Se molestan, por que la siempre sensible y ciudadana Xóchitl Gálvez declaró, como se declara todo aquello que debe declararse, que “si a los 60 años no has podido hacer un patrimonio eres bien güey, con todo respeto”. En el fondo se molestan, por una de dos razones; tienen sesenta o más años y no han podido hacer un patrimonio, o, sin importar su edad, inconscientemente han decretado que llegarán a los sesenta años, los pasarán y no habrán podido hacer un patrimonio. Es decir, en palabras llanas, tan llanas como la misma Xóchitl, se enojan porque son bien güeyes. Que diferencia con los jóvenes de las familias Larrea, Baillères, Azcárraga o Hank, que ni siquiera se preocupan por estar güeyes, mucho menos por hacer un patrimonio, lo tienen desde antes de que nacieran. Díganme si eso no es ejemplar, un modelo a seguir, una aspiración a la cual aspirar. Se molestan, a fin de cuentas, porque quieren que alguien más les resuelva el problema, les compre una casa y los mantenga.
Les parece injusto que el 45% de los mexicanos que quieren comprar una casa (9 de cada 10) no tenga recursos suficientes para hacerlo, que el precio de las propiedades haya aumentado en un 235%, que la gentrificación expulse a las personas del lugar donde viven, que el 75% de los trabajadores ganen hasta tres salarios mínimos, que el 61% de las personas que no han podido hacerse de un patrimonio tengan licenciatura y el 73% están empleadas, que 14 millones de familias no tengan los medios necesarios para comprar o construir una casa, y que la concentración poblacional en zonas urbanas incremente el problema de la vivienda en México y aumente el déficit de las mismas. Pero no veo a nadie quejándose por no haber pensado las cosas dos veces antes de nacer en la pobreza. Una vez más, la gente se queja por quejarse y quiere que otro, el gobierno, les resuelva el problema. Y ―pero aún― quiere que lo haga subiendo los impuestos a la trabajadora clase parasitaria empresarial.
Los políticos, esos que no tienen el valor descarado de insultar a la ciudadanía como lo hace a bocajarro Xóchitl, no encuentran soluciones o no quieren encontrar soluciones al problema y prefieren hacerse tontos aumentando los apoyos sociales para que la gente, poco a poco, viva mejor. No veo a uno solo proponiendo que la gente habite en las calles, los migrantes haitianos que han llegado a nuestro país han mostrado mayor iniciativa que nuestra clase política y han establecido barrios callejeros donde pueden dormir, comer, bañarse y vivir. Desde luego que se que no faltarán quienes se opongan a esto, se quejen argumentando que es indigno que un ser humano ―migrante o no― tenga que vivir en la calle y en esas condiciones. Nunca falta alguien así, dispuesto a defender derechos indefendibles como el de la vivienda digna. Quizá tengan razón, no lo sé, lo que sí se es que no tienen que vivir necesariamente en la calle, pueden hacerlo en parques y plazas públicas, siempre y cuando sean parques y plazas públicas que no se encuentren en aquellas zonas de la ciudad que tienen la bendición de ser habitadas por nuestras siempre sensibles, siempre comprometidas, siempre explotadoras, clases privilegiadas.
Entrados en gastos
Que más del 40% de la población mexicana no haya podido hacer un patrimonio, no sólo significa que están bien güeyes, también evidencia la terrible ambición ―sembrada por los discursos progresistas―en la que vive un porcentaje importante de la población. Esa ambición de querer vivir como viven las clases privilegiadas, ambición de querer ser dueños de un pedazo de tierra que les de la seguridad y tranquilidad de saber que pueden llegar a descansar, debajo de un techo y protegidos por cuatro paredes, al final de su jornada ¡Vaya! Esa ambición de querer descansar ¿Quién les dijo que pueden descansar? ¿Quién les dijo que tienen derecho a vivir dignamente? ¿De donde sacan que pueden tener una casa? Habría que impulsar políticas públicas que contribuyan al autoconocimiento, que permitan a alguien saber desde temprana edad que está bien güey, que no va a poder hacerse de un patrimonio, que les permita aceptar su realidad y conformarse con ella, que les deje claro desde un principio que sólo tienen dos opciones: trabajar sin descanso y vivir en la calle. Políticas públicas de una honestidad brutal y ofensiva como la misma Xóchitl Gálvez.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
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