Para recordar el aniversario del infame golpe de Estado en Chile en contra del gobierno de Salvador Allende, el siempre ilustre, siempre carismático y nunca obnubilado diputado Gabriel Quadri, arrojó luz sobre nuestras mentes para contribuir al entendimiento de ese complejo entramado de resentimientos, miedos, desprecios e inseguridades que es el pensamiento conservador mexicano, del cual se nutre el heroico bloque opositor, al sostener que: es necesario desmontar el mito de Salvador Allende para evitar que su tragedia se repita.
Según Quadri de la Torre, el legado de Allende fue hundir a Chile en la peor crisis económica, social y política de su historia; llevar al país a un cruento golpe militar y a la feroz dictadura de Pinochet. De las cincuenta palabras que el diputado utilizó para reducir un proceso histórico complejo y doloroso, podemos desprender, por lo menos dos lecciones que nos ayudan a entender y cuidar la estabilidad emocional de nuestros conservadores, esa fauna salvaje y nociva que tanto ha hecho por México.
En primer lugar, es evidente que la lectura que los conservadores hacen de la realidad es una lectura que lejos de abrazar la complejidad, elimina todo aquello que deba ser eliminado, para preservar una explicación impoluta de la existencia en donde un fenómeno se explica en sí mismo y deviene por sí mismo, sin importar su contexto. En otras palabras, la caída del gobierno de Salvador Allende sucedió porque existió el gobierno de Salvador Allende ¿Así o más fácil de entender? Los acontecimientos que condujeron a la culminación de un proceso, el devenir histórico de la humanidad, poco importa; A llega a B, porque A ¿para qué volver todo más complejo? Como diría Juan Gabriel ¿Qué necesidad?
Por otro lado, y quizá todavía más importante, queda claro por qué para Quadri y el conservadurismo mexicano, son la CuatroTe y Andrés Manuel Lopez Obrador, quienes han polarizado y dividido a los mexicanos. Y es que resulta indignante que la clase oprimida, que digo clase, los desclasados, de buenas a primeras levanten la mano e intenten poner un alto a la lógica de privilegios y explotación con la que se conduce la clase dirigente nacional. Indignante que, lejos de estar agradecidos porque se les permite subsistir y ―en algunos casos― elegir la forma en la que van a morir de hambre, se quejen y busquen transformar sus condiciones de vida.
En ese sentido, la resistencia a todo movimiento social que busque transformar la realidad es desencadenada por dicho movimiento social. Es decir: Andrés Manuel Lopez Obrador y todo aquellos que lo apoyan, polarizan a los mexicanos no porque verdaderamente estén dividiendo algo que desde que México es México ha estado dividido, sino porque señalan esa división, se manifiestan agraviados por ella, ponen el dedo en la llaga. Y al hacerlo, no solo se vuelven responsables de la división, sino que también son responsables de la reacción que la clase privilegiada pudieran tener en contra de ellos, son responsables de la virulencia, desprecio, violencia de la oposición, que no tiene más alternativa que reaccionar como un animal acorralado ante que ve amenazado su estilo de vida.
Entrados en gastos, se vuelve urgente comprender que es en este sentido en el que nuestra siempre amable y clasista oposición (nutrida por la siempre desinteresada clase privilegiada), toma como una afrenta que en la celebración de El Grito de Independencia, se lanzaran “mueras” contra el racismo y el clasismo.
Lejos de condenar su molestia, de censurar que reivindiquen el derecho al libre ejercicio del clasismo, el racismo y cualquier otra forma de desprecio que contribuya al control social y garantice los privilegios de una minoría; lejos de lamentar el patético esfuerzo de hablar de un clasismo/racismo inverso. Deberíamos estar agradecidos, frente a esta muestra de humanismo sin igual, por no reaccionar de forma violenta en contra del llamado para acabar con el clasismo. Es más, ha sido tan loable el comportamiento opositor, de cara a esta provocación, que ni siquiera han ido a la OEA para presentar una queja.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
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