Difícil entender la ida que la derecha tiene de la política, adoptan en su discurso la palabra dictador como adjetivo político y sinónimo del autoritarismo, pero, al mismo tiempo, muestran respeto y admiración por la corona española, en primer lugar; y, en segundo por la del Reino Unido, que son dos sistemas de gobierno superiores en autoritarismo a cualquier gobierno del continente americanos. Las monarquías que hacen suspirar a la derecha mexicana se convirtió, con el tiempo, en una oligarquía parásita en esos dos países europeos.
Los partidos de derecha en México mantienen en la corona española una especie de tutoría, ancestral, también es un muro de lamentaciones y hasta un confesionario. Cualquier problema que la derecha del país no puede solucionar solicitan ayuda de los conservadores que penden y dependen de la corona ibérica.
La confusión de pasado con presente siempre ha sido un conflicto existencial para la derecha en todo el mundo, no conocen la historia, suspiran por el pasado pero no entienden el presente, esto les crea una profunda incertidumbre por el futuro, de la que quieren contagiar al resto de la sociedad. Con ese lastimoso bagaje de conocimiento valoran, evalúan, interpretan la realidad política de México, por un lado, señalan al actual presidente de dictador, mientras tiene el 73 por ciento de aceptación popular, según mediciones internacionales. La llegada a la presidencia la impulsaron 30 millones 113 mexicanos, de tal suerte que no se trata de un poder de facto, su contrincante más cercano obtuvo 12 millones 610 mil votos.
La dictadura la adjudican a la violación de unas leyes que desconocen, a la violencia que no ejerce el gobierno sino el crimen organizado, señalan que se manipulan las leyes al antojo del Presidente cuando por primera vez, en más de un siglo, hay verdadera división de poderes, incluso enfrentamiento. Pero para los adoradores de las monarquías esos defectos que ven en la política mexicana no son nada con los que identifican esa monarquía que adoptan como supremo poder sobre el gobierno de su país.
La derecha mexicana, dentro y fuera de los partidos con los que se identifica cuestionan un poder absoluto dentro del país, mismo que admiran fuera de nuestras fronteras. No hay poder más absoluto que la monarquía, pero la limitada capacidad política y el deficiente conocimiento de la historia universal, los vuelve contradictorios.
De hecho, puede afirmarse que la conducta de un dictador es más libertaria que la de un rey. Pero para que puedan darse cuenta requieren tomar un libro y leerlo, lo cual es un reto muy difícil para cualquier conservador mexicano. Hay países con conservadores ilustrados y hasta cultos. En la monarquía los plebeyos son servidumbre, en la dictadura, los trabajadores son esclavos.
Los conservadores suelen colocar al comunismo como un fantasma que le imponen una fecha de caducidad, pero siguen infundiendo miedo a la sociedad a partir de la amenaza ineficaz e inexistente, con su próxima llegada. Le adjudican una añeja y lejana vigencia, porque oficialmente nace con el Manifiesto del Partido Comunista editado en 1848, pero las monarquías nacieron 3 mil años antes de Nuestra Era, probablemente en Mesopotamia, Egipto o el Valle del Indo.
Su consignas siempre serán destructivas, muestran ignorancia y la violencia, al igual que sucede en las dictaduras, impera ante el discurso político. La tendencia hacia el poder absoluto de los conservadores se muestra ahora en personajes que parecieran salir de un cómic como Javier Milei, Vicente Fox o Dina Boluarte, quienes tienen en sus próximos días la condena de la historia que los dejará paralizados.
Sus argumentos están llenos de un pasado que desconocen, lo cual les impide darse cuenta del presente y carecen de futuro. Esa esfera de cristal en la que viven es producto de la falta de conjugación del tiempo en sus vidas.
A lo que temen es a los gobiernos democráticos que en su lenguaje arcaico llaman la dictadura de las mayorías porque la palabra democracia les escalda la lengua.
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