Pareciera que existe una perversa conspiración para ignorar lo que resulta verdaderamente importante para el futuro del país y distraernos con noticias superfluas como los resultados del sondeo callejero que el Partido del Trabajo realizó, y donde Gerardo Fernández Noroña se coloca por encima de Claudia Sheinbaum Pardo y cualquier otro candidato que represente —o diga representar— a la CuatroTe, en las preferencias del electorado para definir al candidato a la presidencia; la disminución de más de 90% del huachicoleo, la muy previsible declinación de Creel en el proceso de simulación democrática del Frente Amplio por México para establecer al candidato de la oligarquía; o el drama de Ebrard ante la evidente evidencia de no verse favorecido por la preferencia ciudadana para ser el candidato que garantice la continuidad de la transformación que con representantes como él parece transformarse —a sí misma— continuamente para que todo permanezca igual.
Una perversa conspiración para que ignoremos las medidas profundas y sencillas que se proponen para que México sea un país más seguro. Medidas que pueden parecer demasiados simples pero que resultan tan impactantes que garantizan el orden nacional y la reducción de los homicidios. Medidas de las que se habla poco y de las que se hicieron más memes que análisis serios, medidas como la eliminación de las micheladas para acabar con la violencia.
Lamentablemente, la cuestión no se ha tomado con la seriedad que debería tomarse y ha pasado como pasa una cerveza bien fría y escarchada a través de la garganta en un día de calor: sin sentirse. Sin embargo, la iniciativa de quien fuera jefa delegacional en la alcaldía Miguel Hidalgo y ahora aspira a ser candidata a la presidencia por el Frente Amplio por México, que es tan amplio que parece estrecho, de llevar a nivel nacional la nada ridícula prohibición de la perniciosa michelada para contribuir a la reducción del número de homicidios, iniciativa que ya fue llevada a la practica en Miguel Hidalgo, promete abatir en menos tiempo de lo que le tomó a Fox resolver el conflicto en Chiapas, los indices de violencia en toda la República Nacional. No dudo que a algunos les parezca exagerado, son gente que no entiende el daño que esas bebidas —preparadas a base de cerveza, jugo de limón, picante, sal, y salsas sazonadoras— pueden tener en la población. Empiezan pervirtiendo a la juventud y alejándola de sus familias, luego los orilla a delinquir para conseguir el dinero que necesitan para seguir bebiendo micheladas, y el seguir bebiendo micheladas los aleja más de sus familias, los hace delinquir más y así en un ciclo sin fin que los lleva a matar gente y realizar crímenes atroces. Todo, por esa reacción química que se produce en el organismo al mezclar una bebida alcohólica, no destilada, de sabor amargo, que se fabrica con granos de cebada germinados u otros cereales cuyo almidón se fermenta en agua con levadura y se aromatiza a menudo con lúpulo, con jugo de una fruta cítrica fragante y de sabor ácido, picante, sal, y salsas sazonadoras.
La evidencia de la pertinencia de la estrategia de la candidata X está ahí, si quieren burlarse de ella y pensar que es una tontería que como estrategia de seguridad se proponga eliminar las micheladas, hay poco que discutir con ustedes. Simplemente piensen en esto: la versión más popular del origen de las micheladas dice que fueron creadas en la década de los setenta. Ahora bien, entre 1940 y finales de los sesenta la tasa de homicidios descendió significativamente en México. Sin embargo, al terminar el sexenio de Díaz Ordaz, ese prócer de la tolerancia, la tasa de homicidios volvió a subir hasta llegar a ese nivel que —más por necesidad que por gusto— nos heredó Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. Hay que ser muy necio para no ver lo obvio y aplaudir las medidas de la otrora delegada, los datos están sobre la mesa: si las micheladas no hubieran nacido en 1970, es sumamente probable que Calderón no hubiera empezado a beber en su juventud y que los mexicanos no hubiéramos tenido un presidente alcohólico que se enfrascó en una guerra contra el narco, seguramente ocasionada por los episodios de delirium tremens que padece el heroico Comandante Borolas, y —en consecuente consecuencia, no hubiera aumentado la tasa de homicidios.
Entrados en gastos
Que nadie se equivoque, en ningún momento se dijo que a Xóchitl no le guste la cerveza, es más aclaró que es fan de las caguamas, y —caguama en mano— sostuvo que lo que busca su iniciativa es terminar con los puestos de micheladas ilegales, porque los jóvenes y las clases bajas, esas que son tan bajas que cuesta trabajo verlas desde las alturas, sólo tienen recursos para beber en puestos ilegales. Nunca habló de prohibir el alcohol ni otros placeres pecaminosos. No. Lo que se busca es controlar quienes tiene derecho a consumirlo, quien tiene derecho a intoxicarse, y ese derecho —claramente— debe ser exclusivo de las clases que tienen el privilegio de vivir con privilegios. El resto de las clases sociales, que bien pueden englobarse en la clase no privilegiada, debe dedicarse a trabajar hasta morir para garantizar el sustento de sus verdugos y patrones. La michelada es un peligro que debe ser eliminado no solo por las razones antes expuestas, sino porque democratizan el consumo de bebidas y la intoxicación. Es más, la iniciativa debería extenderse para que la RAE prohíba el uso de la palabra michelada y la elimine del diccionario. A partir del próximo gobierno, que habrá de salvarnos de nosotros mismos, las bebidas alcohólicas en México solo podrán tener nombres en lenguas extranjeras, para evitar que las clases bajas lo puedan pronunciar y en consecuencia ordenar en algún establecimiento.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
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