Durante su discurso en la conferencia de prensa conjunta en El Salvador, el Presidente Andrés Manuel López Obrador elogió a Óscar Arnulfo Romero, un monseñor que fue asesinado por la ultraderecha el 24 de marzo de 1980 debido su trabajo con los más pobres.
A continuación te contramos un poco de este personaje que en palabras de AMLO es “un santo de la verdad” y cuyo cuadro se encuentra en el Palacio de Gobierno de el Salvador.
Romero nació en Ciudad Barrios, San Miguel, el 15 de agosto de 1917 en el ceno de una familia humilde y desde los 13 años de edad se sintió atraído por la labor sacerdotal, iniciando así su trabajo religioso.
En 1937 partió con rumbo a Roma, Italia, donde estudio teología con algunos jesuitas, logrando ordenarse como sacerdote en 1942 y al año siguiente, de vuelta en El Salvador, fue nombrado párroco de Anamorós, en donde enfocó su trabajo hacia los más pobres y los niños huérfanos.
Para 1974 su trabajo con los desprotegidos aumentó y a la par fue nombrado obispo de Santiago de María, época en la que ademas se comenzaba la brutal represión contra campesinos por órdenes del sectores de la ultraderecha.
Cuando la guardia nacional de su país asesinó a 5 agricultores, romero en su calidad de obispo visitó personalmente a las familias y ofreció servicios religiosos a los deudos, además de que en sus misas el ahora santo criticaba la represión del gobierno y sus fuerzas armadas que en aquellos años reprimían también a la iglesia.
Las relaciones entre Romero y el estado comenzaron a tensarse cada vez más, sumado a que en 1978 visitó al Vaticano para denunciar la represión que se vivía en El Salvador, generando admiración de diversas instituciones y líderes sociales, llegando al punto que la Universidad de Georgetown y la Universidad Católica de Lovaina le otorgaron, cada una, un doctorado honoris causa.
También algunos miembros del Parlamento británico le propusieron para el Premio Nobel de la Paz de 1979, y recibió en 1980 el Premio Paz de manos de la luterana Acción Ecuménica de Suecia.
En 1980, ya iniciada la guerra en el salvador entre fuerzas armadas y el ejercito de liberación, el obispo escribió una larga carta al presidente estadounidense Jimmy Carter, pidiendo que se dejara de enviar ayuda militar al gobierno.
El 23 de marzo de ese mismo año ofreció una misa en donde llamaba a la paz y exigía al gobierno un alto al fuego inmediato, sin embargo al día siguiente fue asesinado por un francotirador mientras ofrecía una homiglia en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, sin que a la fecha haya detenidos por el crimen.
En 2015 el Papa lo santificó, nombrándolo como “San Romero de América”.
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