El fútbol fue el primero y el más sincero amor de mi adolescencia. Me dio mucho. Recuerdo con amplia nostalgia, las mañanas de sábado o domingo, en mi natal Veracruz, durante la final de temporada deportiva cuando llegaba a los campos municipales del Fraccionamiento Virginia en Boca del Río a las 7:30 horas y el sol no terminaba de evaporar el rocío en el zacate de las canchas. Olor a hierba húmeda, cal regada (sí, soy de aquel tiempo), calor porteño, recordadas jarochas de madre y escalofríos en las pantorrillas, perfecta combinación para brindarse a la afición veracruzana; la más apasionada de México y constantemente, la más defraudada.
Y justo en honor a esa gente que ama desbordadamente a sus equipos de futbol, relataré un poco de esas dos caras de la divisa corrupta que muchos políticos veracruzanos han explotado para apaciguar o motivar a los electores jarochos. El primer gran Mago de Oz de los tiempos modernos, fue Dante Delgado. Trajo de vuelta a primera división a los Tiburones Rojos del Veracruz en la campaña 89-90. Pero no lo hizo desde la profunda bondad de su corazón (si es que tiene bondad o corazón). Fue un grotesco ardid de control social. Sus dos patrones: Carlos Salinas de Gortari y Fernando Gutiérrez Barrios le habían dejado la gubernatura jarocha interina y necesitaba afianzar su base popular. Los goles de Jorge Alberto Comas le dieron tranquilidad hasta que ingresó al penal de Pacho Viejo, preso por desvío de recursos públicos. Curiosamente el equipo lo compró con cargo al erario veracruzano.
Pasaron los años y le llegó el tiempo a Fidel Herrera Beltrán de ser gobernador. Hazañas conocidas por todos, las que el Tío Fide aplicó en todo momento para meterle mano a las arcas estatales y robarse TODO. Cientos de obras públicas pagadas y nunca terminadas, la gran mayoría ni siquiera las empezó. Pero el destino le puso en su camino al promotor deportivo Guillermo Lara y Los Tiburones Rojos se volvieron la caja chica durante la plenitud del pinche poder que ejerció El Negro Herrera. Compra y venta de jugadores a costos desproporcionados pero sobre todo, salarios pagados a futbolistas que devolvían un porcentaje en efectivo a los dueños (públicos y privados) del equipo. Todo mientras la gente llenaba el estadio para corear con júbilo a sus Escualos en cada partido. Alguna vez pregunté a un personaje cercano a Herrera Beltrán si esto era justo y respondió: “le aprendes de política al jefe, una vez que te subes a la Suburban y cierras las puertas todo se queda afuera y es juego nuevo”.
Lo peor estaba por llegar. Del divorcio de Fidel Herrera y Javier Duarte sobrevivió un huérfano muy malcriado. Supuestamente mitad empresario y mitad político: Fidel Kuri Grajales, también priista como todos los villanos en esta historia hasta el momento. Tipo soberbio, misógino y déspota. Diputado en innumerables ocasiones. Con la anuencia de Herrera Beltrán y el padrinazgo de Víctor Flores, el eterno líder sindical ferrocarrilero, se adueñó de los Tiburones Rojos. Trapacerías por aquí y por allá lograron empantanar a la escuadra jarocha. Una vez más la afición pagó todos los platos rotos. Así, la fértil plaza futbolera se quedaba sin futbol y con la amenaza de perder posiblemente, para siempre, el histórico nombre de un equipo que muchos héroes, en el pasado, hicieron grande. Los fraudes de Fidel Kuri lo llevaron a pasar más de un año en prisión. Y ahora, mientras continúa su proceso fuera de la cárcel, encargó a su abogado declarar: “Se reitera a toda la afición veracruzana que va a regresar el equipo, que (Kuri) va a volver al equipo y lo va a hacer el mejor equipo de México”. No cabe duda que el tiempo pasado en la sombra no le quitó lo boquiflojo.
Lo bueno es que son otros tiempos, mejores para algunas cosas, eso sí. Por ejemplo, el gobernador Cuitláhuac García no ha ensuciado el deporte. Ha sabido diferenciar su rol como político y ha permitido que empresarios deportivos serios lo asesoren. Es el caso de un experimentado Carlos Bremer, que no sólo sabe de finanzas y de deportistas, sino que tiene una mano izquierda muy fina para declarar con firmeza en favor de sus asesorados, cuando es necesario blindar sus intereses. Fue entonces que tras las fanfarronas palabras de Kuri y su abogado, el banquero Bremer precisó: “…está muy complicado lo de los Tiburones, muy complicado. Hay vetos de todos tipos, no está fácil. Estamos viendo porqué camino podemos devolverle el futbol a los veracruzanos y plantearlo con el gobernador, nos lo encargó mucho”. Estas palabras del financiero regiomontano deberían dar esperanza a los jarochos porque hay un tipo serio, que sabe de deportes, velando porque regrese el balompié al Puerto y se maneje responsablemente. En otras ocasiones he sido crítico del gobernador Cuitláhuac pero si ahora logra mantenerse lejos de la tentación del futbol y deja que Bremer haga su chamba, le seguiré aplaudiendo en esto. Para mí, la separación del futbol y el Estado es sagrada. Ya es tiempo de desinfectar, la pelota manchada.
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