Ricardo Anaya, coordinador de los senadores del PAN, anunció con dramatismo que no votará este 1 de junio, tachando el proceso de “vulgar fraude”. Sus palabras, sin embargo, resuenan a hipocresía: ¿Acaso olvida que su partido gobernó entre balas y pactos oscuros?
Bajo el mandato de Felipe Calderón (2006-2012), el PAN no solo normalizó la militarización, sino que su “guerra contra el narco” dejó más de 120,000 muertos y fosas clandestinas. Hoy Anaya, cómodo en su trinchera de privilegios, se niega a votar mientras su discurso se llena de banderas democráticas. ¿Dónde estaba esa ética cuando su partido negociaba con poderes opacos?

“Morena y el narco controlarán el Poder Judicial”, clama el ex candidato presidencial. Pero lejos de aportar pruebas, su retórica evoca el mismo miedo que usó el PAN para justificar masacres. Curioso: él, que ahora habla de “jueces vinculados al crimen”, calló cuando Calderón colocó a allegados en tribunales clave sin escrutinio.
Anaya insiste en que no será parte del “atraco”. Sin embargo, su estrategia es clara: deslegitimar las elecciones para esconder que el PAN perdió credibilidad tras décadas de simular una lucha anticorrupción. Mientras él llama a la abstención, millones de ciudadanos saldrán a las calles para transformar un sistema judicial históricamente manipulado por la derecha.
La ironía es grotesca: quien se ufana de “defender la República” hoy la entierra con un discurso derrotista. Si el PAN realmente teme al narco, que explique por qué durante sus gobiernos el crimen creció… y sus cuentas bancarias también. La democracia no se defiende con lágrimas de coyote, sino con hechos. Anaya, al negar su voto, solo confirma que su moral es tan frágil como su memoria.

Comentarios