Tenía catorce años y cursaba el último año de la secundaria técnica cuando asesinaron a Colosio. En particular recuerdo dos momentos: el primero cuando ese 23 de marzo vi las noticias del suceso en Tijuana y le expresé a mi mamá que “sentía feo” por el asesinato, me respondió que cómo no habría de sentir así, si se trataba de un ser humano. El otro recuerdo que tengo con mucho más claridad es que al otro día, el maestro de taller de la secu (iba en mecánica automotriz), llevó un televisor y dedicamos las cuatro horas de clase a seguir las noticias y a escuchar las reflexiones del maestro y sus críticas al sistema.
Al crecer en una colonia popular, siendo cercano por distintas razones a la Universidad Nacional Autónoma de México gracias a mis familiares que trabajaban ahí y por la influencia de algunos profesores de la secundaria, mi identidad era desde ese entonces con el ing. Cárdenas. Claro que no podía votar, pero deseaba el triunfo del PRD y participaba repartiendo propaganda de Cuauhtémoc en el barrio. Aunque me consternaba el asesinato de Colosio, cuestionaba de distintas maneras la narrativa que pretendía hacernos creer que era el candidato de la esperanza. Que el sistema por fin cambiaría si se reformaba el modelo corrupto y las prácticas del partido en el poder, o que el discurso del hambre y sed de justicia había sido el detonante del magnicidio.
Mi cuestionamiento se basaba en algo más que lógico: ¿Cómo saber algo que materialmente está imposibilitado para configurarse en el futuro? O ¿qué elementos podrían constatar que, de no haber sido asesinado Colosio, se transformaría la vida democrática del país? Es obvio que ninguno. Recuerdo que en una entrevista publicada en la Jornada, en la que Elena Poniatowska sentada en una tumba del panteón Dolores durante el sepelio de Demetrio Vallejo, preguntó a Heberto Castillo si consideraba a Vallejo un revolucionario, a lo que Heberto respondió: “Estoy seguro que Demetrio Vallejo fue un revolucionario, pero si usted me lo hubiera preguntado hace ocho días, le hubiera respondido: bueno, creo que puede serlo porque todavía no se muere y sólo muertos dejamos de tener la oportunidad de arrepentirnos”.
Por obvias razones no sabemos cómo hubiera gobernado Colosio, aunque en honor a la verdad, debo confesar que me parecía una buen persona, cómo sucede casi en automático cuando le encuentras parecido físico con alguien a quien aprecias o respetas. No obstante esa empatía, mantenía mis dudas sobre su actuar en caso de llegar a ser presidente, al final de cuentas pertenecía al PRI, tenía cercanía con Salinas y era parte del sistema. Desde aquel entonces cómo ahora, pienso que el sistema político y muchos de sus actores, al igual que la ley de Lavoisier son como la materia: ni se crean ni se destruyen, sólo se transforman. Aunque claro está que, evidentemente, algo en particular poseía o pretendía Colosio que incomodaba al sistema y que propició su asesinato.
Narró de manera breve este episodio del acontecer político de ese turbulento 1994 en el que la irrupción del EZLN, el asesinato de Colosio y de Ruíz Massieu, así como las elecciones presidenciables, fueron el pan nuestro de cada día y porque de alguna u otra forma, hoy me despierta mucha curiosidad, por decir lo menos, el hecho de que desde hace algunas semanas, varios personajes de la vida política, señalen a Luis Donaldo Colosio Riojas como posible candidato a la presidencia de la República en el 2024.
¿Qué es de llamar la atención? ¿Qué aparezca en las encuestas del Reforma? ¿Qué sea Movimiento Ciudadano uno de los principales impulsores de esta posibilidad a manera de incidir en la percepción colectiva?, en lo absoluto. Para empezar se saben las estrategias del Reforma, máximo representante de la prensa conservadora y luego, Dante Delgado sabe perfectamente los dividendos que le generaría una candidatura como esta en la que poco le importa la persona de Luis Donaldo, más bien le interesa el apellido Colosio como propaganda. Otra cosa de llamar la atención son las coincidencias en el 94 y en el no muy lejano 2024: un país polarizado, los grandes intereses económicos bajo amenaza y, por si fuera poco, ambos terminan en cuatro. No menos de una decena de los “ocurrentes” que vienen de un año para acá transmitiendo la idea de que el alcalde Colosio puede ser presidenciable, (me consta) han hecho hasta mofa de estás similitudes, pero mientras ellos se mofan, otros realmente se la creen y pretenden subirse a ese barco. Pero bueno, si doña Lilly Téllez se la cree pues que esperar de los demás.
No conozco a Luis Donaldo Colosio Riojas, no sé de su calidad moral, ni mucho menos su sinceridad u honestidad en el ejercicio público. En entrevistas que he tenido oportunidad de revisar, me parece que es una buena persona, un joven listo y hasta considero que tiene principios, incluso a pesar de los señalamientos que recibió la semana pasada cuando aparentemente se encontraba en estado inconveniente presidiendo una sesión de cabildo de manera virtual desde el extranjero. Sin embargo y por supuesto en apego a la objetividad necesaria en estos tiempos, dudo que el alcalde tenga el conocimiento y la madurez política suficiente, ya no para ser presidente de este país, tan sólo para ser candidato. Aunque por supuesto, como cualquier mexicano, tiene el derecho legítimo de participar.
En fin, el problema no radica en que realmente se trate de una aspiración de Colosio Riojas, el problema se encuentra en los que están configurando dicho escenario, pues se trata ni más ni menos de varios actores de la Derecha y por supuesto del rapaz Dante Delgado que vuelve a hacer gala del vulgar oportunismo político para obtener votos sin que se anteponga un verdadero proyecto de nación. Al menos uno que se constituya como una alternativa para el electorado. Sin embargo, confío en que el alcalde Colosio no caerá en la trampa, en la que por cierto ya cayeron varios, baste echar una revisada a las declaraciones de Agustín Basave, otrora amigo de Colosio Murrieta. En primer lugar porque lo primero que no debería de perder de vista, es que muchos de los que hoy se desgarran las vestiduras por hacerlo ver como presidenciable ante la opinión pública, no buscan otra cosa que la sobrevivencia política de las cúpulas partidistas, en segundo lugar, creo yo más importante, porque muchos de esos merolicos vulgares que claman verlo en la boleta por la contienda presidencial, fueron cómplices del sistema que asesinó a su padre en 1994, ojalá eso no lo pierda de vista.
Para acabarla de amolar.
Tras cumplirse un año de la tragedia de la línea 12 del metro, siguen existiendo muchas interrogantes y por supuesto la necesidad de hacer justicia a los deudos, además de que los cientos de miles de usuarios no ven para cuando se pueda reestablecer el servicio. Lo indignante, cómo sucedió desde el día de la tragedia, es que el panismo siga lucrando con el hecho de manera vil y descarada. Esto por supuesto que no sorprende a nadie, menos engaña a la opinión pública y mucho menos a los capitalinos, sin embargo se hace necesario que el gobierno de la ciudad apresure las acciones de los trabajos para rehabilitar la línea y sobre todo, se mantenga firme la postura de Claudia Sheimbaun de seguir acompañando a las familias afectadas de manera humana y solidaria como hasta ahora.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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