Antes de comenzar esta columna, le hago una pregunta al lector simpatizante con MORENA, ¿Eres de izquierda y derivado de ello va tu militancia, o eres militante y de ahí parte tu posición en la izquierda? Si te identificas con la segunda afirmación, esta columna no es para ti; en cambio, si tu simpatía va con base en un pensamiento de izquierda, te invito a seguir leyendo.
Comienzo advirtiendo que las instituciones no son simplemente el reflejo de decisiones individuales; más bien, operan como estructuras de poder al servicio de la clase dominante. Esto es especialmente claro en el sector castrense y dentro de las empresas. Al ingresar a una organización, los individuos son moldeados por las necesidades de dicha estructura, no al revés. Cuando una institución cambia, lo hace como respuesta a presiones históricas desde abajo, no por la influencia de “individuos elevados”. En ese sentido, los cambios siempre responden a la dinámica de los subordinados.
Dicho lo anterior, sin importar que nuestro ejército esté nutrido en las bases por pueblo mexicano, en la práctica no tienen poder de decisión, siempre tendrán que actuar de acuerdo con las demandas de la institución a la que pertenecen. Para dejar claro el punto: El hablar de “el ejército” no es englobar un conjunto de individuos, es tomar en cuenta a una institución con una conciencia colectiva propia; y, en el caso del ejército, un poder vertical por naturaleza.
Entendiendo lo anterior, procederé a hablar de la organización que nos compete. El ejército mexicano, sí tiene un origen popular, un comienzo en la revolución mexicana; sin embargo, no tardaron mucho tiempo en convertirse en la principal institución que ayudó al estado priista en la represión de sus opositores. La historia de nuestro ejército es sinónimo de la memoria de los movimientos sociales reprimidos (tanto de izquierda como de derecha).
¿Cómo olvidar la represión a los cristeros, la masacre de Tlatelolco en 1968, el Halconazo de 1971, la brutalidad en San Salvador Atenco, el operativo en Ciudad Juárez de 2008, los vuelos de la muerte, la guerra contra el EPR, el crimen de Acteal, los desaparecidos de Ayotzinapa en 2014, la presunta colaboración con el Cártel de Sinaloa durante el gobierno de Felipe Calderón, la guerra contra el narco y todos los asesinatos cometidos durante la guerra sucia? Estos son solo algunos de los innumerables crímenes de Estado perpetrados por nuestras fuerzas armadas
¿De verdad le piden al pueblo que tenga cariño por sus verdugos? En un país marcado por la desaparición forzada, ¿esperan que la gente quiera a sus asesinos? López Obrador llegó prometiendo que regresaría al ejército a sus cuarteles, pero una vez en el gobierno cambió completamente su discurso. Alguien podría argumentar que quizá tuvo miedo. ¿Cómo iba a gobernar con las fuerzas armadas en su contra? Tal vez quien diga eso tenga razón. Sin embargo, a esa persona le hago una pregunta: ¿Para no gobernar en contra del ejército era necesario aumentarle el presupuesto e incluso tratar de limpiar el nombre de la institución?
Otro lector puede argumentar que era imposible sacar al ejército de las calles, quizá me deseen que vaya a las poblaciones “protegidas” por las fuerzas armadas debido a que son asediadas por el narcotráfico. A esa persona le aconsejaría que viaje a Cherán en Michoacán, a las zonas zapatistas o, que simplemente se de el tiempo de escuchar a una de las madres buscadoras que abundan por este país.
El cambio de opinión es válido, sin embargo, deja de serlo en el momento en que ni siquiera se intentó la primera “opinión”. Nunca se intentó meter bajo ninguna política sexenal al ejército a los cuarteles, siempre fuimos en dirección de irle dando mas influencia en la política nacional. En el momento en el que escribo esta nota ya ni siquiera se está planteando la alternativa de no depender de las fuerzas armadas para seguridad interior.
Hoy, la principal disputa es si institucionalizamos la presencia de la SEDENA en las calles, estamos debatiendo el regalarle la policía interna al principal órgano asesino de mexicanos en nuestra historia. La reforma a la guardia nacional es un error histórico, los mexicanos del futuro van a juzgarnos duramente por ello. En el futuro se recordará al gobierno de López Obrador por haber ido en favor de los mexicanos, por subir el salario mínimo, por pelear contra los poderes facticos y, por la politización creada en favor del pueblo de México; sin embargo, la “reforma a la guardia nacional” será un punto negro, significará la institucionalización de la militarización. Esto será el error del sexenio.
Solo me queda hacer una pregunta a los senadores de Morena, ¿Qué semana pasarán la reforma a la Guardia Nacional? ¿La del 26 de septiembre o la del 2 de octubre?
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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