Marcelo Ebrardor

La efímera y nada sorpresiva sumisión de Ebrard debe comenzar a crear un rechazo a su permanencia en Morena. Aceptarlo con la categoría de jefe de la tribu de la mediocracia morenista significa mantener latente la posibilidad de una desbandada. Desde luego que sería una desbandada inútil, porque las actividades legislativas de sus huestes terminaron.

En realidad, Ebrard tiene sólo balas de salva porque es como si estuviera solo. La calidad moral y la fuerza de sus seguidores no existe. Nada hay que debatir hasta que lleguen los próximos legisladores, a quienes debe tener Morena mucho cuidado en seleccionar desde que sean precandidatos porque seguramente Monreal y Alejandro Rojas, intentarán la poca fuerza que tienen para convocar a un ebradorismo que ya no existe. Por otra parte, fuera de los legisladores actuales la fuerza de Ebrard ni existe; es decir, los futuros legisladores de Morena estarán fuera de su influencia y control.

Ebrard nunca tuvo el peso que creyó tener como líder ni dentro ni fuera de Morena. Todo era ilusión del tiktok. Su atractivo principal radicaba en ser la contraparte de Andrés Manuel López Obrador dentro del mismo movimiento. De tal manera que apoyarlo implicaba no ser traidor porque el disidente líder estaba todavía, como lo sigue estando, dentro de Morena, y seguir con el ganador, pero mostró en el camino no sólo que nunca había sido progresista, mucho menos de izquierda y mostró su lado más conservador con tientes de traición inequívocos.

Las personas de las que se rodeó cuentan hasta con antecedentes penales, hay un hombrecillo que es fanático de la Luz del Mundo, y otros que parecieran no existir en la nómina de los diputados de Morena, que siempre fueron comparsa silenciosa. En realidad, nunca tuvo gente de valía entre sus más cercanos colaboradores.

Retomó de entre sus amigos los personajes más despegados de la realidad para encabezar los grupos llamados avanzada, a quienes acudía sólo para llenar eventos, que él solo no podía invocar con éxito. La contratación del ecuatoriano Jaime Durán barba como su asesor, en lugar de conocer mejor la idiosincrasia de los mexicanos por sí mismo, que en eso está reprobado el ex canciller. Sabe más de la política de Francia que de la nacional.

Es decir, la estructura estuvo mal desde el inicio, por desconocimiento de las taras de proselitismo que estaban, además, muy claras en el historial político de López Obrador.


En todo este proceso salió ganando Movimiento Ciudadano, y en específico Dante Delgado, sabe que era un riesgo apostar por Ebrard porque en el lapso que falta hacia el día de la jornada electoral, tendría como críticos acérrimos a los morenistas, a la escisión que provocaría en MC y a los del desmoronado frente amplio por México.

En el caso de Ebrard, sus decisiones lo colocaron como alguien que ni defiende al sistema ni lo critica, simplemente es él y sus huestes, sin ideología, sin proyecto, sin ideas, sin más propuestas que legar el poder.

Si Marcelo quiere seguir su carrera en Morena deberá deshacerse de su equipo, no sólo porque siempre lo mantuvo engañado sobre su arrastre social sino porque fueron más allá que el propio Marcelo en el discurso, atacando a Morena, sus dirigentes y su líder moral.

Ebrard hace más daño dentro de Morena que afuera. Esto lo sabe cualquiera, su vocación por la traición, siempre será para él una tentación sabotear a su competidora, la traición surgirá hasta involuntariamente en algún lapsus de su discurso o en las declaraciones de algunos de sus muy indiscretos seguidores, quienes solo buscan escapar del anonimato en el que lo hundió su propia mediocridad.

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