Una pensión digna, es aquella que puede permitir a un ser humano conservar sus ingresos iguales o superiores a los que tenía al decidir retirarse y con ellos una vida digna y sin pobreza ni limitaciones en los últimos años de su vida, aspirando siempre a tener una vejez feliz y en paz.
Trabajar solamente para sobrevivir parece haber sido la única finalidad de un ser humano durante el Siglo XX. Después de haber entregado los años más productivos de su existencia, una mujer o un hombre se ha ganado el derecho de pasar sus días con un poco de paz y sin ningún sobresalto.
Las autoridades mexicanas, desde el sexenio de Miguel de la Madrid, hasta el de Peña Nieto, hicieron mutis y fueron incapaces, por decisión propia, de proteger y sancionar de forma correcta y apegada a la ley al sector empresarial, para obligarlos a mantener a la fuerza laboral, que los enriquecía cada día, cubierta plenamente con todos sus derechos.
Por el contrario, se dedicaron a permitir y permitirse a sí mismos como patronal, a violar todos los derechos de cada trabajador, aún de aquellos cuyas organizaciones sindicales más o menos democráticas y combativas en empresas e instituciones aparentemente grandes y fuertes, por ejemplo, Diesel Nacional, Ruta 100, Mexicana de Aviación, Compañía de Luz y Fuerza del Centro, Ferrocarriles Nacionales de México, SEP y un largo etcétera, sometiéndolos bajo amenazas, prebendas o con su instrumento favorito, la corrupción, hasta lograr la desaparición de la mayoría éstas fuentes de trabajo que, además eran parte de la fortaleza del PIB y del desarrollo del país sumiéndolo en una crisis que devino, entre otras cosas, en el FOBAPROA y la crisis de los 90’s.
Esos gobiernos proto-fascistas y neo-porfiristas, se dedicaron a golpear sistemáticamente a la CFE, a TELMEX, a PEMEX, al IMP, al ININ, a las Universidades públicas, y otros. Siempre tratando de destruirlas con una estrategia de debilitamiento financiero paulatino, pero siempre cargando el peso de cada trampa en los hombros de las trabajadoras y trabajadores quienes fueron sometidos poco a poco y, en algunos casos, utilizando a sus propias organizaciones sindicales y a sus líderes ya corrompidos.
En el proceso de degradación laboral constante, los neoliberales terminaron con la posibilidad de una vejez digna y con seguridad financiera para todas esas generaciones y las venideras. Siempre que pudieron, todos ellos, incluido el gobierno, contrataban a su personal sin otorgarles una plaza definitiva o hacerlos “trabajadores de planta” o con “plaza de base” para evitar la acumulación de derechos, donde quedaba incluido el de una jubilación digna y una pensión suficiente y vitalicia, que al menos fuera igual a su último salario y con los incrementos anuales iguales o mayores a la inflación.
Para garantizar una vejez en plenitud, con paz y sin miseria, sería preciso volver al esquema de la ley anterior a la que aprobó el Congreso de la Unión en 1997, bajo el sexenio del beneficiario directo del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta, el poco ilustre privatizador de FFCC N de M; creador del FOBAPROA y demás lindezas.
Volver a ese esquema es posible, fortaleciéndolo con una reforma fiscal en la que se graven las ganancias exorbitantes de las grandes empresas, léase Kimberly Clark, Carso, CEMEX, BIMBO; OXXO, Liverpool, Palacio de Hierro, Sanborns, Walmart, Grupo Minero México, todas las cerveceras, todos los bancos y, de nuevo, un largo etcétera, para cubrir las pensiones futuras y garantizar el derecho a una vejez feliz de todos los trabajadores mexicanos.
La 4T, tiene aquí una gran oportunidad para hacer funcionar correctamente al aparato productivo del país, quitarse el miedo de confrontar a la patronal y respaldar, de manera efectiva y real a las trabajadoras y trabajadores y al mismo tiempo recibir el gran apoyo que significa la unidad de la gran fuerza laboral que mueve a México. Es necesario comprender que los trabajadores somos la vanguardia del Pueblo y “con el pueblo todo, sin el pueblo, nada”.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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