Los medios y la mayoría de sus trabajadores muestran que no están acostumbrados a investigar ni saben lo que esto implica. Lo que anteriormente era investigación no era otra cosa que información filtrada por los propios políticos a sus comentaristas, disfrazados de columnistas.
La confusión es la manera que tiene la oposición de ganar espacios, muestra de una decadencia irreversible de la que ni siquiera tiene conciencia. La especulación es el nuevo género periodístico que practican los medios, otorgando a los miembros de la oposición su libre versión sobre la realidad que a ellos les gustaría que sucediera.
La decadencia de la oposición encajó a la perfección con el hábito del periodismo convencional de México que miente en cada línea que escribe y cada frase que pronuncia. La necesidad de mentir para sobrevivir embonó en la oposición y un periodismo insulso. La decadencia lo hermana y como reloj fuera de tiempo, se ubican en la comedia más que en la tragedia que dicen vivir.
Los periodistas en México siempre han mentido, los medios han recibido un permanente subsidio que le garantizaba al gobierno una imagen de decencia y trabajo; sin embargo, la oposición se volvió completamente parasitaria, cuando tenía que esforzarse un poco más por obtener triunfos en las urnas y al mismo tiempo que se refugiaba en los plurinominales, hacía negocios aprovechando relaciones, y jueces que su posición le brindaba. Dejaron de hacer campaña, y las redes fue la única manera de darse a conocer como candidatos.
El descrédito que acompaña la agonía corroe paralelamente los dos organismos al mismo tiempo, como si se tratara de un cáncer en etapa terminal. La derecha y el periodismo, uno extensión del otro, según la ocasión, caminaron de la mano por la historia de México, con la misma suerte, con lo mismos vicos con los mismos síntomas de descomposición.
Si la conciencia pudiera albergar una enfermedad seria como el cáncer, los medios convencionales y los conservadores mexicanos estarían viviendo dolores inenarrables, pero como sólo es cuestión moral, la mala fama no duele aunque sus efectos les hayan hecho mucho daño al país.
La falta de interés por la capacitación para sobrevivir dentro de sus respectivos gremios, la política y el periodismo, creó improvisados al frente de sus respectivas ocupaciones. Aunque lograban engañar que eran expertos y su palabra era una verdad absoluta, hasta que sus excesos, producto de la creciente conciencia de la gente, empezaron a mostrar la verdad, como cuando un diamante, oculto por el lodo de la corrupción, empieza a caérsele la tierra y surge la verdad con brillo propio.
La práctica de la mentira cotidiana volvió demagógica la actividad política de los conservadores y también al periodismo conservador. La 4T hizo de los líderes de la oposición reporteros que dan en los medios su versión sobre el país con total libertad, incluso con total impunidad; y los medios se convirtieron en partido político, con una bandera conservadora que no pueden ocultar. Esta fusión sólo lo desenmascara, han sido lo mismo toda la vida, pero la diferencia estriba en que la gente creía que lo emitido en diarios y noticiero, era la verdad, o por lo menos un reflejo torcido de la realidad, cuando sólo era propaganda.
Nunca los medios han transmitido la realidad, ni los líderes poseen vocación, ni los periodistas respetan a la población, ni la verdad es el insumo más importante en sus transmisiones.
Los periodistas balbucean para describir una realidad que siempre rechazaron y no encuentran más que especulaciones para explicar el mundo. Narran una historia distorsionada de acuerdo los intereses del pasado para justificar que lo fraudulento son los contrincantes y no ellos.

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