No tengo la menor duda al respecto, no faltarán quienes, frente a la amable oferta de los representantes republicanos de nuestro vecino del norte, clamarán al cielo reclamando intervencionismo, imperialismo, violación de la soberanía nacional y una tremenda falta de respeto. Al respecto, no vale la pena decir mucho, se trata de personas que viven en el pasado, que siguen celebrando glorias caducas, que piensan que la Independencia de México fue un logro y no una calamidad.
Personas que no saben ─como no lo supieron Hidalgo, Morelos, Guerrero y tanto otros─ apreciar las virtudes de ser una colonia, de vivir sojuzgados a una voluntad ajena que se encarga de tomar todas las decisiones y nos mantiene libres de la preocupación de pensar por nosotros mismos, libres del terrible yugo de la autodeterminación que tanta culpa genera en los sujetos. Personas que son incapaces de apreciar la emancipación resguardada por aquella máxima que sostiene que el que obedece no se equivoca. Personas, al fin y al cabo, con tanta soberbia que se creen capaces de construir su propio destino. En resumidas cuentas, más que personas, sujetos alienados por la ideología individualista, egoísta y arcaica que los orilla a asumirse como constructores de su propia historia.
Lo de hoy es otra cosa, lo de hoy no es el egoísta anhelo de autonomía e independencia, lo de hoy es abrazar un neoimperialismo como fase única del capitalismo, que de neo tiene solo el prefijo mercadológico que disfraza de novedad la intención añeja ─que por añeja ha adquirido madurez, sabiduría y experiencia en la explotación de las colonias─ de imponer una forma única de leer y actuar sobre el mundo, una sola forma de ser, estar y existir: nada de dudo luego existo, sino acato luego existo, me someto luego existo. Permitir que el Ejercito Estadounidense, con la bandera de las franjas y las estrellas siempre en su brazo, libere a los mexicanos del narcotráfico y, de paso, de los mexicanos, es una oportunidad que no deben meditarse, mucho menos rechazarse, es una oportunidad que debemos agradecer y, frente a la amenaza que representamos para nosotros mismos, luego de doscientos dos años de fallida vida independiente, llenos de humildad, mansamente, con la cabeza agachada, pero los brazos en alto, aplaudir para dar la bienvenida al ejército que se ofrece a liberarnos mediante una invasión disfrazada de expedición punitiva.
Oportunidades como éstas ─si bien no son nuevas─ no se presentan a diario, y en el pasado no hemos sabido aprovecharlas. Pienso, y me detengo solo en ello para no hacer de este texto un breve tratado sobre historia y mercedes del intervencionismo imperialista, en la oportunidad que tuvimos durante la Segunda intervención francesa y el consecuente gobierno del Emperador Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena, hombre blanco, moderno, lleno de ideas novedosas y listas para salvar al pueblo mexicano de los estragos del pueblo mexicano, oportunidad que, representados por Juárez y compañía, ese grupo pervertido por la idea de la autodeterminación y el derecho de los mexicanos a definir el destino de México, no supimos aprovechar y terminamos tirando a la basura tras fusilar a su Majestad Imperial. La invitación que hacen los congresistas Lindsey Graham y Dan “el bucanero” Crenshaw para que el ejército de los Estados Unidos intervenga en México para combatir el tráfico de fentanilo, puede ser la ultima oportunidad que tiene nuestro país de abrazar un futuro que asegure nuestra permanencia y garantice nuestra sujeción. Darle la espalda ─sin lugar a dudas─ habrá de condenarnos a la libertad, cuando bien podríamos consagrarnos ¡Finalmente! como un protectorado de nuestro vecino del norte, consagrarnos como ese patio trasero que defenderá y cuya supervivencia asegurará para no perder la oportunidad de seguirlo explotando.
Entrados en gastos
Tampoco faltarán quienes se encuentren confundidos ante el rechazo que la sacrosanta oposición a la CuatroTe ha manifestado ante el uso y abuso del Ejército Mexicano en tareas civiles, en la construcción del AIFA, en la Guardia Civil, la construcción del Tren Maya, rechazo de aquello que la oposición llama a diestra y siniestra militarización ¿Cómo empatar este rechazo con el aplauso a la presencia del Ejercito Estadounidense para combatir al narcotráfico? No hace falta resolver esa aparente paradoja ¿Qué más da? Lo importante es que el intervencionismo imperialista es imperialista y no es mexicano, lo importante es que vienen a rescatarnos de nosotros mismos, a decirnos como hacer las cosas, a convertirnos en una colonia de facto, a restituirnos en ese estatuto que nunca debimos haber perdido, el de sucursal de una potencia extranjera que, lejos de velar egoístamente por sus intereses y su identidad, se sacrificará para evitar que sigamos dando tumbos en el proceso de construir nuestra propia historia, y, de paso, nos colocará del lado ganador de la historia ¿Qué tenemos que hacer para lograrlo? Nada más que cruzar los brazos y someter nuestra voluntad a las órdenes de alguien que está listo para darnos órdenes.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
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