Hace años se llamaba a la prensa “el cuarto poder”. Se suponía que la prensa no se manchaba con los mezquinos intereses políticos para mantener su “independencia”, que se hallaba libre de pecado como si fuera un recién nacido, y que ejercía un verdadero contrapeso que equilibraba a los otros tres poderes para proteger al pueblo. En la vida real sucedía la paradoja de que quien mejor se beneficiaba de esta falsa imagen de la prensa limpia era, justamente, el poder político.
En los hechos, la prensa era la recadera, la mandadera del verdadero poder. Ay de aquel imprudente que se aventurara a plantar cara al poder político, ay del remiso que sospechara una sombra de corrupción en el poder público, porque se hacía reo de persecución.
Si así estaban las cosas, el politicazo en el poder se decidía por el escarmiento: “Éste está como los perros, que sólo entienden a “periodicazos””. Y se daba la orden a la jauría de dogos para que mordiera con “periodicazos” al opositor. Llegaban las notas falsas, las mentiras, las falsedades.
Las dádivas del poder convertían a los reporteros en poetas. Un ejemplo es don Armando de Maria y Campos, que de López Mateos escribió: “(…) sus manos vírgenes de codicia y de maldad se tienden al porvenir en busca del mejor de los caminos del pueblo; y su ánima selecta, que no sabe más que amar a los hombres de su tierra y a la tierra de sus hombres está lista para donarse a México”.
Da vergüenza repetir el encendido elogio don Armando el trovador, y no se deja de recordar que el “ánima selecta” del elevado prócer llamado Adolfo López Mateos fue el asesino intelectual de Rubén Jaramillo y de toda su familia. “Está establecido que la “Operación Xochicalco” fue ejecutada por el Ejército Mexicano por órdenes del presidente Adolfo López Mateos”, afirma la CNDH México en el texto “Asesinato de Rubén Jaramillo” (https://www.cndh.org.mx/noticia/asesinato-de-ruben-jaramillo).
Para eso servía esa prensa cuyos propietarios no son periodistas sino traficantes que metían las manos en el negocio de las medicinas, de la construcción de reclusorios, de carreteras y de hospitales.
Hoy, es la misma prensa que el 3 de octubre de 1968 “cabeceó” en sus portadas: “Limpian Tlatelolco de francotiradores” (El Universal Gráfico), “Balacera entre francotiradores y el Ejército, en Ciudad Tlatelolco” (Novedades), “El objetivo: Frustrar los XIX Juegos” (El Sol de México), “Recio combate al dispersar el Ejército un mitin de huelguistas” (Excélsior), “Energía contra los alborotadores” (El Heraldo de México).
Es la misma prensa que se resiste a su desaparición y suelta sus últimos coletazos dinosáuricos. Prensa vendida, incorregible. Prensa corrupta, irremediable. Pasquines inmundos, insalvables. Prensa que no podría cambiar aun si lo quisiera porque no cuenta con la honestidad en su composición genética. La desconoce, y por eso le da lo mismo seguir burlándose de las almitas simples que leen los pasquines inmundos como si fueran los evangelios nuevamente revelados.
Pero no todo está perdido. Una de las aristas de la renovación de la vida pública acelerada por la 4T tiene que ver con la información. Revistas como Contralínea o Polemón, sitios como Sin Embargo, Sin Línea, Los Reporteros o Sin Censura, y una lista de periodistas cuyos nombres sería prolijo enumerar pero todos ellos valiosos y valientes, proveen de información verídica a quien quiera contar con puntos de vista diferentes a los de los medios manipuladores.
Lerdo -como es todo cambio verdadero- pero seguro -como corresponde a lo que ha de permanecer-, esta nueva línea editorial ha conseguido generar su propio espacio de cara a una sociedad que ha cobrado consciencia crítica de su entorno y exige que se le hable con claridad, sin rodeos, sin mentiras. La nueva prensa electrónica, los informadores críticos, pero sobre todo los lectores informados comprueban que hay un cambio paradigmas sociales a partir de la 4T.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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