidenciado, así como por su limitada capacidad intelectual y en general muy baja altura política. Pero era esto o nada. O se ponderaban los criterios de marketing apostando a que los electores no informados se decidan por ella a base de chistoretes y groserías, o se echaba mano de alguien probablemente más inteligente, pero indisociable de la imagen de corrupción y desconexión con el pueblo que ostenta la clase política tan quemada.
Esperen chistes de mal gusto, huipiles como estrategia de apropiación cultural, sonrisas falsas, groserías, eventos llenos de acarreados, propuestas estrambóticas con la tecnología como la cura de todos los males al centro de la ecuación, ataques burlescos hacia el presidente (aún) y hacia quien represente a la 4T. En fin, el circo que la oligarquía presentaba en cada sexenio, esta vez se presentará recargado y con el componente francamente estúpido de “rescatar a México”. Pues bien, aquí estamos los ciudadanos humanos, empáticos, politizados, soberanos y en pie de lucha para contrarrestar todo eso. Consciencia mata presupuesto.
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