Sin lugar a duda la carrera presidencial para el 2024 está iniciada. Las métricas rebasan en algunos casos el 80% de aprobación en favor del presidente Andrés Manuel López Obrador quien por default delega simpatía hacia MORENA cómo partido.
Esto encaminaría a posicionar ganadores en la mayoría de los candidatos que lleven el sello de esta marca. Hasta el momento el triunfo para dar continuidad a la Cuarta Transformación en la posición de Ejecutivo Federal dará un saldo positivo.
Abonará muchísimo a la victoria en las urnas, la fidelidad ide los votantes quienes aún confían en AMLO.
Debemos recordar que durante el próximo año electoral se renovarán muchos estados y alcaldías, además del importantísimo legislativo federal. Y es aquí donde habrá que prestar atención a los cambios o retención de poder con particular mira en lo que se prospecta para ciudades tan influyentes como Guadalajara y Monterrey.
El trabajo de MORENA, si le interesa influir con peso en la realidad política de La Perla Tapatía o La Sultana del Norte, debe encaminarse a amalgamar una estructura de confianza entre los grupos que lideran las preferencias e ideales del partido guinda en estos territorios. Veamos el caso de Monterrey.
Luis Donaldo Colosio Riojas es el actual alcalde regio, aunque contrario al orgullo de ser del norte no lo sea de nacimiento. Esta latente espinita en su origen lo mantiene desconectado de la ciudadanía.
Hay muchas voces levantándose inconformes por tener un alcalde ausente, viajero y con proyectos de políticas públicas que suenan más como ejemplo para afianzar su posible candidatura presidencial que para beneficio práctico hacia Monterrey.
La leyenda de su padre y el apoyo de muchos personajes políticos que apostaron en el apellido de Colosio Riojas se intoxicaron con el humo de campaña emanado de las flechas que Luisito disparó al sol como promesa de buen gobierno. Lo que sea que eso significara.
MORENA en Monterrey tiene que hacerle frente al tremendo vacío de poder que ha generado la administración municipal de Colosio.
No debe permitir el retorno del PAN ni mucho menos del PRI. Los guindas deben arremangarse las camisas y ponerse a jalar porque de lo contrario serán una pobre comparsa en el carnaval de vituperios y traiciones que se están gestando en el escenario político local.
Consideremos lo que ocurre por ejemplo en el PRI. Hay dos liderazgos que mantienen disputa por quien encabezará la candidatura de Monterrey. Paco Cienfuegos y Karina Barrón.
El primero perdió la pasada elección contra Colosio y en el tiempo posterior mientras iba lamía sus heridas, perdió fuerza electoral. Los escándalos de empresas factureras amparadas a su trayectoria como funcionario público pudieran terminar de sepultarlo políticamente.
Karina Barrón por el otro lado, se ha ido diluyendo a partir de su triunfo como diputada federal. A pesar de que los votantes perdonaron su tercer cambio de partido y confiaron los representara en San Lázaro, su desempeño no ha sido tricolor sino muy gris.
Tuvo la oportunidad de afianzarse al nivel de grandes mujeres priistas como María de los Ángeles Moreno, Dulce María Sauri y hasta Beatriz Paredes; pero ha decidido mostrase, sobre todo en sus redes sociales, más como influencer que como política de altura.
El PRI no pinta en Monterrey. Y el PAN, bueno el PAN ya dejó de ser.
Esa es la ventaja que tiene MORENA en Nuevo León y en Monterrey para avanzar y ganar posiciones. Más regidurías y curules locales, pero dejando de lado la tentación de perfilar candidatos como Felipe de Jesús Cantú y Víctor Fuentes, tremendos perdedores oportunistas.
Pónganse las pilas don Abel Guerra y Waldo Fernández, sus liderazgos son sustanciales para llenar el poder vacío que prevalece en Monterrey.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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