Imagine usted lo difícil que sería erradicar un vicio de toda la vida. Aún con más razón lo sería si tuviera 400 años de existencia. Eso es lo que ha durado uno de los males más arraigados y corruptos de las élites políticas en México: el Nepotismo.
El diccionario de la Real Academia Española lo define así: Utilización de un cargo para designar a familiares o amigos en determinados empleos o concederles otros tipos de favores, al margen del principio de mérito y capacidad.
Otra definición señala que “Se refiere al acto de otorgar, por parte de funcionarios gubernamentales, concesiones políticas a miembros de la propia familia o parientes cercanos, nombramientos para ocupar puestos públicos o candidaturas de elección popular, adjudicándoles contratos oficiales y utilizando, en cualquier otra forma, la posición política para favorecerlos en forma indebida.” (Conflicto de intereses).
La Ley General de Responsabilidades Administrativas Federal Artículo 63 bis dice: “Cometerá nepotismo el servidor público que, valiéndose de las atribuciones o facultades de su empleo, cargo o comisión, directa o indirectamente, designe, nombre o intervenga para que se contrate como personal de confianza, de estructura, de base o por honorarios en el ente público en que ejerza sus funciones, a personas con las que tenga lazos de parentesco por consanguinidad hasta el cuarto grado, de afinidad hasta el segundo grado, o vínculo de matrimonio o concubinato.”
En tanto que en la Ley Nacional Anticorrupción debería haber una descripción de todos los “hechos de corrupción” como el Nepotismo, pero no está definido.
Así, mientras en las leyes se diluye este delito de alguna u otra forma, me pregunto ¿por qué no hemos podido desterrar en su totalidad este vicio padre de la corrupción? La respuesta quizá venga de lejos. Bajo la Corona Española se impuso un sistema de castas, en el cual los españoles nacidos allá y específicamente quienes ostentaban títulos nobiliarios eran los que disfrutaban de todo tipo de privilegios políticos, económicos y sociales. Muchos de ellos, familias.
La élite política mexicana que ocupa el rango más alto en la sociedad, que ejerce el Poder y toma decisiones importantes conforma sus grupos a partir de lazos familiares, de las relaciones de amistad y compadrazgo para garantizar la lealtad de sus colaboradores y sucesores. Así como en ciertos casos, para mantener los privilegios que otorgan los puestos públicos en un círculo muy cercano, lo cual permite se disfrute a perpetuidad y monopólicamente de los puestos de elección popular y/o cargos públicos.
Además, el Nepotismo también está presente en la jerarquía eclesiástica católica y en el Poder Judicial, llegando a ser en este último ámbito, de proporciones escandalosas.
En nuestro país desgraciadamente tenemos una herencia autoritaria añeja, con altos niveles de corrupción que resulta en una cultura y conducta patrimonialista, de compadrazgo y privilegios por encima de la ley, sin tomar en cuenta la capacidad o idoneidad de la persona por sus propios méritos.
Todos recordamos a los Moreira, los Del Mazo, los Murat y trágicamente, dell lado de morena, a los Monreal, los Sansores, los Salgado Macedonio, los Sandoval (ya sin Irma), los Batres y por supuesto los preferidos del presidente Andrés Manuel López Obrador los Luján Alcalde.
Los puestos de la familia preferida del primer mandatario, a quienes se ha favorecido generosamente son obviamente el de Luisa María Alcalde Luján como Secretaria de Gobernación; Bertha Lujan Uranga como Ejecutiva Nacional de Morena por muchos años hasta el año pasado; Bertha Alcalde Luján como Comisionada de Operación Sanitaria en Cofepris quien al principio de este año fue finalista para Consejera Presidenta del INE y estuvo en la terna para ser ministra de la Suprema Corte en sustitución de Arturo Zaldívar, sin conseguir ambos puestos aún. Por lo que respecta al padre de Luisa María, Arturo Alcalde Justiniani se rumora sin tener pruebas de ello, que era o es asesor legal del gobierno de la 4T.
Según la revista electrónica Etcétera en un artículo publicado en junio de este año, “De los siete familiares por los que Luisa María Alcalde Luján, secretaria de Gobernación, fue acusada por nepotismo en el 2020, al menos cinco se mantienen como funcionarios del actual gobierno, según muestra la Plataforma Nacional de Transparencia”.
“La lista de las familiares de Alcalde Luján también incluía a cuatro familiares más: en la lista destacaba su prima Tania Tiscareño Luján, quien era jefa del Departamento del Comité Nacional de Profesionalización de la Asistencia del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia y que ahora ha alcanzado el nivel de subdirectora. El esposo de esta, Óscar Sandoval Salas, hasta ahora se encuentra en la Dirección de Evaluación y Archivo de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje. Dos parientes de este, Gloria y Daniela Sandoval Salas, también han tenido puestos públicos: la primera aún es directora general en la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo, de la Secretaría de Relaciones Exteriores, mientras que la segunda trabajó en el Servicio de Administración y Enajenación de Bienes”.
Otra prima de la segunda al frente del país, es Karina Luján Luján, quien es directora de Asuntos Penales de la Secretaría de la Función Pública, donde se mantiene hasta la fecha.
En fin querido lector quiero aclarar que según la ley ninguno de estos casos podría ser considerado como nepotismo rigurosamente hablando por lo que específica la ley en la frase citada arriba de “…en el ente público en que ejerza sus funciones”, pues han tenido el cuidado de no laborar en la misma dependencia. Sin embargo como dice el presidente, puede ser legal pero no quiere decir que sea justo. Lo dejo a su conciencia y a su criterio.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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