Ajustarse a la realidad es uno de los principales problemas con los que lidiamos. De ahí haya quienes prefieran ajustar la realidad a uno. Esa parece ser otra de las propuestas con las cuales el conservadurismo mexicano determina su derrotero. Desde luego que, la idea no es de ellos. Pero ¿qué importa si fue Goebbels o alguien más quien sostuvo que repitiendo una mentira con suficiente frecuencia se convierte en verdad? Lo que importa es hacerlo e insistir en ello hasta que la realidad ceda a los caprichos de una minoría que se niega a que el mundo se niegue a preservar su estatus privilegiado.
Fieles a ello, fieles a la construcción de la mentira, quienes defienden los intereses de la industria vapeadora no tardaron en salir a acusar al gobierno de la CuatroTe de reprimir a los espíritus libres que quieren vapear sin ser perseguidos… cuestionar los “motivos de salud” (las comillas son de los conservadores) para prohibir los inocentes vapeadores y acusar a la prohibición de condenar a nuestros hijos al mercado negro y sabotear la recaudación de impuestos que se puedan invertir en salud. Olvidemos por un momento la abundante evidencia que existe sobre el daño de los vapeadores, ignoremos que la OMS se ha manifestado en contra de ellos y que en otros países han sido prohibidos; y detengámonos en el hecho de que los promotores y fanáticos de la guerra contra el narcotráfico, los adalides de la mano dura, se declaran incompetentes para controlar a sus propios hijos. Se están mordiendo las uñas porque no saben como evitar que sus hijos recurran al mercado negro para seguir vapeando. Y, al mismo tiempo, promueven abiertamente enfermar a la población para recaudar impuestos con los cuales atender a esa población enferma por la falta de leyes y mecanismos que proteja a la población. Argumentos que seguramente ganará muchos adeptos.
Por otro lado, luego de que en la conferencia mañanera AMLO mencionara a Hitler, el discurso conservador, más cercano al pensamiento del dirigente Nazi que cualquier otro, afirmó que el presidente invitaba a leer a Tolstoi, Lenin y Hitler, a quienes ―acusaron― considera grandes escritores. La apuesta consistía en quemar en leña verde a Andres Manuel por mencionar a un personaje que, en el imaginario colectivo, sintetiza la maldad misma. Tristemente, el noble esfuerzo conservador no pasó a mayores y se quedó en lo anecdótico del momento. Ni siquiera hizo falta aclarar que AMLO contrastaba a un gran escritor: Tolstoi (nunca se refirió a otro), con un par de ideólogos tremendamente importantes para el siglo XX: Lenin y Hitler, quizá dos de los clichés ideológicos más fáciles de identificar de izquierda y derecha. Es decir: contrastaba literatura contra propaganda como vía de formación política.
No podemos terminar sin mencionar las declaraciones ―mismas que se llevan el reconocimiento a la mejor adaptación de la realidad― sin sustento alguno, porque no puede haber sustento alguno en el arte de adaptar la realidad a lo que uno quiere, de Francisco Labastida, con Carme Aristegui, sobre como el PRI ayudó (previo pacto) a que Morena ganara en 2018. Ojo, se trata de la misma aseveración que ha salido a flote sobre los resultados de las elecciones del pasado 5 de junio: Morena gana por que el PRI le ayuda. El voto de los ciudadanos en las urnas es un acontecimiento insignificante, si se quiere: simbólico. Si Morena gana es porque el PRI lo permite y punto. De no ser así, ni con 30 millones llega alguien a la presidencia. Creer eso podría explicar porque el PAN sigue aliado con el PRI (a pesar de que Santiago Creel afirme que no hay nada más autoritario que el PRI), porque sin su venia, no sucede nada en este país. Lo que habría que preguntarse es ¿Qué papel juega el INE en todo esto? ¿Los resultados electorales dependen de la aprobación del PRI? ¿No se trataba de un organismo autónomo, incorruptible y ejemplar?
Entrados en gastos… no deja de llamar la atención esa insistencia en sostener que el presidente “vive en un palacio” (de nuevo, las comillas son de los conservadores”). No se puede negar que el esfuerzo es loable: proyectar la imagen de vida palaciega en los más altos niveles de la CuatroTe. Sin embargo, obviar que el presidente vive en el departamento al interior de Palacio que EPN y FECAL usaban como cuarto de descanso, y que Palacio Nacional también es la sede del poder ejecutivo, la Secretaria de Hacienda y Crédito Público, dos museos, murales y que forma parte del corredor cultural del centro Histórico, es estirar demasiado la liga. Casi tanto como criticar la pobreza franciscana, de la que se ha hablado últimamente, porque México es un país megadiverso o por las reservas de hidrocarburos y litio que existen en territorio nacional.
Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
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