Hoy comienza una nueva etapa en la Cuarta Transformación que indudablemente provocará un reacomodo de fuerzas al interior de MORENA y su base electoral de manera significativa, sin embargo, a pesar del clamor de la oposición por un rompimiento, este quedará sencillamente en el jaloneo natural que se da en todo proceso interno, cuantimás en uno tan singular como este. Así que aquellos que apuestan por la fragmentación del movimiento, supuestamente en aras de las aspiraciones personales, se quedarán con las ganas pues con todo y la dureza y rudeza de algunos compañeros, habrá de prevalecer la unidad porque no se ve por donde alguien pretenda engrosar las filas de aquellos que sumieron a este país en el rezago y la desigualdad.
Como en tiempos de Salinas, los que se creen amos del poder político le apuestan a la fractura de la izquierda con una cantaleta que han tratado de construir desde hace un par de años y que no les ha dado resultados, pero no les da resultados por una razón fundamental: en el fondo no entienden que no es Marcelo, Claudia o Adán Augusto por quiénes la mayoría expresa su preferencia, sino por un movimiento que ha sido capaz de otorgarles una causa, una bandera que les permitió visibilizar a todos los sectores que habían sido abandonados desde siempre.
Así que por más que se orqueste una campaña mediática para alentar la división, está jamás permeará hacia el ciudadano que hoy ratifica su respaldo a una nueva forma de ver y entender la vida política del país. Pero por supuesto que este proceso que vivimos tendrá sus costos, no queda duda alguna, habrá (como en todas las expresiones políticas) quienes busquen garantizar la permanencia por la vía del chantaje o la simulación, sin embargo serán los menos, pues ahora se cuenta con un abanico plural que incluye fuerzas democráticas que han optado por la reconstrucción interna que les ha generado nuevas expectativas y ampliado sus horizontes más allá de los procesos electorales. Hoy se cuentan por cientos los sectores organizados que respaldan el proyecto comenzado por AMLO y por miles los no organizados que de manera libre manifiestan su rechazo por regresar al viejo régimen que atravesó por muchas generaciones, así que, mientras la oposición siga sin entender que se enfrenta a la sociedad y no al morenismo, seguirá conduciendo los destinos de la oligarquía hacia la derrota.
Estando así las cosas y sin tratar de hacer una alusión a nadie, este proceso invita a reflexionar sobre la elección de 1988 donde el ingeniero Heberto Castillo declinó patrióticamente por Cuauhtémoc Cárdenas a pesar de la insistencia de los emisarios del PRI (Antonio Díaz Michel y Camacho Solis) de no hacerlo, argumentado que el país necesitaba a la izquierda. Heberto, siempre congruente y con una ética implacable hasta los últimos días de su vida, rechazó la oferta que probablemente le habría significado una serie de beneficios, anteponiendo la causa y lo que significaba la conformación del Frente Democrático Nacional de cara a la elección y lo que sería a futuro un parteaguas en la vida política de México. Ahí radica la importancia de reflexionar en ese suceso, en que vale más la voluntad de las mayorías y responderle con principios éticos en lo que demanda el pueblo que la aspiración individual por más que se trate de la presidencia de la república.
El proceso ha culminado en esta etapa y la exigencia del momento es aferrarse al vigor ético que habrá de acompañar las tareas futuras; no hay ganadores ni vencedores, no habrá ruptura ni desbandada, todo lo contrario, hoy, quiénes participamos de este proceso saldremos unidos para demostrar que la fortaleza del movimiento está en los millones de mexicanos que rechazan profundamente al viejo régimen que, por el bien del país, tardará muchos años en regresar.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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