Siendo el titular de la Secretaria de Educación Pública (SEP), Narciso Bassols en colaboración con Carlos Chávez, Director del Departamento de Bellas Artes, le propusieron al fotógrafo estadounidense Paul Strand la creación de un sistema de producción cinematográfica en México. Strand, quien ya estaba familiarizado con México desde 1932 y estaba hechizado con las posibilidades plásticas de nuestro país, aceptó. Entre ellos, idearon un argumento sobre los pescadores del Puerto de Alvarado, Veracruz, en el que buscaban reflejar su atraso y explotación en un mundo completamente alejado del centro político y económico del país que era la Ciudad de México. Además, la musicalización estuvo a cargo de Silvestre Revueltas, quien hizo una magistral obra que posteriormente cobró vida propia como música de concierto.
Influenciados por el trabajo del cineasta soviético Sergei Eisenstein, en el uso del montaje y el empleo de gente con poca experiencia ante la cámara y patrocinado por la SEP, el cineasta germano-polaco Fred Zinnemann en colaboración con Emilio Gómez Muriel, sobrino de Chávez, rodaron la película Redes (1934) con los humildes pescadores de Alvarado en ocho meses, a pesar de las múltiples interrupciones y los problemas burocráticos que enfrentaron.
Esta película trata de un grupo de pescadores que se rebelan en contra de la explotación laboral de su patrón, Don Anselmo Herrera, un comerciante que les compra el pescado a precios muy bajos. Los inconformes son dirigidos por Miro, cuyo pequeño hijo murió por falta de recursos económicos. El comerciante soborna a un candidato a diputado, con el fin de dividir a los pescadores. La policía reprime a los pescadores, y el político aprovecha la situación para matar a Miro. No obstante, el asesinato refuerza la unión entre los pescadores, que organizan un gran cortejo fúnebre hacia la ciudad. El entierro de Miro se convierte en una manifestación para denunciar las injusticias que sufren los pescadores.
“Esta película fue el resultado de un conjunto de circunstancias como parte de un proyecto oficial patrocinado por el Estado durante el periodo socialmente más progresista en la historia del país” fueron las palabras del cineasta estadounidense Martin Scorsese (Buenos Muchachos, Casino, El Lobo de Wall Street), quien llevó a cabo el rescate y restauración de esta película, declarándola como un “tesoro cinematográfico del mundo”, a través de su organización World Cinema Foundation.
Este film reflejó la ideología del Cardenismo, que estaba comprometida con la clase trabajadora, denunciando la explotación laboral y el acaparamiento de los comerciantes perpetuando la dominación política a través de un control económico. No hay que olvidar, que el proyecto gubernamental de promover una educación socialista causó una confrontación entre los radicales cardenistas y sus opositores, el cual adquirió una manifestación clara en la educación y en la cultura en general. Si para algunos el propósito de ese tipo de educación era impulsar una escuela comprometida con los principios revolucionarios y dar lucha sin cuartel contra fuerzas entorpecedoras y los explotadores del pueblo, para otros, como las organizaciones católicas y padres de familia, representaba un atropello inadmisible contra la libertad de creencias y los valores cristianos. En otras palabras, era un abierto rechazo al monopolio del Estado educador.
90 años después, se lleva a cabo una nueva lucha sin cuartel entre aquellos que impulsan el proyecto de Andrés Manuel López Obrador, cuyo fin es otorgar preferencia a los pobres y humillados, y otros que buscan restaurar las políticas de privatizaciones de empresas públicas y de sectores estratégicos. El pasado 2 de noviembre, salió publicada en La Jornada, una carta abierta titulada “El Cine, el arte del pueblo” escrita por el cineasta Sergio Olhovich (Llovizna y Esperanza), dirigida a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo; Claudia Curiel de Icaza, titular de la Secretaria de Cultura federal; a Clara Brugada, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México; a Daniela Alatorre, directora general del Instituto Mexicano del Cinematografía (IMCINE); y a Ana Francis Mor, secretaria de Cultura de la CDMX. En ella, el cineasta hace un llamado para impulsar una nueva ley cinematográfica, socialmente comprometida y nacionalista, que refleje la ideología del humanismo mexicano de la 4T, basada en cuatro puntos. El primero, consiste en privilegiar a las y los trabajadores de la industria cinematográfica (directores, guionistas y técnicos). Segundo, Promover la creación de cooperativas de cineastas, donde por medio del esfuerzo colectivo, las y los trabajadoras sean dueños de su propio trabajo y puedan producir filmes y explotarlos comercialmente. Tercero, establecer mecanismos de financiamiento flexible con las instituciones indicadas para producir filmes. Y cuarto, regular la distribución y exhibición del cine mexicano, con base en sanciones claras contra los privados que no cumplan con los tiempos de pantalla.
Una de las principales causas del deterioro de la producción cinematográfica mexicana, fue la privatización de los medios de comunicación estatales, en la que se vendieron la exhibidora COTSA, la distribuidora Continental de películas y a las empresas productoras Conacine, Conacite 1 y Conacite 2. Como consecuencia, las producciones de Hollywood invadieron las salas de cine del país y el 90% de las películas mexicanas realizadas actualmente no recuperan lo que costaron. Es decir, películas de terror y las comedias románticas mexicanas, géneros más atractivos al público, terminan por fracasar en taquilla en su mayoría.
Por otra parte, Olhovich llama a “no menospreciar el cine”, porque es una asignatura pendiente. No obstante, durante el sexenio de López Obrador, la Secretaría de Cultura impulsó un programa para invertir en trabajos cinematográficos dentro del presupuesto federal, dando como frutos el documental Tengo un sueño (2022) de Carlos Lara, elaborado por un semillero creativo de cine de la alcaldía Gustavo A. Madero (que puede verse en Youtube). Otro caso a mencionar, es el documental Helguera: el trazo de la congruencia (2022) de Armando Casas.
Actualmente, el cineasta de 83 años terminó de realizar 1938: Cuando el petróleo fue nuestro, proyecto cinematográfico que escribió en conjunto con el fallecido escritor Carlos Montemayor después de no recibir apoyo de instituciones públicas durante sexenios pasados. Su carta publicada es un llamado para transformar la cultura mediante el cine, porque es un importante medio para la difusión de ideas, posiciones políticas e ideológicas. Y permite mostrar al mundo las maravillas de nuestro país y la cultura milenaria de nuestro pueblo. Se espera que esta película se estrene en poco tiempo y logre ser que un film que refleje la ideología del humanismo mexicano de la 4T, como lo hizo Redes en el Cardenismo.
ENLACE
El Cine, el arte del pueblo
https://www.jornada.com.mx/2024/11/02/opinion/a07a1esp
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