Cuando se hacen las cosas bien hay que reconocerlo y aplaudirlo, no importa cuan de izquierda y malvado sea un político o gobierno. Si lo que propone es bueno y conlleva beneficios para una minoría rapaz, debe ser respaldado por todos y celebrarse. En ese sentido, el anuncio de la presidenta electa, la doctora Claudia Sheinbaum, de no hacer una reforma fiscal hay que recibirlo con beneplácito, festejarlo y agradecerlo. No sólo porque ello implica no tocar los privilegios de los privilegiados para garantizar una redistribución de la riqueza entre quienes están acostumbrados a tener menos, sino porque es una muestra de la madurez del nuevo gobierno y el entendimiento que tiene sobre la importancia de los poderes fácticos, al interior de nuestro país y más allá de nuestras fronteras, para la supervivencia de México como una república bananera que permita la explotación de los explotados en aras de garantizar el privilegio de los privilegiados y el funcionamiento de un orden mundial que necesita que existan latitudes donde se pueda hacer negocio y enriquecerse groseramente sin tener que pagar por hacerlo.
No realizar una reforma fiscal que aumente la tributación de los trabajadores de altos ingresos, no gravar significativamente la riqueza ni las herencias, tiene la virtud de permitir que la riqueza se acumule y trasmita libremente entre unas cuantas familias. La virtud de no modificar, impactar o retribuir en lo más mínimo al resto de la sociedad. Una cosa es que el gobierno sea responsable en su gasto para disminuir el déficit, y otra querer afectar a los que más tienen y obligarlos a pagar más impuestos sólo porque tienen más gracias a la explotación de los que menos tienen ¿De que se trata? ¿Además de ser explotados quieren tener algún beneficio de su explotación? ¡Inaudito! No se conforman con nada, no les basta con ser explotados, quieren que la riqueza, que su explotación genera, sea redistribuida para beneficio de todos. La riqueza es de quien explota al obrero, de quien sabe sacar provecho de la sociedad y está del lado correcto del mercado, no de la sociedad en su conjunto que sólo está ahí para ser explotada.
Si el 1% posee más del 40% de la riqueza en nuestro país es porque el 99% restante no quiere ser rico, si quisieran lo serían, la biblia echaleganista no puede estar equivocada. No se trata de una mala distribución de la riqueza. Para nada. Se trata ―casi― de una suerte de selección natural que mantiene todo en su sitio, que hace de los privilegiados, privilegiados y de los obreros, obreros. Y no hay porque hacer nada para cambiar eso, nada para redistribuirla de forma distinta para fortalecer políticas sociales. No. No. No. Que el 0.1% de las familias en México tenga el 22.3% de la riqueza neta, es justo y necesario, ellos saben que hacer con el dinero, a diferencia de nosotros; ellos ―de la mano con un sistema creado para la preservación, conservación, defensa y mejoramiento de la desigualdad― han sabido aumentar la riqueza neta total de nuestro país a un ritmo mayor que el ingreso nacional. Combatir esto no sólo es un sinsentido que atenta en contra de la libre libertad de oprimir a los oprimidos, es una afrenta solo imaginable en la cabeza de quienes no conocen el lugar de nuestro país dentro del orden mundial. México no es ni será un monstruo socialista destructor de las familias y las buenas costumbres como los son la Monarquía de Suecia, la Monarquía de Bélgica, Francia, Israel o Estados Unidos, no lo es y no lo será.
Entrados en gastos
Da gusto saber que la presidenta electa hace caso de las palabras de ese ilustre conservador de izquierda, don Gerardo Esquivel, representante de la escuela ético – económica del Hombre Araña, quien claramente sostiene que la responsabilidad debe estar por encima del bien común y la construcción de una sociedad menos desigual, anteponer ahorros en dependencias con gastos innecesarios y recaudación entre la privilegiada clase privilegiada, a la estabilidad de los mercados nos deja a merced del capricho y chantaje de los mercados y expuestos a una crisis económica que aumente el costo de la deuda, deprecie el peso y haga que la Bolsa siga cayendo. Siempre será preferible padecer una crisis moral y defender un sistema que permite que una gran mayoría de mexicanos, aquellos que no forman parte del 1% porque no quieren formar parte del 1%, mueran de hambre como mejor les parezca.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
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