… solamente a la experiencia le es dado
Gustave Le Bon
mostrar los peligros de las quimeras.
La razón no puede transformar
las convicciones de los hombres.
Les Lois psychologiques de l’évolution des peuples.,
Este domingo, el maretazo rosa conservador me hizo recordar a un señor al que apodaban El célebre doctor. Con el maretazo rosa me refiero a la mal llamada marcha en defensa de la democracia. Digo mal llamada, pésimamente llamada, porque ni fue marcha —nada más se fueron a concentrar en el Zócalo— ni fue en defensa de la democracia. Ahora, si fue realmente en defensa de la democracia, fue a lo tonto, porque, tal y como declaró el único orador durante el mitin, el señoritingo Lorenzo Córdova, la democracia en México no está en peligro:
— La democracia tiene quien la defienda…
— ¿Entonces no está en riesgo la democracia?
— Claro que no —dijo textualmente el hasta hace poco consejero presidente del INE, hoy descarado matraquero de la derecha—. Quien echa a tocar las campanas como réquiem por la democracia nomás no entiende lo que está pasando, ni en lo que se mete…
El célebre doctor —por supuesto no me refiero a Córdova sino al personaje a quien recordé— se llamaba Charles Marie Gustave Le Bon (1841-1931), y era un racista, un clasista y un sexista. Aunque entre los manifestantes domingueros abundan todos esos repugnantes ingredientes —en buena medida lo que observamos aquel día fue al prianismo montado en la pejefobia, el racismo que desprecia a lo indígena y en general a lo mexicano originario, el clasismo clasemediero, el racismo de pelo oxigenado, el aspiracionismo, la ignorancia, el rencor y otras perturbaciones mentales—, en principio, Le Bon no me vino a la cabeza por su ideología fundamentalmente discriminatoria, sino porque suele considerarse que él es el padre de la psicología social. Me explico…
Después de ver un montón de fotos, leer muchas de sus consignas y exigencias y escuchar algunos testimoniales y entrevistas alusivas a la aberración sociopolítica que ocurrió el domingo en el Zócalo de la Ciudad de México, llegué a una glosa muy sencilla: facho en México designa cada vez más una psicopatología que una postura política. Así que, si estoy en lo correcto, el fenómeno merece más un análisis de la psique colectiva, cualquier cosa que eso sea, que del ideario político de los rosas apartidistas-antimorenistas-proprianístas. Estaríamos pues en el ámbito de la psicología social.
Existe el consenso de que el francés Gustave Le Bon fue el primer pensador en escribir acerca de la psicología de masas, incluso hay quienes sostienen que fue el primero en postular la idea de que las colectividades humanas pueden tener una mentalidad. Suele decirse que la primera obra en la cual abordó el asunto fue La psychologie des foules —La psicología de las masas o La psicología de las multitudes, según las traducciones—, publicada en 1895, es decir, casi treinta años anterior a Psicología de las masas y análisis del yo (1921), de Sigmund Freud. La idea de una psicología social ha sido explorada por varios pensadores, de manera explícita a partir del advenimiento de las masas urbanas. Además de Le Bon, uno de los primeros en teorizar sobre tal noción fue el sociólogo y filósofo francés Gabriel Tarde (1843-1904). En su libro Las leyes de la imitación (1890), Tarde propuso que la sociedad está formada por una red de interacciones imitativas entre individuos, una concepción que ya sugiere cierta psicología social distinta de la psicología individual. El propio Gustave Le Bon había publicado un poco antes Las leyes psicológicas de la evolución de los pueblos (1894), un largo ensayo en el que se propuso “describir los caracteres psicológicos que constituyen el alma de las razas y mostrar cómo la historia de los pueblos y su respectiva civilización se derivan de tales caracteres”. En efecto, la obra es un tratado en el que Le Bon pretendió denostar racionalmente el ideal de la igualdad entre los seres humanos —una idea tanto “quimérica” como “seductora”, pero falsa, según él— y apuntalar la noción de la superioridad sexual y racial: “En nombre de la idea igualitaria, el socialismo, que parece próximo a avasallar la mayor parte de los pueblos de Occidente, pretende asegurarles su felicidad; la mujer moderna, olvidando las diferencias mentales profundas que la separan del hombre, reclama los mismos derechos y la misma instrucción que él y acabará, si triunfa, por hacer del europeo un nómada sin hogar y sin familia” . En el caso de Le Bon, el racismo y el sexismo no son prejuicios, ni siquiera tiene esa disculpa, sino posturas, atroces, por supuesto, pero a las que llegó por medio de juicios. Porque no lo olvidemos: la razón puede engendrar monstruos.
En su otro libro, La psicología de las masas, Gustave Le Bon define a la masa como un conjunto de individuos que, al estar reunidos, pierden sus características individuales y se convierten en una nueva entidad con características propias. Esta nueva entidad se caracteriza por sentimientos y pensamientos impulsivos e irreflexivos, emocionalidad contagiosa, demasiado sugestionable, incapacidad para razonar lógicamente y volcada a la exaltación de los sentimientos y las creencias. El listado suena a una acertada descripción no sólo de lo que vimos el domingo sino del comportamiento que viene demostrando la base social del conservadurismo en México.
Comentando un video en el que algunos jóvenes —una enclenque minoría entre los manifestantes rosas— y también algunos adultos y provectos trataban de explicar qué exigían o qué reclamaban, por qué se habían presentado a la marcha en defensa de la democracia, mi estimada Leticia Calderón Chelius diagnosticó: “Son como niños chiquitos que engañan los papás con fantasías y miedos de ‘ahí viene el Coco’”. Totalmente de acuerdo con ella. Esa es la psicopatología rosa, el sentimiento que los agrupa. Y en esto sí que tenía razón Gustave Le Bon, en realidad si viene o no el Coco, eso es lo de menos:
La importancia social de una idea no tiene otra medida que la magnitud del poder que ejerza sobre las almas. El grado de verdad o falsedad que contenga, no tendrá interés más que desde el punto de vista filosófico. Cuando una idea, verdadera o falsa, toma entre las multitudes carácter de sentimiento, las consecuencias que de la misma se deriven habrán de ser sucesivamente acatadas.
El Coco existe: la masa lo trae en el coco.
@gcastroibarra
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