Resulta difícil sopesar cuál es el principal problema que enfrenta nuestro país. Hacerlo de fondo, sin detenernos en temas coyunturales que si bien le dan material a los medios de comunicación, no permiten profundizar en aquello que nos mantiene sumidos en donde sea que estamos sumidos.
Para nuestra fortuna, el pensamiento conservador, siempre dispuesto a ayudar, constantemente se esfuerza por identificar, señalar y aportar grandes propuestas para resolver estas cuestiones, que algunos podrían considerar forman parte del ADN mexicano o son endógenas de nuestra identidad. Siguiendo el imaginario conservador, debemos detenernos en dos asuntos que quizá sean uno mismo: el lastre que representan ciertas regiones de la nación, y la incapacidad para ser un país que no somos, o ―quizá esto sea lo peor― la falta de voluntad por ser el país que deberíamos emular.
Una de las principales voces que ha arrojado luz sobre este tema es el nunca incansable y siempre deleznable legislador PANista, Gabriel Quadri, quien con un valor que ningún otro político mexicano ha mostrado, y que se explica más por falta de entendimiento que por valentía misma, suscribió, a raíz de los episodios violentos en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, que entre las múltiples problemáticas que tiene el estado del sureste está la de tener municipios zapatistas. Palabras que no hacen más que sumar a esa ―también valiente y también hija de la falta de entendimiento― declaración magistral del mismo Quadri en la que sostenía que si nuestra nación no tuviera que cargar con Guerrero, Oaxaca y Chiapas, seríamos un país de desarrollo medio y potencia emergente. Y es que todo país del mundo debería hacer lo mismo que hacen las potencias globales con el resto del planeta: despreciar al sur y explotarlo para garantizar la subsistencia del norte. Todo país debería renegar de la porción de su territorio que se encuentre al sur y ―de ser posible― deshacerse de ella. Así implique crear un nuevo sur dentro en ese nuevo país que buscaba eliminar al sur. Pero ese problema seguro puede resolverse de alguna u otra manera.
Bajo esta lógica, la de liberarse de las regiones subdesarrolladas, en donde ―como señala indignado y con tanta razón Pablo Majluf, ese humanista que niega la existencia del racismo en México― la gente no trabaja los días que llueve; se vuelve necesario mirar solo al norte, jamás cometer el error de mirar al sur y mucho menos de creer que uno vive en un país que tiene un contexto propio, problemáticas propias, cultura propia, practicas propias y que debería desarrollar soluciones propias. No. No. Y no. Solo el norte es maravilloso y solo en el norte se hacen bien las cosas y solo debemos contemplar e imitar al norte. Sí ese norte es estadounidense o europeo es cuestión de gustos, finalmente vivimos en una democracia guanabi nórdica y aquí a nadie se la va a imponer nada siempre y cuando no quiera voltear al sur. Todo lo que se haga en este país debe ser pensado y evaluado contra lo que se hace en el norte: si se planta un ahuehuete para remplazar una palma en una vialidad principal, ha de compararse con el bosque de Sherwood, si se desarrolla un parque para fomentar la convivencia en espacios públicos al aire abierto, hemos de compararlo con Disneylandia; como bien nos ha mostrado Eugenio Derbez, ambientalista, defensor de la identidad latina y promotor del respeto al ser humano. Mientras México no sea Estados Unidos o algún país europeo ―por favor, sean serios y no vayan a compararse con algún país balcánico o de la otrora URSS― el gobierno no estará haciendo bien su trabajo.
Es por esta razón que Ludwika Paleta ―la misma que fuera dócilmente sodomizada en NXIVM― vistiendo un huipil, debe ser noticia nacional. Porque la única función que tiene el sur, como señala el ideario conservador, es la de garantizar la subsistencia del norte. Y porque la única relevancia que se puede reconocer al sur es cuando el norte lo hace y ―mejor aún― si se hace desde el norte.
Entrados en gastos; cuando algo rompe con esta lógica, cuando alguien como el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, reconoce y aplaude el trabajo y compromiso del gobierno de un país del sur, reconoce y aplaude la labor de la CuatroTe no se debe caer en el fatalismo al estilo Jorge Berry y anunciar el fin de los tiempos; simplemente debemos asumir que por mucho que admiremos el norte, por mucho que consideremos que debemos emularlos y vivamos aspirando a ser conquistados nuevamente por ellos, por mucho que imitemos el estilo de vida de latitudes que no corresponden a la nuestra, al ser habitantes del sur no tenemos forma de entender la complejidad mental de los habitantes del norte y simplemente (como reza el catecismo conservador) debemos asumir que tienen razón.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
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