Desde Occidente, se nos ha vendido la idea de democracia o dictadura como únicas formas de gobierno posibles, y la realidad es que los países “democráticos” son solamente los socios que se subordinan a los mandatos de la casa blanca en Washington: G7, G20 y básicamente todos aquellos países subdesarrollados que le permiten a otros expoliar sus recursos, poner a títeres en su gobierno y, si se necesita, instalar bases militares.
La consigna es clara: si eres aliado democrático, tienes derecho a no ser invadido y saqueado del todo, y, sobre todo, tienes el beneficio de comerciar con Estados Unidos, acceso al dólar como moneda de reserva e intercambio, a poder adquirir sus grandes avances tecnológicos, a poder consumir toda su cultura del entretenimiento, a préstamos de organismos internacionales y a un trato “digno”. Nunca serás un igual, pero al menos no te caerán las bombas en nombre de la democracia.
La cuestión es que, sin bien para Washington funciona así, electoralmente a nivel local ya no es tan rentable la idea de democracia, ello porque las personas se han dado cuenta, más allá de discursos políticos vacíos, que lo que importa es un proyecto de gobierno que beneficie a la clase trabajadora en sentido amplio más que al capital (marxismo puro y duro, pero no estirar tanto la liga como en su momento lo hizo Chávez en Venezuela o Castro en Cuba), limpiar y fortalecer al Estado interventor y emprendedor, e intentar crear un estado de bienestar a la antigua usanza europea. Todos ellos fueron los ejes rectores del proyecto alternativo de nación que planteó el presidente López Obrador y que sigue al pie de la letra Claudia Sheinbaum.
Los comentócratas mexicanos conservadores están al borde de la histeria porque hablan de autoritarismo y crisis constitucional en el proceso de la reforma judicial, y eso, en sus cabezas, es un gran argumento político-electoral para debilitar a la 4T, pero la verdad es que no es así porque la mayoría de mexicanos sabe y entiende, a partir de la gran politización que adquirió en el sexenio pasado, que realmente hay otros factores diferenciadores.
China y su partido comunista, desde la lejanía, está ayudando a romper el paradigma de la supuesta democracia y libertad en Occidente, en donde suele haber gobiernos cortoplacistas que les interesa más la siguiente votación, echarse culpas y manchar al otro partido, mantener una supuesta superioridad moral que al final es pura hipocresía, bloquear a toda costa el proyecto de gobierno del otro aunque signifique bienestar y avance, blanquear a sus aliados, quedar bien ante el imperio y conservar el poder más que el real beneficio de la clase trabajadora.
Son debilidades evidentes de los supuestos sistemas democráticos, en cambio, en el país oriental, no hay nada que votar y la única función del presidente es vigilar que se cumplan los objetivos estratégicos del país. No es el paraíso y existen muchas desventajas en los sistemas autoritarios, evidentemente, pero conseguir que 800 millones de personas salgan de la pobreza y que un país rural pase a ser la segunda potencia mundial parecen logros incontestables ante la decadencia de países otrora ejemplos, como los europeos. Y ojo, no se trata de promover el autoritarismo porque a todos nos queda claro que un sistema de gobierno como el chino sería inviable en un país con la posición geográfica, la cultura y la historia de México. Se trata, solamente, de cuestionarnos si la democracia liberal, capitalista, burguesa, rentista y explotadora bajo el paradigma de dominio estadounidense es la mejor opción para gobernar un país como México, y también si los argumentos electorales en este sentido son tan fuertes como para cambiar el voto.
El mundo ya cambió, y si bien todavía se necesita “la aprobación” de Washington para no ser bombardeados, la democracia y el papel del Estado han evolucionado radicalmente.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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