Desde principios de 2018, cuando la ola de Morena anunciaba un huracán electoral, los críticos irracionales y sistemáticos del gobierno aseguraban, entre potros profecías pesimistas, la reelección del Presidente López Obrador. Se pasaron los seis años de su gobierno asegurando que a última hora cambiaría las leyes para seguir en el poder.
Otros desde la perspectiva del pasado y con el bagaje retórico de anteriores presidentes, aseguraban que nunca se iría a su rancho y que estaría dictando órdenes por teléfono, por internet o con señales de humo. Siguen esperando.
El líder moral, iniciador, y fundador del movimiento que gobierna el país es López Obrador, lo cual le permite seguir asesorando a su partido o a los gobiernos que emanen de su organización sin menoscabo de quienes gobiernan o dirigen el partido; sin embargo, no lo hace. De haberlo hecho sería nota de primera plana en varios medios que se han convertido en partidos de oposición.
Actualmente tiene más participación en los medios Fox y Calderón que López Obrador. Es decir, caen en los errores que pronosticaron en el contrincante.
Ahora, a casi dos meses de estar apartado de la política no sólo no tiene apariciones en público sino que es la oposición que condenaba la reelección y la calificaba de un acto antidemocrático, la que se reelige. El PRI, por ejemplo, no deja lugar a dudas, cambia sus estatutos para convertir al líder nacional en dirigente vitalicio. En el PAN, la victoria ficticia de Jorge Romero en una elección interna simulada, muestra una inequívoca reelección de Marko Cortés y sus cómplices del cartel inmobiliario y otros muchos delitos que creen esconder bajo la consigna de persecución política, que van desde los moches hasta su relación con el narcotráfico como lo dejó en evidencia la condena de Genaro García Luna.
La oposición se fue quedando sin consignas en un lapso de seis años. Aquella devaluación gigantesca, la anunciada inflación, los millones de mexicanos desempleados, la inversión extranjera huyendo del país como si fueran migrantes argentinos, quedó sólo en un llamado en falso en una manera más de infundir miedo, estilo propio de una derecha sin propuestas.
La derecha ha tenido propuestas en México más allá de convertirse en contrapeso, pero la historia pareciera tan alejada de quienes ahora dirigen esa parte ideológica que prefieren el grito, la estridencia, la clasificación y el insulto.
Los pronósticos que hace seis años aparecían en los eternos cómplices de los conservadores que son los medios convencionales en todo el mundo, se han derrumbad y en lugar de reconocer su error, su falta de sistematización en el pronóstico, continúan repitiendo el desastre para el futuro.
Es raro que la derecha en México tenga como sustento económico a los empresarios desde el día en que nacieron como partidos políticos. Porque es en la iniciativa aprobada donde los pronósticos arriesgan su futuro y de estar equivocado una profecía, puede costar la quiebra del lugar donde trabajan. O simplemente el despido de quien temerariamente lanza, a los cuatro vientos, tan aventuradas predicciones.
En la política hay tanta tolerancia l respecto que se convierte en impunidad, los pronósticos que en realidad son consignas y a veces sabotajes al contrincante, dejando de tener efecto hasta que se demuestra lo contrario y en lugar de señalar al responsable de tan malos augurios, los repiten tratando de convertirlos en verdad.
La derecha en México no repite los rumores, consignas o mentiras simplemente la recicla frases huecas ante la falta de creatividad e imaginación. Las vuelve basura desde el momento en que las emite para venir cayendo en su práctica como es el caso de la reelección. Es decir, vaticinan su propio desastre.
La derecha se propuso durante todo el tiempo crear una profunda ignorancia en la población, haciendo de la aplicación de las leyes una especie de código secreto y de la historia una leyenda de la que puede prescindirse, previendo que el día de su caída, pudieran manipular a la gente a la que impusieron la ignorancia.
La derecha no tendría seguidores si la cultura de los mexicanos no fuer atan simplista, lo cual no es un problema de clases sociales, porque la experiencia de los trabajadores, de los asalariados, incluso de los burócratas es superior a la de una parte de la clase media indiferente a la información, a la política y muy alejada de la participación social y del pueblo. En México, la ignorancia empieza a convertirse en una opción para la sociedad, lo mismo sucede con la desinformación. Hay quienes prefieren intentar darse cuenta de lo que sucede y otros que se acercan más a la verdad, todo depende del medio a través del cual quieran ver las cosas que suceden.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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