Ernesto “Che” Guevara es uno de los muertos incómodos para los oligarcas de América y del mundo entero que le siguen temiendo aun cuando el comandante ya trascendió el plano terrenal. El rostro retratado por Alberto Korda del joven guerrillero eterno, es el icono por excelencia de la utopía, -aquella estrella en el cielo que hace caminar a todo ser rebelde contra cualquier tipo de injusticia-.
La mirada del “Che” Guevara buscando el horizonte simboliza la idea de un mundo mejor, la esperanza de los explotados y los desposeídos por transformar la realidad adversa; por ello la médula de los inconformes tiene en el heroico Comandante de origen argentino un santo laico, y las posibilidades de la revolución desde abajo -que en el caso del pueblo cubano se llevaron a buen puerto-, son un poderoso mensaje a las nuevas generaciones, mensaje que las elites de todas las latitudes quisieran enterrar.
No es casualidad que en la víspera del aniversario luctuoso de Ernesto Guevara de la Serna este 9 de octubre, el alcalde Jorge Morán de la localidad de Chalchuapa, El Salvador, ordenó retirar un monumento de Ernesto “Che” Guevara, ubicado en las cercanías del sitio arqueológico El Tazumal, en la región donde había sido construido por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) durante su gestión. El alcalde que cometió este atentado contra la memoria histórica, es integrante de la fuerza política del presidente salvadoreño Nayib Bukele. Con actos reprobables como tirar un monumento y negar la sabiduría popular, desde las viejas elites de poder y los alfiles de la defensa del status quo, se reavivan las acusaciones de “violento” y “comunista” contra el Dr. Guevara, sin advertir el contexto y los verdaderos alcances de quienes no tuvieron otro camino más que recurrir a la revolución para terminar con el dolor, el despojo y el sometimiento cruel de pueblos devastados por el capitalismo voraz.
El mejor periodista del siglo XX, Ryszard Kapuściński en una respuesta memorable sobre la validez o no de la opción por lucha armada en América Latina, pone en contexto la actitud que inspiró el ejemplo de este médico que devino en guerrero eterno, para generaciones sucesivas de jóvenes revolucionarios:
“Este principio de honestidad moral es un rasgo característico de la izquierda latinoamericana. También es causa de sus frecuentes derrotas en la política y en la lucha. Pero hay que intentar entender su situación. Todo joven latinoamericano crece rodeado de un mundo corrupto. Es el mundo de una política hecha por y para el dinero, de la demagogia desenfrenada, del asesinato y el terror policial, de una plutocracia implacable y derrochadora, de una burguesía ávida de todo, de explotadores cínicos, de arribistas vacuos y depravados, de muchachas empujadas a cambiar fácilmente de hombre. El joven revolucionario rechaza ese mundo, desea destruirlo, y antes de que sea capaz de hacerlo, quiere contraponerle un mundo diferente, puro y honrado, quiere contraponerle a sí mismo.”
Este 9 de octubre se cumplen 56 años de la emboscada al Che en las orillas del río Ñancahuazú, su detención en la quebrada del Yuro y su ejecución en un salón de escuela de La Higuera, de dónde postrado data su última fotografía. Ernesto Guevara cayó en su última campaña mientras intentaba organizar un nuevo foco insurreccional para la liberación de los campesinos, los indígenas y los pobres de Bolivia; desde entonces se sabe que el día que mataron al Che siempre lloverá, y una estela de infinita tristeza cruza las calles y patios de América Latina como recuerdo de esa mala hora para la gente humilde y trabajadora desde la Tierra del Fuego hasta el río Bravo.
Pero si su muerte fue un duro golpe auspiciado por la CIA estadounidense y operado por el régimen dictatorial de general Rene Barrientos, su legado permanece en las lecciones que él mismo encarnó sobre el Hombre Nuevo -que prefirió seguir luchando en el Congo y en Bolivia antes que derretirse en las mieles del poder temporal y de los cargos públicos-, pues el “Che” Guevara hizo de su propia existencia una fuente de la que abrevan todos aquellos que sueñan y luchan por mundos mejores, dónde más allá de logros individuales, subiste el ideal de la utopía colectiva que es la justicia para los humillados y condenados de la tierra por el afán de lucro y poder. Siempre el Che.
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