La semana pasada hablamos del previsible fracaso que pudiera significar para algunos personajes de la oposición la idea de conformar un nuevo partido, especialmente cuando el inicio para nada es halagador pues la convocatoria fue extremadamente pobre. Las razones ahí están por más que los organizadores pretendan minimizarlas. Pero la pregunta aquí sería si, ante tal situación, realmente el futuro de MORENA como partido puede considerarse prometedor o si entrará a una extraña etapa de descomposición donde impere esconder la mugre debajo de la alfombra.
No se trata de minimizar la trascendencia de MORENA en el escenario político como instituto, ni mucho menos los logros alcanzados, pero la contundencia de las elecciones recientes, así como la hegemonía indiscutible que hoy ostenta, puede convertirse en un espejismo del que pocos dirigentes partidistas aceptarían reconocer. Es decir, hay una fuerza que se sostiene en buena medida por la militancia pero en mayor medida por el grueso de la ciudadanía que se siente identificada con la Cuarta Transformación pero que a su vez exige, no solo rectitud y congruencia, sino también ser escuchada y reconocida, lo que también se traduce en considerarse representada por el partido. No obstante, si hoy se consulta a la militancia, las acusaciones de ser ignorados por los cacicazgos, se cuentan por decenas en cada entidad.
Por supuesto que resulta alarmante que si bien se ganen posiciones, estas sean cuestionadas desde varios frentes cuando se abre la puerta a personajes con trayectorias cuestionables y que sea más el pragmatismo y la rentabilidad electoral lo que se privilegie por encima de las coincidencias, ya ni siquiera ideológicas, cuando menos en el actuar transparente. Esa realidad existe y negarla es exactamente levantar la alfombra para esconder el polvo, pero de que ahí está, ni duda cabe. Ahora bien, no es por el camino de la descalificación la vía por la que se pueden evidenciar estas acciones, sino a través de la confrontación de ideas y del escrutinio permanente que aisle toda posibilidad de que algún colado ponga en tela de juicio el proyecto construido por miles de militantes y simpatizantes. Por cierto, aquí vale la pena abrir un paréntesis: no se trata de puros versus impuros o de pares e impares, luego resulta que la crítica pretende ser reducida a reclamo; de lo que se trata es de generar las condiciones necearias para que, quienes formen parte de este proyecto lo asuman sin doblez alguno y se cierre el paso a experiencias que dejaron personajes como Lily Téllez o Germán Martínez.
La renovación de la dirigencia de MORENA está a la vuelta de la esquina y contar con una oposición más que pobre, por ningún motivo debiera minimizar la exigencia de proponer un liderazgo fuerte, legítimo y comprometido con la causa y con el momento histórico que vive un país que por primera vez será dirigido por una mujer; eso coloca la vara más alta para quienes aspiren a dirigir al partido. Por fortuna muchos cuadros, mujeres y hombres, especialmente jóvenes (habría que decirlo), cuentan con la experiencia suficiente para fortalecer la militancia y dirigir al partido por la senda marcada por la Cuarta Transformación.
Durante el proceso interno y después con la candidatura, Claudia Sheinbaum se fue convirtiendo en un fenómeno cuya influencia trascenderá más allá de las fronteras. Considero incluso que será motivo de inspiración para mujeres de toda el orbe, pero su gobierno ocupará de un partido que se asuma como el instrumento donde tengan cabida todas las voces y no la de unos cuantos. Así que, menuda tarea queda y para nada será fácil, aún hay quienes pretenden quedarse en la inercia del pasado. Opciones para presidir hay muchas capaces y dignas, basta con que haya transparencia, certeza y que se consulte verdaderamente a los que a diario se ponen la camiseta: la militancia.
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