¿Pobres de derecha?

Opinión de Orion Belt

En la vieja colonia se escucha maquinaria pesada que destruye una esquina conformada por un predio de roca volcánica que aún no había sido utilizado; esta es una colonia fundada en las viejas cuevas de lava petrificada del volcán Xitle, lo que la vuelve especialmente segura en terremotos y también costosa para edificar.

Sabemos que de esos ruidos mecánicos constantes de maquinaria saldrá muy pronto un nuevo edificio de departamentos, pues es tradición que muchas personas hayan convertido una superficie de 200 o 300 metros cuadrados en cinco o seis departamentos a la renta, aprovechando como se ha mencionado, la fuerte cimentación.

Pero no es ahora cuestión de los colonos esta nueva construcción, sino de una inmobiliaria más que ha mirado al otro lado del periférico los exorbitantes precios que alcanzan los bienes raíces, ya sea en venta o alquiler, casa habitación o de uso comercial y se frota las manos volteando hacia este barrio popular, en donde la tierra vale la mitad y puede alcanzar una plusvalía inmensa.

¿Cómo puede darse esta escalada de precios a la vivienda?, la respuesta es fácil: Gentrificando, es decir, invadiendo las zonas populares con centros comerciales y edificios de departamentos carísimos, que motiven a los arrendadores a elevar los costos de vivienda por la llegada de oficinistas, ejecutivos y extranjeros a habitar construcciones que valen infinitamente más de lo que cuestan por la especulación inmobiliaria: un negocio redondo.

No es mi intención analizar los tejes manejes de los llamados “cárteles inmobiliarios” en esta convulsa y agonizante ciudad, sino la responsabilidad de los mismos colonos en este proceso precarizante y discriminatorio de gentrificación: Los privilegiados se apropian de zonas comprando tierra o viejas construcciones heredadas, a los hijos o nietos que, heredando propiedades, no valoran el esfuerzo ni el sacrificio que supuso para sus antepasados, la obtención de un patrimonio; lo que en un tiempo fue la tierra prometida para unos, para los que llegan se transforma en el infierno del que se busca salir a toda costa.

Los privilegiados nuevos se han convertido en despreciadores del pasado, tan sólo buscadores de un mejor futuro alejado de una casa propia en un barrio popular y materializado en un departamento de 100 m2 en BeGrand dónde sea.

Yo mismo que vivo en uno de estos barrios, sólo espero la noticia del aumento irracional del alquiler en mi departamento, o el anuncio de desalojo cuando mi casera, mujer ya entrada en años, falte y los hijos, como puede ser el caso, accedan a alguna oferta agresiva que los despoje de su herencia para transformarla en algún otro complejo de departamentos pseudo clasemedieros.

Dentro de mis pensamientos más prohibidos y políticamente incorrectos se asoma la pregunta ¿y de verdad sería tan malo esto?, pues a juzgar por mi habitual paisaje de negocios de auto partes de dudosa procedencia, una esquina llena de narcomenudistas y una vulcanizadora familiar que no tiene empacho en apilar todos los neumáticos inservibles, junto con la basura que genera la casa justo en el paso de un carril de la calle, además de haber “privatizado” la banqueta ,mientras colocan su lona para ingerir sus sagrados alimentos, cosa que obliga a los peatones a siempre caminar en medio de la calle, me hace seriamente preguntar si no somos nosotros mismos quienes no sólo hemos provocado la caída en los costos de la tierra de zonas populares, sino también, el derrumbe de los barrios y colonias a manos de sus mismos habitantes, que creyeron que sus estilo de vida desordenado, insalubre y arbitrario les alcanzaría para seguir ensuciando y destruyendo el paisaje urbano por siempre.

Da Capo:

Los pobres de derecha no sólo son aquellos que, siendo asalariados, buscan justificar los discursos liberales que responsabilizan a los pobres de su pobreza, sino también aquellos que, sin serlo realmente, no atinan a amar su propia tierra a fin de defenderla, entregándola desde su estilo de vida, al mejor postor.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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