Cinco años han pasado ya que Andrés Manuel López Obrador llegó a la presidencia y gracias a sus extraordinarios esfuerzos cotidianos y probada honestidad su aceptación entre la mayoría de los mexicanos se ha mantenido muy alta. En estos años se ha coronado el esfuerzo de mujeres y hombres de izquierda, demócratas y humanistas que por décadas lucharon por revolucionar las políticas atroces de enriquecimiento corrupto, privatización y saqueo. Algunos compas ya fallecidos, asesinados o desaparecidos.
Décadas en donde muy pocos medios independientes y alternos hablaban de la corrupción sin límite de políticos y empresarios desde los años 90. Aun así, el pueblo lo sabía porque simplemente lo padecíamos. Poco a poco vimos como los ricos se hicieron más ricos y los pobres más y más pobres. Mientras ellos hablaban de progreso y se felicitaban entre ellos, el nivel económico del pueblo fue empeorando hasta que para el 2018 ya no se aguantaba más.
Para cualquiera que fuera sensible al pulso político sobre todo en el sexenio de Peña Nieto, era obvio que la sociedad estaba a punto de explotar como una olla exprés que ya no aguantaba la presión. Fraudes electorales, matanzas, represión, guerra contra el narco, además de bañar al país en sangre la llenó de ira e incluso burla contra estos oligarcas.
Hoy vivimos tiempos de esperanza y de transformación porque el primer mandatario nos ha demostrado que en su gobierno, primero son los pobres y que se ha comenzado a equilibrar la balanza hacia una justicia social tanto tiempo anhelada.
El país está saliendo a flote y las obras estructurales que se han hecho traerán beneficios al pueblo trabajador y a los empresarios que también han visto aumento en sus ganancias trabajando en equipo con el gobierno. Es decir, en ese sentido parece que hay un consenso en que son nuevos tiempos para México.
Los que no quieren subirse al tren del cambio porque han sido obligados a pagar impuestos, se les han quitado privilegios absurdos, porque son conservadores con terror a formas nuevas de hacer las cosas y porque no quieren dejar de robar, tendrán el repudio de la mayoría del pueblo de México. A pesar de la tremenda andanada cotidiana de los medios de manipulación comerciales que día y noche dicen mentiras y denostan al presidente y su gobierno, la mayoría tenemos la amarga memoria de lo que fue la larga noche neoliberal y lo que ésta significó en nuestras vidas.
Si el señor X y sus secuaces siguen empecinados en sus berrinches y su odio y no terminan por aceptar que México ya cambió y no vamos a retroceder, serán excluidos del rico pastel que representa nuestro país. Si no se suben al tren, se quedarán mirando desde su burbuja donde ellos sólo se hablan y reconocen entre ellos.
A pesar de que sí hay un sector desclasado, clasista y racista, que está muy manipulado, que no le gusta pensar y que no ve su realidad, la gran mayoría del pueblo mexicano no querrá regresar a la barbarie del capitalismo salvaje representados por ese pequeño pero poderoso sector.
Y es que aunque no hay enemigo pequeño, ellos mismos se ponen la soga al cuello con tantas ocurrencias que no les han salido bien. Se van a quedar como el chinito: nomás milando porque esa Xochitl va de mal en peor, casi estoy segura que la bajarán. Más bien les aconsejaría: ¡háganse a un lado, no estorben!
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