El teatro ha sido desde tiempos prehispánicos, una forma de expresión artística que puede ir más allá del entretenimiento. Hoy por hoy se sabe de su poder transformador y se ha utilizado como una herramienta muy valiosa para sembrar la semilla de una consciencia social. Asistir a una obra teatral independiente, política, moral o social nos hace reflexionar sobre nuestra sociedad, cuestionar normas establecidas o fomentar la empatía.
Veamos un poquito de historia sobre algunas manifestaciones teatrales que han servido como instrumentos sociales. A principios del siglo pasado surgieron “las Carpas” como un teatro ambulante que se manifestaba a través de la sátira política, números humorísticos, satíricos y musicales. Estas carpas móviles desmontables fueron muy populares por ser económicamente accesibles al público trabajador, darle voz al sentir político del pueblo y romper con cánones estéticos y moralinos de la época.
Más adelante en los años setenta, cuando la rigidez de las instituciones del Estado mexicano entró en conflicto con los movimientos sociales, particularmente de un sector juvenil, dio lugar a muchos movimientos artísticos ligados a la acción política como es el caso del Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística (CLETA). Recuerdo la primera vez que vi a Enrique Cisneros el Llanero Solitito, haciendo teatro callejero en las islas de Ciudad Universitaria a principios de los noventa. Me impactó porque era un genio para la improvisación y para pescar al vuelo la oportunidad que le daba la interacción con el público, soltar de manera chistosa información seria y divulgar una ideología de izquierda profunda.
Es así que el teatro independiente nos permite dar voz a aquellos que han sido históricamente marginados en la sociedad mexicana. Como la compañía de teatro “Los Colochos” que presentó una obra titulada “Mendoza”, basada en la novela de Juan Rulfo. Esta adaptación teatral dio vida a los personajes olvidados y desfavorecidos del México rural, poniendo en el centro del escenario a los campesinos y que hacía reflexionar sobre la desigualdad y la injusticia. A través de la dramatización se crea así, conciencia sobre la disparidad social y aún más importante se despierta el interés por el cambio.
Otro ejemplo lo es la compañía de teatro comunitario Teatro Sin Paredes, que llevó a cabo un proyecto en una zona vulnerable de la Ciudad de México. Mediante talleres teatrales, los jóvenes de la comunidad se empoderaron, desarrollaron habilidades de comunicación y crearon obras que reflejaban sus realidades y desafíos. En estas circunstancias, la experiencia fomentó el pensamiento crítico, la autoestima de los participantes, fueron capaces de explorar su identidad cultural y de expresar sus preocupaciones.
En la Cuarta Transformación es indispensable reconocer este arte como una necesidad en la que los creadores se pregunten para qué, qué inquietudes personales pueden convertirse en inquietudes para otros y compartirlas con más compañeros. Si no se trabaja bajo estos cuestionamientos, se producen un montón de obras y proyectos de investigación sin trascendencia.
Existen metodologías teatrales hasta cierto punto nuevas, como el Teatro del Oprimido o el Teatro de la Escucha, cuyo objetivo es devolver a las personas, sean ellas espectadoras o actrices, la capacidad de reflexionar de manera crítica sobre la realidad que rodea a un barrio, colonia, municipio o comunidad.
Desde mi punto de vista el Teatro Foro, es una herramienta central porque representa un vehículo determinante para el diálogo con públicos que viven alguna vinculación con la problemática social presentada en escena. El Teatro Foro permite profundizar en hechos como la opresión, las injusticias o las noticias falsas.
A través de las obras de teatro escritas e interpretadas por los miembros de la compañía o colectivos, se ponen en escena situaciones cotidianas relacionadas con la vulneración de derechos humanos. Lo esencial en este tipo de teatro foro es que el público es invitado a poder entrar en escena, sustituyendo a los actores para buscar soluciones alternativas a las planteadas y abrir así la posibilidad de nuevos punto de vista y propuestas de acción como lo podría ser un comité para la defensa de los derechos humanos locales.
Estas formas de teatro incluyente podrán transformar a los espectadores, de consumidores pasivos de una cultura hegemónica, a principales productores de una cultura anclada a nuevas narrativas, presentar y difundir relatos que presenten una disyuntiva entre el mundo de la opresión cotidiana y nuevos mundos posibles construidos desde abajo. Es mucho más efectivo entablar un diálogo colectivo, divertido y provocador que supere en profundidad e impacto a la simple reflexión analítica.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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