Indudablemente, el desprecio hacia los pobres es proporcional al miedo que los “ricos”, les tienen. La evidente aporofobia se refleja en todas las acciones que, desde finales de la década de los sesenta, con los gobiernos represivos y de la guerra sucia, y después los tecnócratas y neoliberales, instrumentaron con el pretexto de parecer democráticos, pero que no hicieron sino perpetuar la marginación y la opresión por medio de regímenes totalmente antipopulares y entreguistas que sin pudor, dedicaron todos sus esfuerzos a precarizar el trabajo, a profundizar las desigualdades sociales, educativas, de género y económicas.
El esfuerzo histórico que representa la lucha del presidente López Mateos al instaurar la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, CONALITEG, significó un antes y un después, en el plano de la realidad para millones de niños que, desde el ciclo 1959-1960 tuvieron en sus manos materiales de texto con que podían hacer válida la prerrogativa enunciada en el artículo 3° de nuestra Constitución, donde expresa que el Estado garantiza la educación inicial, preescolar, primaria, secundaria y que ésta, la educación, debe ser universal, inclusiva, pública, gratuita, laica y obligatoria. Pero los esfuerzos de esa primera generación de libros de texto, se enfrentó al rechazo de todas las fuerzas de poder fáctico que buscaron, como siempre, conservar los privilegios por los que llegaban a ese poder.
Como la humedad, se fueron extendiendo las influencias de los círculos de “los influyentes” y con el neoliberalismo y la oportunidad increíble que representó que el Estado se apartara de su misión de garante de las prerrogativas ciudadanas, los libreros y editores que se encargaban de la confección de programas de estudios y libros de papel bond e ilustraciones carísimas, se hicieran indispensables en el proceso educativo de las niñas y niños mexicanos. Supuestamente, los estudiantes de las escuelas de paga, habrían hecho una diferencia en la consecución de resultados de habilidades y conocimientos en pruebas como la Pisa, diseñada por la OCDE, pero como podemos acreditar, no supieron más ni mejor. Lo que sí hubo, fue una muy cruel estrategia de mediocridad programática que hizo menos cada vez menos, por los niños más desfavorecidos.
Los tecnócratas que elaboraban los planes de desarrollo y los sexenales, también diseñaban planes de estudio que coincidieran por completo con las expectativas de las instancias internacionales, como dijimos antes, la OCDE, entre otras. Y es que no es difícil comprender que tuvieran que utilizar las mediciones que diseñaban para justificar la intromisión a los países “en desarrollo” que requerían asistencia técnica, económica, militar o de cualquier tipo; por ello, las políticas que se aplicaban, debían encajar en el discurso, a la perfección: como piezas de rompecabezas. ¿Cómo si no, usarían el fomento y los programas clientelares de cada sexenio, para infringir el mandato constitucional de organizar un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional que imprima solidez, dinamismo, permanencia y equidad al crecimiento de la economía para la independencia y la democratización política, social y cultural de la nación, tal como señalaba el numeral 26 constitucional vigente durante el periodo salinista?
En el plan neoliberal, los particulares podían impartir educación de cualquier nivel porque los presidentes se deshicieron de esa competencia, con la justificación de que quien tuviera con qué, debía pagar colegiaturas que separaran a los hijos de pudientes de los hijos de campesinos u obreros, y así, las escuelas ya no tendrían que ser construidas y operadas por el Estados, y los libros ya no deberían ser preparados e impresos por el Estado, porque eran producto de programas y planes de diseño sin identidad ni vocación patriótica que, además, se podían comprar porque solo eran vistos como mercancías. Lo fácil fue dejar que otros se encargaran de esas labores, pero ahora, este sexenio, que sí tiene Plan Nacional de Desarrollo y visión mexicanista, es que se está reviviendo esa lucha feroz en contra de la ignorancia y el poder económico, pero además, se debe hacer frente a poderes metalegales, como el de la iglesia, cuyos representantes violan sistemáticamente la laicidad que se enuncia en los artículos 3° y 130 constitucionales, al ser artífices del rechazo a los nuevos libros de texto y, en general de la Nueva Escuela Mexicana.
En este escenario de lawfare que es inocultable, los actores contra la transformación y el desarrollo de México son algunas organizaciones de abierto sesgo religioso, disfrazado de “moral”, los ámbitos de “justicia”, ya sea local o federal y la instancia electoral, y expuestos en las ocho columnas, las pantallas de noticieros y redes sociales, como si de próceres se tratara, al “proteger a las infancias” del daño que los libros de texto les causarán, -que suponen o les han dicho-, y por eso la cargada actual donde vemos suspensiones exprés, ordenadas desde la mismísima Suprema Corte de Justicia de la Nación, para que no se entreguen materiales; o la concedida a la Unión Nacional de Padres de Familia por una juez que asegura que los programas de estudio se elaboraron con posterioridad a la impresión de los propios libros, sin tener un ápice de conocimiento ni del proceso ni del desarrollo de un proyecto de esta envergadura y por ello, concedió la suspensión por violaciones a la Ley General de Educación. Admite en su documento que, aunque el Plan de Estudio de la Nueva Escuela Mexicana se publicó en agosto del año pasado (2022), se hayan publicado los programas de estudio hasta el 15 de agosto de 2023 y pone en duda que los maestros hayan sido adiestrados adecuadamente para el manejo de estos nuevos materiales y planes de estudio. ¿Pues a qué cree la señora juez, que se reúnen los maestros y van a tantos cursos de actualización? Los maestros son excelentes en la formulación de sus propias planeaciones, y la adaptación de los proyectos de los libros de texto, a las necesidades de sus grupos.
¡Como dijera mi abuela, son cuchillito de palo, no cortan, pero cómo molestan!
Para la reflexión: no quieren libros de texto de mejor calidad porque no necesitan una mejor sociedad que piense y exija. No se atreven a revisar con verdadera intención los libros, sino con una lupa de la crítica malsana, porque sería admitir que son materiales de calidad, realmente multidisciplinarios, elaborados entre colegas para una sociedad en transformación, y de aplicación flexible, para adaptarlos a realidades y necesidades de nuestra diversidad poblacional. Pero sobre todo, no los aceptan porque es rendirse a que nosotros, a los que siempre han descartado por no pertenecer a los círculos exclusivos que comían y viajaban a expensas del erario, tengamos el poder de legitimar al presidente, sus decisiones y decretos y a nuestros representantes en el legislativo y demás espacios, para convertir esas disposiciones en políticas de la vida común. En resumen, lo que quieren es que a los niños de escuelas populares se les siga dando clases con ideas vetustas y nociones de enseñanza caducas, para que quienes quieren una mejor educación para sus hijos, inviertan en escuelas de paga, y que éstas, a su vez, tengan al alcance materiales como el sistema UNO, de Santillana, con links a materiales virtuales y que no son baratos, profundizando en la desigualdad de oportunidades para los niñ@s en edad escolar.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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