A lo largo del tiempo, muchas generaciones de mexicanos han sido testigos del actuar de los mandatarios nacionales, cuando se encuentran frente a frente con sus homólogos estadunidenses. Por décadas, el trato dado a los presidentes del país del norte ha sido, en pocas palabras, de sumisión. Ya fuera porque el que ocupaba la silla presidencial de nuestro lado no supiera qué hacer en el encargo, o bien, buscara obtener respaldo ante su falta de legitimidad, después de llegar al poder con importantes reclamos de fraude a sus espaldas; lo cierto es que el actuar en términos generales fue de entreguismo; se les miraba hacia arriba, como el niño pequeño que busca aceptación del padre y en su lugar sabe que recibirá un castigo.
La soberanía nacional se ofreció al grado de aceptar que miembros de inteligencia norteamericana, actuaran en nuestro lado de la frontera como parte de la Iniciativa Mérida, para combatir al crimen organizado proveniente de centro y sudamérica con dirección a Estados Unidos y a través de nuestro territorio, pero en el fondo, dejando pasar miles de armas, de manera ilegal.
Como parte de la agenda que llevó el presidente Andrés Manuel López Obrador a su gira internacional para compartir ideas con Joseph Biden, puso sobre la mesa cinco puntos básicos de cooperación:
- Envío de petróleo crudo y combustóleo de exportación en 72%, equivalente a 800 mil barriles diarios, a los Estados Unidos. Además de otorgar permiso para que ciudadanos norteamericanos carguen gasolina en México, donde el galón promedio cuesta $3.12 dólares en comparación de los $4.78 en la zona norte de la frontera.
- La disposición de mil kilómetros de gasoductos desde Texas a Nuevo México, Arizona y California para generar 750 megawatts y abastecer a 3 millones de personas.
- Suspender aranceles para aminorar los precios de alimentos y otros bienes en los dos países y preservar la salud y el medio ambiente.
- Generar un plan de inversión pública y privada para fortalecer ambos mercados y evitar importaciones innecesarias de otras regiones. Como ejemplo, se pretende crear junto a inversionistas estadunidenses, plantas de licuefacción de gas, fertilizantes y el impulso de parques solares en estados fronterizos, que ayuden además, a la importación hacia estados vecinos como Texas, Nuevo México, Arizona y California.
- Ordenar el flujo migratorio para recibir a personal capacitado de México y Centroamérica en Estados Unidos con la implementación de visas temporales.
Sin lugar a dudas y después de muchos años de servilismo de parte de los presidentes mexicanos, parece existir la oportunidad real de tener una cooperación que favorezca a los dos países. Las decisiones que nazcan producto del encuentro entre los dos mandatarios, puede aliviar por un lado, las presiones sociales que se incrementan cada día por la crisis generada a raíz de la guerra en Ucrania, factor importante en la decisión de los votantes de cara a las próximas elecciones presidenciales, en las que Biden carga con el descontento de los demócratas; y por el otro, liberarnos de la dependencia económica del país del norte y las posibles represalias incluidas con ella, de acuerdo al contentillo político del gobernante estadunidense en turno, consolidando proyectos imprescindibles para fortalecer la soberanía mexicana.
La tarea aún se antoja difícil, en tanto se requiera de voluntades políticas ajenas a nuestro territorio, pero es indiscutible que resulta más fácil alcanzar nuestras metas de progreso social, caminando al lado de nuestros aliados estratégicos, que arrodillados frente a ellos.
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