Maíz transgénico, el petate del muerto

Para las organizaciones campesinas mexicanas, al menos las que se mantienen fieles a su tradición de lucha, existen dos temas que son fundamentales en su agenda, por un lado la implementación y consolidación de sistemas de comercio justo y equitativo que aminore las desigualdades y el agandalle de intermediarios y, por otro, el impulso a la agroecología como práctica sustentable necesaria para hacer frente, tanto a los efectos provocados por el cambio climático, así como coadyuvante en el fortalecimiento de la economía a nivel local.

Ambos elementos poseen un objetivo claro que es el de alcanzar la soberanía alimentaria, y, en el caso de nuestro país, resultan ser de mayor importancia sobre todo en el contexto internacional con la pugna que sostiene el gobierno mexicano con Estados Unidos por el decreto lópezobradorista que prohíbe de manera paulatina el uso de maíz transgénico y el glifosato. Sin embargo, muy fieles a su costumbre, en las opiniones de una buena parte de la clase política (especialmente la identificada con la oposición) se prioriza el aspecto económico menospreciando el espíritu del decreto que no es otra cosa que la protección a la salud.

Por supuesto que la derecha, organismos (y ahora algunos colectivos) que les sirven de parapeto cuando ven en peligro sus intereses, adoptan una posición retrógrada y decimonónica que los obliga a hacer uso de la principal arma que tienen y que saben utilizar muy bien: la mentira. Por esa razón, cuando no guardan silencio al verse rebasados por las evidencias, emprenden toda una campaña de desinformación valiéndose de los voceros de siempre en los medios de siempre. A pesar de ello, la élite agroempresarial tanto en México como en Estados Unidos, han visto encendidas las luces de alarma ante la postura del gobierno mexicano de no dar marcha atrás con el decreto.

Las grandes asociaciones de productores de maíz ya comenzaron a pedir cuentas a sus operadores y cabilderos en México como el Consejo Nacional Agropecuario que por más empeño que ponen, no han podido doblegar la disposición del ejecutivo, lo más que se logró y pareciera circunscribirse a la voluntad de López Obrador, ha sido el aplazamiento del decreto hasta 2025; al mismo tiempo han comenzado a ejercer presión del lado norte de nuestra frontera para que su gobierno inicie las acciones legales pertinentes contra nuestro país por la supuesta violación al T-MEC. La reacción de los empresarios estadounidenses era de esperarse y claro que responde a la inconformidad que les provoca el decreto, lo que habría que cuestionar en este caso es que, tanto el senado de la república como la Cámara de Diputados, deberían de pronunciarse de manera conjunta para respaldar la disposición del ejecutivo, pero a como están las cosas, ya parece que va a salir un diputado o senador de la oposición a manifestar su respaldo a una de las decisiones más patriótica desde que se implementó el modelo neoliberal.

El caso es que la presión ejercida por los productores de Estados Unidos es parte de su derecho, sin embargo hay dos cosas que habría que aclararles a esos granjeros: En primer lugar no es nuestro país el obligado a demostrar que el maíz transgénico en dañino para la salud, dado caso, son ellos los que deberían de demostrar lo contrario. En segundo lugar (y aquí hay que ser muy enfáticos) ni al gobierno federal ni a la ciudadanía nos pueden venir a espantar con el petate del muerto, ahora resulta que la prohibición afectará gravemente a la economía nacional y que serán los más pobres de este país los principales afectados. ¡Hágame el favor!

El decreto de AMLO respecto al maíz transgénico es progresista y patriótico, se contrapone a las políticas neoliberales que tanto gustan a la oposición, no por nada, los políticos de aquí se someterán a la voluntad de los granjeros estadounidenses y sus aliados (o empleados mexicanos) para echar abajo el decreto y para ello continuarán con las campañas de mentiras a las que estamos acostumbrados. Ante eso, corresponderá a los colectivos campesinos retomar la bandera de la soberanía alimentaria que en muchas ocasiones nos hizo tomar las calles.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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