“La nueva derecha canaliza el descontento con la globalización neoliberal encubriendo su complicidad con los atropellos patronales. Disfraza su conservadurismo con mensajes de rebeldía y culpa a las minorías desprotegidas por las desgracias que genera el capitalismo”. Claudio Katz en ¨El renovado formato de la vieja derecha latinoamericana¨.
Revista Jacobin. 21/01/23.
Claudio Katz, especialista en el análisis de la ultraderecha en América Latina publica un artículo en la revista Jacobin1 en el que describe con detalle los intentos que vienen impulsando para mantenerse en el poder o, cuando no lo está, conservar una presencia importante en la esfera político-económica con el fin de estar atenta para propiciar las condiciones que les aseguren su pronto regreso.
Precisamente es en este ámbito, de la preparación de las condiciones necesarias para hacerse del poder nuevamente, en el que en sus narrativas, que cada vez se identifican más con una sola, utilizan el descontento existente entre algunos grupos sociales por el fracaso de las medidas neoliberales. Hábilmente la demagogia conservadora atribuye, dejando de lado su propia responsabilidad, a los gobiernos recién elegidos el hastío suscitado por un modelo que multiplicó la desigualdad, el desempleo y la precarización laboral.
Katz afirma categórico “… La ultraderecha acusa a ¨los políticos¨ de los males que afectan a la sociedad, pero se excluye a sí misma de esa responsabilidad. Despotrica contra presidentes, legisladores o simples empleados públicos, encubriendo al poder económico, judicial y militar que genera los sufrimientos populares”.
Y en esto hay grandes semejanzas entre las estrategias seguidas por las derechas de todo el mundo, la distorsión de la realidad exculpa a los oligarcas y responsabiliza a los grupos sociales mayoritarios. En la Europa actual se reactivan los viejos prejuicios del colonialismo y son canalizados por todos los medios a su alcance. Por ejemplo, son los miles de migrantes, quienes por cierto se refugian en los países en donde se ubican los orígenes de su lacerante pobreza, quienes cargan con las culpas. Hoy sobre ellos se canaliza la reactivación del racismo ante un supuesto reemplazo de la población blanca por otras “variedades étnicas”, la cual se ve desplazada de los empleos y por ende de los beneficios destinados exclusivamente a la “población nacional”.
Sin embargo, siguiendo a Katz lo novedoso es la aparente rebeldía mostrada cotidianamente en las críticas que dirigen hacia el poder, hacia el gobierno y sus representantes. En ese sentido en nuestro país resulta clara la postura adoptada por los hacedores cotidianos de la “realidad virtual” o la “posverdad”, quienes le venden, a sectores inconformes con la 4T, la demagogia de la defensa de sus intereses frente a un “gobierno autoritario” que ha llevado a México al “desastre total”. Así resulta, en la narrativa conservadora, que su “oposición” defiende los intereses de esos grupos, encubriendo ante ellos que en la realidad defienden solo los intereses de la oligarquía.
En esa estrategia la ultraderecha nunca pierde el hilo conductor: culpar a los más desposeídos por las desgracias que sufren los asalariados y la clase media. Esa política de enemistad con los humildes y justificación de los poderosos es el plan B del capitalismo, frente a la aguda crisis de las formas convencionales de dominación.
La toma de edificios públicos como ocurrió en el Capitolio en Washington en 2021 y la ocupación de los tres poderes en Brasilia en 2023 por cierto, ambas ocurridas en enero de los años citados, esa secuencia indica un modus operandi compartido por un sector que combina el mensaje reaccionario con la exhibición de fuerza. Su captura por un brevísimo tiempo de los lugares más emblemáticos del poder político es la antítesis de las revoluciones populares, que derrocaron monarquías, tiranías o dictaduras en los últimos dos siglos. En lugar de coronar una dinámica de emancipación apuntalan proyectos contrapuestos de opresión totalitaria.
En nuestro país las expresiones públicas de los grupos reaccionarios manifestándose en las calles y destruyendo todo lo que encuentran a su paso, como lo ocurrido la tarde del viernes 20 en la Ciudad de México y días atrás en la estación del metro Bellas Artes de la línea 2, podrían representar algunas muestras de acciones con el esquema descrito.
La influencia de Donald Trump sin duda está presente. Cabe recordar el mensaje de beneplácito que envió el expresidente estadounidense en noviembre pasado a los asistentes de la reunión ultraderechista, organizada por dos agrupaciones del conservadurismo estadounidense, venidos de varias zonas del mundo a la capital mexicana. Recordemos que Trump mantiene el interés de regresar a la presidencia o por lo menos de estar cerca del postulante republicano en dos años.
Katz subraya la relevancia del uso de las redes sociales para canalizar noticias falsas con la complicidad de bots y trolls. Aunque esta afirmación tiene sus propias expresiones en México ya que a esta tarea manipuladora se suman la infodemia mediática y la promovida por sus personeros que fungen como “líderes de opinión” y/o “intelectuales orgánicos”.
La ultraderecha en Latinoamérica utiliza también en su narrativa el supuesto combate contra la corrupción. Baste citar los casos en los que por esa razón fueron acusados la expresidenta Dilma Rousseff, el ahora de nuevo presidente Lula, la vicepresidenta Cristina Fernández, el propio presidente López Obrador cuyos cuestionamientos incluyen a miembros de su familia. La tónica vengativa contra las experiencias revolucionarias o progresistas explica su odio a la izquierda y su apego a las modalidades clásicas del macartismo. Las diatribas contra la “amenaza comunista” han renacido con gran fuerza y el discurso de la guerra fría es repetido con la misma puntillosidad del pasado.
Si bien América Latina ha quedado al margen de conflictos bélicos pero acumula, en palabras de Katz, un récord de violencia cotidiana, De las 50 urbes más peligrosos del planeta 43 se localizan en la región. El neoliberalismo ha generado un entramado mayúsculo de criminalidad. Añade a los viejos patrones de la marginalidad urbana, una novedosa interacción de mafias y redes del narcotráfico controladas desde Estados Unidos. En nuestro país la violencia sigue siendo un tema que inquieta a algunos sectores de la población. Sin embargo, aun y cuando es una de tres prioridades de atención del gobierno de la 4T, para la ultraderecha los índices de criminalidad no solo no han mejorado, sino que se ha agudizado la inseguridad. Y es precisamente este discurso el que influye en la percepción de esa población.
La ultraderecha latinoamericana tiene su principal sostén en el imperialismo estadounidense pero también se nutre de las corrientes predominantes en partidos y organizaciones que son gobierno o partes de él en España y otros países. Un elemento integrado en su estrategia es la violencia que ejercen para contrarrestar resistencias, acallar militantes y aterrorizar descontentos es su principal rasgo. Los derechistas han tomado nota de los levantamientos sociales que, en los últimos años, desembocaron en triunfos electorales del progresismo y también registraron las victorias de movilizaciones populares más recientes.
La represión contra el pueblo peruano, agudizado en los últimos días, confirma lo que Katz sostiene al afirmar que la ultraderecha vuelve a escena para tantear respuestas reaccionarias a esos desafíos. La restauración conservadora no pudo sepultar el ciclo precedente y por eso ensayan otros rumbos, para desactivar la persistente lucha popular.
Tarea ardua la que debemos realizar para defender los avances logrados. La movilización social es sin duda un importante elemento en ese sentido, pero es necesaria también frente a tantas variedades de esa contraofensiva… una clarificación teórica del sentido de ese espacio.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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