Seguramente muchos se sentirán confiados viendo a la derecha abrazar superficialmente las causas históricas de la izquierda. Pensarán que a base de fakeminismo, de discursos pseudo-progresistas, de fingir un supuesto interés por el destino de los migrantes en México, la derecha será capaz de seducir a esa ciudadanía confundida que se ha inclinado a algo que se parece a la izquierda y ponen en riesgo la estabilidad de la clase privilegiada, así sea solo su estabilidad emocional. Quizá tengan razón, nunca se debe menospreciarse la enorme capacidad que tienen los electores para olvidar el pasado de los candidatos y darle un nuevo voto de confianza a quienes los han traicionado una y otra vez.
Sin embargo, no está de más cerrar la pinza de dicha estrategia con un impulso que desde la izquierda mueva a la izquierda un poco más hacia la derecha y, con ello, desplace el espectro político completamente a la derecha, donde la amenazante posición que hoy ocupa la izquierda sea remplazada por políticas de centro, el centro por la derecha, y la derecha por la extrema derecha; de tal suerte que se neutralice por completo la amenaza que hoy en día amenaza con amenazar a las clases privilegiadas con la perdida de sus privilegios.
Para lograrlo, lo único que hace falta es otorgar ─temporalmente─ el poder a movimientos de izquierda, permitirles que se acostumbren a él, que se sientan cómodos ejerciéndolo, dejara que poco a poco ─como avanza la humedad─ los corrompa. Dejar que los lleve al punto, como empieza a suceder con algunos seguidores del obradorismo, la CuatroTe y la izquierda en México (Jorge Roberto Avilés Vázquez, mejor conocido como ‘Callo de Hacha’ y otros), de afirmar que no debemos olvidar que los migrantes que murieron quemados en Ciudad Juárez, violaron la ley al entran de manera ilegal al país y que al ser capturados y resguardados, por el sacrosanto Instituto Nacional de Migración, quemaron el edificio, ocasionando la muerte de varios de ellos.
Dejar que el moho del poder los lleve al punto de sostener que es una fortuna que los guardias de seguridad no murieran asfixiados. Dejar que la soberbia se enraíce en ellos y los haga incapaces de toda crítica, incapaces de mirar atrás y reconocer sus propios errores. Necesitamos una izquierda de derecha, una izquierda que desprecie a los seres humanos, una izquierda que los utilice con fines políticos y los deseche con fines políticos. Una izquierda que aterrice sus políticas como lo hacen los policías en Guadalajara, con la delicadeza de un rinoceronte y la sensibilidad de la inquisición.
Por doloroso que resulte, la muerte de los migrantes en el “albergue” de Ciudad Juárez se ha convertido en un hito que permitirá establecer un antes y un después en el quehacer de la izquierda mexicana, un hito que permitirá transformar a la izquierda de una entidad voraz e insaciable, que busca justicia social, en una que pretende taparle el ojo al macho y tratar asuntos propios de la gobernabilidad nacional, como cartas de cambio con las cuales negociar con los poderes facticos, cartas de cambio que le permitan eliminar aranceles, renegociar tratados, establecer políticas favorables a su causa, en fin, cartas de cambio que transformen a la izquierda de acuerdo con lo que la realpolitik necesita; una izquierda deslactosada, inocua, donde el fin justifique los medios (y los miedos).
El que México aceptara la condición de ser un tercer país seguro es solo la punta del iceberg de una política donde la dignidad humana ─en esta ocasión se trató de los migrantes, pero nada nos impide exigir que se vaya más allá y se extienda a la población entera─ puede ser utilizada para negociar cuestiones de mayor es ganancias y menores costos. Necesitamos una izquierda a la que no le tiemble la mano y sea capaz de darse la vuelta a sí misma para que, sin dejar de ser de izquierda, se convierta en derecha, o ─cuando menos─ se comporte como tal.
Entrados en gastos
Confiemos en que las palabras del presidente y de su gobierno de investigar la tragedia de Ciudad Juárez y llegar al fondo del asunto, se queden en eso, en palabras que buscando llegar al fondo, no rasquen más que la superficie. Confiemos en que solo habrá de ejercerse todo el peso de la ley sobre el personal a cargo del centro migratorio en cuestión, en quienes no hicieron nada para evitar la muerte de los migrantes. Confiemos en que los jefes de esos empleados, esos jefes que impusieron las practicas inhumanas sobre los migrantes detenidos, no serán molestados. Pero, sobre todo, confiemos en que las políticas del Estado Mexicanos, que dictan y condicionan el actuar del INM, por ningún motivo serán revisadas, cuestionadas, replanteadas. Confiemos en que el Estado no dará marcha atrás a sus planteamientos, que será incapaz de recular y aceptar su error. Confiemos en que el caso migratorio será un ejemplo para el resto del quehacer del gobierno. Confiemos en el efecto corruptor del poder, en ese efecto que nos permitirá ─CuatroTe de por medio─ gozar con un gobierno de derecha desde la izquierda.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
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