De una plática de sillón con un muy respetado actor que, como sucede con los artistas genuinos, tiene a la mano un puñado de talentos y creaciones que lo califican además como un verdadero genio, surgió una idea que me dejó reflexionando hasta este momento: “La gente no quiere más explicaciones”, expresó, refiriéndose al tsunami inédito de interpretaciones, desgloses, análisis, reflexiones, opiniones, comentarios y cátedras varias sobre los acontecimientos políticos y sociales que a diario se expresan por todos lados y tribunas, comenzando por el ejercicio innovador que nos despierta cada mañana en este país, si no en tiempo real, sí con una cantidad de cortes posteriores y reacciones que saturan el ambiente con palabras y textos que mantienen nuestras mentes sumidas en un contenido que, como bien apunta el filósofo Byung-Chul Han, termina produciendo el más sepulcral “silencio digital”.
Haciendo referencia al concepto de los trescientos sesenta grados y cómo es que los extremos, de extenderse lo suficiente terminan encontrándose, el “todo” se está convirtiendo en el “nada”, y al exacerbado cúmulo de opiniones le está siguiendo una escasez de expresiones genuinas y laterales.
Lo que desde Palacio Nacional es una estrategia de gobierno y una táctica política efectiva para sobrevivir a estos tiempos de definiciones irremediables, está siendo reproducido hasta el hartazgo por quienes creían no tener palabras para expresar aquello que tardaron décadas en gritar a los cuatro vientos y que ahora, ha tomado la forma de “chairos”, “fifís”, “neoliberales”, “soberanía”, “justicia”, “discriminación”, “racismo”, “clasismo” y muchos otros conceptos que vemos repetir llenando discursos y comentarios, generalmente breves y fugaces en redes, la tribuna social por excelencia.
Pero a todo este nuevo vocabulario, a toda esta revolución pacífica que presupone la politización de facto de la sociedad en su conjunto, le está siguiendo la sobre saturación mental de terminologías redundantes que, si bien son útiles para consolidar un proyecto de nación que se impulsa desde el gobierno, a muchos nos deja vacíos después de espetar una respuesta o un hilo contestatario en twitter, a razón del tema de moda, pues estamos en peligro de enmudecer o perdernos entre el griterío.
La respuesta que te propongo, querido lector, a este silencio que amenaza con apoderarse de la realidad material, pues es lo que resulta del ruido virtual que acapara nuestras mentes y se representa en la imagen de comensales, parientes, amigos y colegas de trabajo absortos en sus pantallas moviendo sus pulgares solamente, es el retorno hacia lo material: el objeto, el perfume, la piel, la hoz, el martillo, la huelga y la movilización pacífica en calles y avenidas, el rescate de la nostalgia, el derrocamiento de la novedad, de lo efímero y lo superfluo, el combate al concepto de lo viejo como “vintage”, como aquello que ya no es vigente, pues sin el pasado, no somos nada.
Nuestros cimientos se hallan actualmente en la nube y por lo tanto, caeremos con un simple ventarrón, por ello te invito, querido lector, a bajar de ella, a resistir la tentación de cambiar la realidad sólo en tu mente comprando por unos cuantos dólares, locaciones ideales en el metaverso, te invito a resistir con todas tus fuerzas la tentación de lograr un cambio en la realidad, comprándole realidades virtuales a modo a quienes nos tienen sumidos en este, el nuevo tecno-feudalismo, que cada vez está más cerca de cobrarnos alquiler por nuestros propios pensamientos, pero eso será tema de otra columna.
DA CAPO:
Ante el exceso de explicaciones que se transforman en sinsentidos, la acción pura, neta, sólida y contundente, es el discurso más elocuente y añorado por una sociedad que, presa del palabrerío, busca una ventana hacia sus sentimientos, sus significados, sus objetos y símbolos, es decir, su propia humanidad.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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