Palabra que en México somos buenos para los dichos y refranes, pero el presidente es un campeón. Él nos hace recordar cómo durante el neoliberalismo los conservadores arremetían contra el que osaba intentar cambiar su “orden”. Así, advertían: “Quien se mete a redentor termina crucificado”. Y, para referirse al pueblo, profetizaban: “El que nace pobre está condenado a morir pobre”.
Viendo la Mañanera me brincan como chapulines otros dichos que nos trataron de inculcar todos estos años en los que la ideología de derecha campeaba en el ambiente: “El que nace pa tamal del cielo le caen las hojas” o “El que nace pa maceta del corredor no pasa”.
Eso querían, que todo el maíz fuera para ellos y que nosotros nos quedáramos viendo sin poder superarnos, sin poder salir del corredor, pero el pueblo ya habló. Nos soltaron carretadas de clasismo y menosprecio mientras nos cantaban su filosofía esa de que “El cambio está en uno mismo” o “Lo que uno consigue es por méritos propios”.
Siempre quisieron silenciarnos, pues “en boca cerrada no entran moscas”. Pretendían que nos hiciéramos “ojo de hormiga” ante las injusticias, porque “ojos que no ven, corazón que no siente”; pero sí se siente, pues, aunque no podamos mirar a los millones que por fin salieron de la pobreza, sabemos que están ahí, que no son simples números. Son personas de carne y hueso que han recibido beneficios en este sexenio, que aprecian que por fin alguien los tomó en cuenta. Son ancianos que pensaban que iban a morir sin que nadie los volteara a ver. Son votantes contentos.
Es sabio Andrés Manuel. Llama al pan pan y al vino vino, cuando dice: “En los tiempos de esplendor del neoliberalismo, que ahora está en crisis a nivel mundial, me acuerdo que todo lo que les daban a los de arriba le llamaban rescate o fomento, y lo poco que les daban a los de abajo le llamaban de manera despectiva populismo, paternalismo… Me acuerdo de una frase que decían, para no darle nada a los pobres: ‘En vez de darle un pescado, enséñale a pescar’. ¡Si no hay río!”.
Viejo lobo de mar, aprendió a contraatacar con la palabra: “Me canso ganso”, “Tengan para que aprendan”, “Amor con amor se paga”, “Por el bien de todos, primero los pobres”, “Abrazos, no balazos”, “No es mi fuerte la venganza”, “No puede haber gobierno rico con pueblo pobre” o “Ya no me pertenezco, les pertenezco a ustedes”. Sus palabras son el relato de un país que ha cambiado para bien, un país que en algunos rubros ha alcanzado incluso índices de primer mundo.
Y el presidente sabe que la palabra es muy importante si va unida a la congruencia. Lo sabe desde el desafuero, cuando en la Cámara expresó: “Ustedes me van a juzgar, pero no olviden que todavía falta que a ustedes y a mí nos juzgue la historia”.
Ahora el pueblo ha tomado la palabra.
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3 de junio de 2024. No quepo en mí. Elresultado preliminar de las elecciones aún me tiene atónito. “¿Qué dirá el presidente?”, me pregunto, mientras espero que su figura aparezca en la pantalla de televisión.
Más feliz que nunca, López Obrador llega al salón Tesorería de Palacio Nacional, un recinto art déco remodelado hace casi cien años por el arquitecto Manuel Ortiz Monasterio. Este majestuoso lugar ha sido la sede principal de las Mañaneras desde el primer día del gobierno de Andrés Manuel. Lo será hasta el último día, más próximo de lo que muchos quisiéramos, y cuando digo muchos, realmente son muchos: al menos 36 millones de mexicanos.
Su ya clásico saludo de “ánimo” resuena en el ambiente, pero esta vez lleva una connotación distinta: la del aplastante triunfo de Claudia Sheinbaum, quien será la primera presidenta de México.
“¿Está contento?”, le pregunta alguno de los trasnochados y desmañanados periodistas.
“Sí, sí estoy muy contento, sí, confieso que estoy muy contento y estoy muy orgulloso por la actitud de nuestro pueblo, la forma en que los mexicanos nos manifestamos y hacemos valer nuestras libertades y reafirmamos nuestra vocación democrática. Realmente, es un pueblo ejemplar, ayer se demostró. Participaron millones de ciudadanos, cerca de 60 millones de ciudadanos, y de manera libre decidieron sobre el futuro de nuestro país.
Me dio muchísimo gusto el comportamiento de la gente. Se reafirma que el pueblo de México es un pueblo muy consciente, muy politizado, de los pueblos más politizados del mundo, muy inteligente; repito, un pueblo ejemplar. Por eso me llena de orgullo ser el presidente de México”.
Y aquí viene la estocada:
“También, quedó de manifiesto que el pueblo es agradecido. Porque durante siglos los conservadores quisieron sembrar la idea de que el pueblo no agradece, y no es así, el pueblo es bueno, es noble y sabe muy bien lo que le conviene y lo que no le conviene”.
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“Y también esa idea que se fue imponiendo, no sólo en México, sino en el mundo, de que la democracia era básicamente un sistema político de elección de autoridades, democracia representativa, cuando la democracia tiene una connotación profunda.
No sólo es el gobierno del pueblo, para el pueblo, con el pueblo. La democracia tiene una dimensión social, porque la democracia significa tener gobiernos que procuren el bienestar del pueblo. Puede ser que para muchos la democracia se limite, se acote a lo electoral, quién gana, quién pierde, pero imagínense la importancia que tiene para la gente humilde el tener un gobierno auténticamente democrático: es un asunto de sobrevivencia, de eso depende el bienestar, la felicidad del pueblo, y todo eso fue lo que vivimos ayer, que nos dio mucho gusto, mucho, mucho gusto.
Y felicitar a todo el pueblo de México, a todos los que participaron y a todos los que por alguna razón no acudieron a las urnas también. Se alzó, se elevó aún más el prestigio de México en el concierto de las naciones”.
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“Ánimo, que se va a poner peor”. Explica el presidente la frase que sigue de su tradicional saludo, atribuida a Pancho Villa. Él desde luego está siendo sarcástico, pues su dicho significa todo lo contrario: “Ánimo, que el futuro que se nos viene es inmejorable”.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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