Para entender las acciones del presidente saliente, es esencial considerar el contexto en el que asumió el poder. El país estaba atravesando un periodo de profunda decadencia, una crisis aparentemente interminable. El neoliberalismo había traído consigo el abandono de las mayorías, favoreciendo a una oligarquía que se había enquistado en los proyectos gubernamentales.
La llegada de López Obrador a la presidencia representó el ascenso de un pueblo oprimido desde las altas esferas del poder. Su presidencia no fue casualidad, sino el resultado de décadas de lucha de diversas corrientes de izquierda. El inicio de su gobierno marcó un hito en la historia nacional: por primera vez en mucho tiempo, una persona genuinamente del pueblo alcanzaba el puesto publico más importante del país.
La presidencia de López Obrador fue, como consecuencia de lo mencionado, un gobierno que mantuvo una conexión constante con las demandas y necesidades del pueblo. Sus políticas, en su mayoría, reflejaron esa sintonía, y sus acciones estuvieron respaldadas por amplios sectores populares. Si hubiera que resumir su gobierno en una sola palabra, esa sería “legitimidad”. En ningún momento traicionó la confianza depositada en él por las mayorías, una confianza que se forjó desde los tiempos del desafuero y que se consolidó a lo largo de su mandato.
En términos cuantitativos, el gobierno de López Obrador se distinguió por una serie de logros relevantes: la pobreza disminuyó, la economía creció de manera sostenida, la deuda pública fue manejada con responsabilidad y el tipo de cambio del dólar se mantuvo estable e incluso a la baja. México ascendió hasta convertirse en la 12ª economía más grande del mundo, el salario mínimo experimentó un incremento significativo, la delincuencia mostró una tendencia a la baja, el desempleo disminuyó y se realizaron importantes inversiones en infraestructura. Estos logros económicos y sociales fueron cruciales para estabilizar el país tras años de crisis.
Si hablamos de los logros cualitativos, podemos destacar que durante este sexenio México ejerció una mayor soberanía en el ámbito internacional, algo que había estado rezagado durante años. El gobierno priorizó, por primera vez en mucho tiempo, a los sectores más vulnerables, fortaleciendo la legitimidad del Estado. Además, México se consolidó como un líder regional indiscutible, y hubo esfuerzos concretos por restaurar el tejido social que el neoliberalismo había debilitado.
Uno de los puntos críticos que merece mención es el papel preponderante que asumió la SEDENA, un aspecto que ya abordé en otra columna. Sin embargo, fuera de esto, considero que no temo al afirmar que el gobierno de López Obrador fue el tercer mejor sexenio en la historia de México, solo comparable con los periodos de Benito Juárez y Lázaro Cárdenas. No sé si lo que presenciamos fue una revolución, pero sería ignorar la realidad no reconocer que se gobernó en favor del pueblo y que se desafiaron las estructuras del poder establecidas en periodos anteriores.
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