Los saldos políticos de la nacionalización bancaria

Opinión de León Fernando Alvarado

El pasado 1º de septiembre se cumplieron cuarenta años de la efímera nacionalización bancaria decretada por José López Portillo. 

Con su característico histrionismo, López Portillo anunció: “He expedido en consecuencia dos decretos: uno que nacionaliza los bancos privados del país y otro que establece el control generalizado de cambios, no como una medida superviviente del más vale tarde que nunca, sino porque hasta ahora se han dado las condiciones críticas que lo requieren y justifican. Es ahora o nunca. Ya nos saquearon. México no se ha acabado. No nos volverán a saquear”. 

Se equivocó. Los mismos ladrones de entonces nos volvieron a saquear doce años después, en 1994, mediante el atraco al que denominaron Fobaproa, el cual pagaremos hasta el año 2070 gracias a Ernesto Zedillo y a sus cómplices priistas y panistas. ¿De qué tamaño es el boquete? Véase: “Mientras los bancos mexicanos siguen acumulando ganancias históricas, las finanzas públicas tuvieron que desembolsar más de 11 mil 245 millones de pesos el año pasado para cubrir los intereses y costos de administración que se desprenden del rescate bancario impuesto hace 27 años, y cuyo pasivo rebasa un billón de pesos con un costo improductivo para el país.” (Se destinaron 11,245 mdp al rescate de bancos el año pasado, Dora Villanueva https://www.jornada.com.mx/notas/2022/02/02/economia/se-destinaron-11-245-mdp-al-rescate-de-bancos-el-ano-pasado/).  

La nacionalización tomó desprevenidos a todos. Son inolvidables las fotos de los empresarios que asistieron a la Cámara de Diputados ese día; hundidos en sus sillones, desconcertados, mientras el pleno de los asistentes aplaudía de pie la medida. La izquierda, como Heberto Castillo, comparó la medida con la nacionalización del petróleo pues se abría la posibilidad de orientar los recursos financieros hacia el desarrollo nacional. 

Como de costumbre, todo quedó en agua de borrajas porque se nacionalizaron los edificios bancarios pero no el flujo de capitales que corría por sus ventanillas y mucho menos el espíritu antimexicano de los ex dueños de los bancos. 

Así, casi inmediatamente después de asumir el poder, Miguel de la Madrid les pidió perdón a los saqueadores: “primero (1983), les regresó un cúmulo de activos no bancarios (en especial la participación accionaria en empresas comerciales ligadas a los bancos) y emitió los bonos de indemnización bancaria (Bibs), con los que los ex banqueros se recompusieron de inmediato”, asegura el analista Carlos Fernández Vega. (Banca: rápido y oneroso camino a la extranjerización  https://www.jornada.com.mx/2001/05/20/004n1eco.html).

Más allá de su significado económico, la nacionalización de la banca marcó la entrada de los empresarios a la política, a la que hasta entonces habían mirado con algún desdén y la habían dejado en manos de sus políticos priistas de confianza para que éstos llevaran a efecto los propósitos empresariales.

Había que buscar un organismo político que los representara, y lo encontraron en el PAN, hasta entonces un partido que combatía al sistema presentándose a elecciones más con carácter testimonial que con verdaderas posibilidades de ganar una alcaldía, ya no se diga una gubernatura. Por citar un ejemplo, en las elecciones presidenciales de 1982, en los estados de Chiapas, Quintana Roo y Tabasco, el PRI obtuvo votaciones superiores al 90% de los votos emitidos. (Fuente: Resultados de la Elección de PRESIDENTE del año 1982, por Distrito https://web.archive.org/web/20170227002141/http://cede.izt.uam.mx:8089/cedeSys/faces/cede/records.xhtml?tableId=26 ).

Había otro partido situado más a la derecha que el propio PAN. Era el PDM (Partido Demócrata Mexicano), con raíces en la guerra “cristera” y en el sinarquismo de ella resultante. Le hicieron la lucha por ahí. Según afirmó en una entrevista un miembro de El Yunque en León, el PDM fue infiltrado para sondear la posibilidad de asimilarlo. La opción pedemista se desechó porque el partido sólo tenía influencia limitada a la región del centro del país que fuera escenario de la guerra “cristera”. 

El PAN se convirtió en el organismo-fachada de empresarios como Manuel Clouthier, quien hoy ocupa un lugar destacado en el santoral panista aunque antes quiso ser priista, según reporta la historiadora Doralicia Carmona Dávila: “En un mitin celebrado el 16 de agosto de 1971 (Clouthier) fue postulado como candidato del PRI a la presidencia municipal de Culiacán por su tío Jorge del Rincón, presidente de la Cámara de Comercio local; como finalmente el PRI designó a otra persona, Clouthier optó por la vía política que le ofrecían los organismos empresariales”. (Manuel Jesús Clouthier del Rincón 1934-1989 https://www.memoriapoliticademexico.org/Biografias/CMJ34.html ). 

El PAN se pobló entonces de apellidos con aroma extranjero (Clouthier, Clariond, Coindreau) llamados los Bárbaros del Norte, que poco a poco desplazaron a aquellos que se apegaban a la doctrina panista (Bátiz, González Schmal).

Seis años les bastaron a los empresarios convertidos en políticos para echar al basurero político la ideología del PAN (si alguna vez la hubo) y pactar con el gobierno de Carlos Salinas su debut en el reparto del pastel político al obtener su primera gubernatura en la persona de Ernesto Rufo, quien en 1989 ganó Baja California.

Diego Fernández de Cevallos jugó un papel estelar en el bochornoso contubernio PRI – PAN y aceptó la quema de las boletas del proceso electoral que llevó a Salinas a la Presidencia, a pesar de que había una fuerte sospecha de fraude en perjuicio del candidato Cuauhtémoc Cárdenas, con lo que selló el maridaje entre las siglas partidarias, ya para entonces ayunas ambas de ideología a la cual defender.

Desde ahí y durante los siguientes treinta años los dos partidos que siempre fueron uno se dedicaron regocijadamente a demoler el país. Urdieron medidas como la contención salarial a los obreros; permitieron la destrucción de los recursos naturales y el desmantelamiento de empresas fundamentales como Pemex y CFE; concesionaron la mitad del territorio a empresas extranjeras; crearon organismos “autónomos” tras los que escondieron sus incontables desmanes, y entregaron maniatado el país a las dos delincuencias organizadas que lo asuelan: la del narco y la de cuello blanco.

Hoy, son esos mismos grupos empresariales los que operan el guiñol interpretado por el Prian, más la grotesca comparsa que responde al nombre de PRD. El encargado de manejar los títeres en el señor X. González, pero desde luego no es él quien tiene la última palabra. Mandan los intereses económicos que hace cuarenta años pusieron sus barbas en remojo. Con una pequeña diferencia que les hará más difícil regresar a su acostumbrado escenario de saqueo y robo: ellos siguen siendo los mismos ladrones de hace cuarenta años, pero el pueblo al que despojaron ya no es el mismo. Le van a batallar para reconstruir las condiciones mediante las cuales cometieron tantas fechorías.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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