Los recientes acontecimientos políticos protagonizados por morenistas (Layda Sansores, Adán Augusto López, Ricardo Monreal) han conseguido que los atónitos espectadores transitemos del pasmo a la sospecha, de la confianza al recelo y de la esperanza a la indignación. Da la impresión de que Morena pasa de instrumento para la lucha democrática de la sociedad a madriguera de intereses personales con olor a futurismo.
Una aspiración de los partidos políticos de izquierda fue siempre la de acompañar al pueblo en sus demandas. Por lo menos, esa fue la intención de los partidos de izquierda auténtica como el Partido Comunista Mexicano (PCM), el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) o el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), más otras organizaciones de izquierda que no llegaron a las Cámaras pero siempre fueron consecuentes con sus planteamientos.
Este recuento de la izquierda ignora deliberadamente al PRD, que nació como una amalgama de corrientes de izquierda, transitó como una fábrica de candidaturas, y acabó como un esperpento cuando Claudio X. le cortó los hilos que lo sostenían y decidió que ya había perdido su utilidad.
Los partidos de izquierda, más allá de sus disputas y enconos ideológicos, acompañaron las luchas populares, a veces encabezándolas, a veces participando de manera tangencial. Huelgas obreras, demandas campesinas, movimientos urbanos y populares encontraron en la izquierda una postura solidaria y respetuosa de sus liderazgos naturales, poniendo a su servicio los alcances políticos de sus partidos, los que hayan sido.
Así, la izquierda se solidarizó con huelguistas y les acercó los apoyos económicos modestos que más parecían faltarles a ellos que a los obreros en paro. Estuvo en los desfiles del 1º. de Mayo volanteando y boteando, estuvo en 1982 en el Frente Nacional en Defensa del Salario, contra la Austeridad y la Carestía (FNDSCAC) y junto con sindicatos y organizaciones campesinas y del movimiento urbano llenó el Zócalo de la CDMX por primera vez desde 1968, apoyó a los trabajadores de la refresquera Pascual, hoy constituida como Sociedad Cooperativa de Trabajadores de Pascual.
Pero eso, parece, ya pasó de moda o por lo menos no lo contempla Morena en su proyecto, que tiene la suficiente capacidad operativa para obtener treinta millones de votos pero ninguna fuerza para proponer un punto de vista público. Palabras más palabras menos, dijo la dirigencia del partido: no nos metemos con las decisiones de Layda para que Layda no se meta con las de nosotros. Ah, bueno.
Para ejemplificar, bordemos un poco en la especulación y supongamos que en una ciudad del país los transportistas, respaldados sin reservas por el gobierno municipal panista, aumentan el costo del pasaje del transporte urbano de 13 pesos a 14.50 pesos.
Supongamos que esa ciudad es la segunda del país con más personas pobres en números relativos, según el Coneval, con unas 800 mil personas en situación de pobreza, lo que constituye el 45.8% del total de pobladores de esa ciudad. Supongamos, por último y para más señas, que esa ciudad es León, Guanajuato, cuna del sinarquismo, granero de votos para el PAN, residencia de El Yunque y una de las ya escasas plazas fuertes panistas en la república.
En este caso ejemplar, ¿podría Morena movilizar siquiera unas doscientas personas que protestaran contra el aumento? No, no puede. A lo mejor porque ningún morenista en León utiliza camión para transportarse y no le afecta el costo, o bien el partido está totalmente desarticulado, o prefiere pasar de incógnito cuando no es época electoral y no hay candidaturas a la vista.
Lo que sí hubo fueron cien ciudadanos protestando contra el alza (Protestan por el incremento en el precio del pasaje en transporte público de León, nota de Jorge Hernández en el portal Zona Franca del 14 de diciembre). Así, que “estudiantes y ciudadanos” se las arreglen como puedan y protesten lo que quieran: los morenistas no moverán un dedo sino hasta el próximo proceso electoral, cuando se reanude la rebatiña por los puestos y los recursos porque por el momento ya está repartido lo que había para repartir. Y mientras llega la próxima temporada de elecciones, Morena hace mutis y se recluye en sus cuarteles de invierno.
Quizá sea esa ausencia del partido en la vida cotidiana de las personas la que ocasiona que las conferencias de la presidenta Claudia Sheinbaum se conviertan en un rosario de ínfimas querellas relatadas por los reporteros asistentes, una ventanilla de reclamos, una barandilla municipal desde donde la doctora se entera que a un matrimonio de adultos mayores de San José de los Tejocotes no les está llegando su pensión, que en San Pedro de las Columbas hay una casa donde tienen un perro amarrado en la azotea, que en Cerro de los Melquiades no tienen agua en los sanitarios del kínder, o no está pasando el carretón de la basura, o los despachadores del gas exigen propina a efecto de surtir el combustible, o para cuándo tiene agendada la doctora su visita a Puerta de San Germán, donde los pobladores le compartirán sus pendientes.
Es un relato de minucias irrelevantes para el resto del país, aunque acongojantes para quienes dependen de que les llegue su pensión y desde luego son importantes. En el ideal, si el partido existiera en la vida diaria de los pobladores podría ayudar a tramitar la solución de esos problemas. A la población en general le interesaría más un cuadro de Morena gestionando soluciones que ese mismo cuadro presumiendo, orgulloso, haber cursado satisfactoriamente el curso “Masculinidades Anti-Hegemónicas” –casi un esoterismo para el pueblo curtido al sol- impartido por el Instituto Nacional de Formación Política de Morena.
Por décadas, la izquierda vivió el conflicto entre participar o no en elecciones porque estas validaban al régimen autoritario priista y favorecían la consolidación de dicho régimen al asumirlo como democrático. Partidos “electoreros”, se les llamó desde la izquierda radical a quienes aceptaron la convocatoria a las urnas como método de organización de las demandas populares. Hoy la izquierda está en el poder y convendría recordar que no son las figuras públicas las que le dan fuerza al pueblo sino el pueblo el que le da fuerza a las figuras públicas. Layda, Adán y Monreal son daños pasajeros, porque lo único que permanece es el pueblo.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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